Mis Maños, mis nanos, mis bares y mi #Pint16zgz
¡Qué grande! Digo las Pintas de Ciencia de este año. Probablemente uno de los mayores esfuerzos de coordinación internacional (¡se monta en 12 países de 4 continentes distintos simultáneamente ni más ni menos!) y multidisciplinar (¡se habla de robótica, ingeniería, óptica, nutrición, matemáticas, paleontología, química, astronomía, ingeniería, energía y un montón de cosas más!) para acercar la ciencia que se hace en universidades, centros de investigación y empresas al ciudadano de a pie tomando una cerveza.
Todavía más enormes mis Maños, una nueva unidad de medida de la magnitud física tiempo que acuñó Miguel Perez Torres, después de tomarse unas cervezas Ambar como el mismo reconoció, en la primera charla de la sesión de “Los misterios del Universo” a la que asistimos el martes en El Sótano Mágico. Tanto triunfó esta nueva unidad de medida, el Maño (= 1 millón de años), tan habitual por otra parte en astronomía, que la siguiente conferenciante, Julia Herrero, cambio su Power Point a última hora y antes de darnos la segunda conferencia de la noche para incluirla. Sin duda, mi momento estrella de las Pintas de Ciencia zaragozanas de este año.
Y qué decir de los bares. ¡En Zaragoza había que elegir entre 5! Imposible estar en todos. En el evento satélite yo me tomé un par de pintas tostadas artesanas con sabor a chocolate en el Hoppy escuchando la experiencia de empresarias con mucha ciencia. Un acierto que en las Pintas de Ciencia se incluya también esa ciencia más empresarial y no sólo la académica, en mi opinión. Yo me quedé afónico de gritar que “la culpa la tiene la entropía” (para un físico como yo, un grito de guerra así mola y Paola Fatás se canjeó mi simpatía sin duda) y con ganas de practicar la economía azul, de la que me habló Lara Bendicho, haciéndome un revuelto de setas. Los tres días de las conferencias elegí un local con mucha magia y un garito clásico en torno al campus. En El Juan Sebastian Bar vi lo bien que sabe contar Luis Rández, el mismo que se monta el telescopio a las puertas de la facultad de ciencias de la uni a la mínima que hay algo que ver en el cielo (como el paso de Mercurio por delante del Sol de hace unos días), en base 10, 60 y si lo dejas hasta te pide unas cervezas usando jeroglíficos como los de las pirámides egipcias. ¡Qué caña! En el Sótano Mágico, además de conocer a su propietario, Pepín, que me mandó saludos para los magos gallegos del Lugomáxico, incluido su amigo el mago Teto que tantas buenas noches en Compostela me ha hecho pasar, tuve el enorme honor de tomarme la última cerveza de la edición de este año con el público de las Pintas de Ciencia.
Mi charla fue la última de las tres del miércoles dentro de la sesión titulada “¿Es la química tan mala como la pintan?”. Coincidí con un compañero de pasillo en la facultad de ciencias y profesor del departamento de química analítica, que se trajo al bar para jugar su laboratorio de aromas. ¡Yo no acerté ni uno! Pero pasamos un buen rato adivinando a que huele una mofeta. El segundo conferenciante nos solucionó el problema de qué hacer si se acaba el petróleo. Su solución: la biomasa y las biorefinerías. Así que ya sabéis, público pudiente de las Pintas de Ciencia, ¡Aquí hay negocio! Y hablando de negocio. El primer conferenciante de la sesión del martes nos animó a sacar nuestras naves espaciales del garaje y poner rumbo a la constelación de Sagitario. ¡Allí hay Vodka del bueno, amigos rusos! ¡Y con sabor a frambuesa! Aunque, para macrobotellón, nos aconseja poner rumbo a la constelación del Águila, bien visible en los cielos maños durante el verano, ¡allí sí que hay cantidad de alcohol barato!
La nanociencia ha estado muy presente en esta edición de Pint of Science. Desde Oviedo, en donde hablaron Laura Fernandez y Rosa Menéndez del «Grafeno, el superhéroe de los materiales» y Adolfo Fernandez Valdés y Ramón Torrecillas de «Nanomateriales: qué son y para qué sirve», a Barcelona, en donde Jordi Diaz habló de «Cuando lo pequeño importa», pasando por Madrid, en donde Emma Martín Rodríguez habló de «Curando con calor: aplicaciones de la nanomedicina» y José Angel Martín Gago habló de «Cuando el tamaño importa: historias del nanomundo», Donostia, donde Garbiñe Aguirre Ugarte habló de «Nanopartículas: transporte inteligente de fármacos», o Santiago de Compostela, donde África Gonzalez habló de «El mundo de lo pequeño: nanotecnología». ¡Pero no solo en España! Repasando el programa en Reino Unido, también se podía asistir a una interesante sesión de «Nanotechnology at home» en Southampton.
Mi jefe en el departamento y mis compas de máster se sorprendieron mucho con mi “monólogo”. Así lo llamaron ellos. Después de descojonarme el lunes en el Juan Sebastian, con Pablo Barrecheguren de Big Van y Pilar, Pedro, María y Jesús de RISArchers, no puedo estar de acuerdo [Todavía no me he recuperado del impacto de ver a Jesús Santamaría, un pez gordo en el nanomundillo, lanzarse con un monólogo en que nos presentó su teoría sobre los éxitos deportivos españoles]. Pero reconozco que me planté en el escenario sin powerpoint y con la sana intención de que el público jugara con la nanociencia. Y, ¡grandes estos maños y mañas que llenaron El Sótano Mágico la noche del miércoles que se pusieron a jugar conmigo! Muy agradecido al público, por su presencia pero sobre todo por entrar al trapo en mis jueguecitos y por sus preguntas, interés y felicitaciones tras la “charla de nanodivulgación”, y a los organizadores, por escogerme para cerrar este sarao tan molón. ¡Un quintillón (la cantidad de alcohol en litros que hay en el Universo) de gracias a mis Maños de este humilde nanotitiritero gallego!
Emilio Castro
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