¿Cómo llegaron nuestros antepasados a América?
Hace poco hablamos aquí de quiénes habían sido los primeros pobladores de América y cómo habían llegado al “nuevo” continente. Si bien aquella anotación trataba de desmentir la llamada “hipótesis Solutrense” (la idea de que una migración transatlántica fue el punto de origen del poblamiento de América), ya planteaba el escenario de la colonización americana desde Siberia al afirmar que la entrada en el continente “no pudo verificarse hasta que se produjo el deshielo de la franja costera del Pacífico hace unos 13.000 años y con él, la apertura de rutas de tránsito en el interior de América del Norte”. Pues bien, hace unos días se publicó un interesante trabajo en la revista Nature que analiza precisamente esta cuestión y despeja bastantes dudas al respecto.
El contexto
Antes de profundizar en las conclusiones de este estudio debemos saber que se han planteado distintas hipótesis acerca de la forma de entrada al continente americano desde Beringia: hace unos 30.000 años (mientras no se diga lo contrario, emplearemos fechas radiocarbónicas calibradas a lo largo de este artículo) el hielo de los glaciares Laurentino y de la Cordillera cubrían gran parte de lo que hoy en día es Canadá, impidiendo el paso tanto de la fauna como de la flora al resto del continente. Sin embargo, diferentes periodos cálidos provocaron la progresiva retirada del hielo y, con ello, la apertura de vías de paso a lo largo tanto de la costa del Pacífico como de las llanuras al este de las Montañas Rocosas. Así, hace aproximadamente 13.500 años, nuestros ancestros desarrollaron un complejo de herramientas de piedra distintivo que hoy conocemos como “cultura Clovis”. Siguiendo la abundante caza representada por los grandes mamuts, bisontes y otros animales —fáciles de cazar debido a que no estaban acostumbrados a la presencia humana— se expandieron rápidamente hacia el sur colonizando todo el continente en un corto plazo de tiempo (alrededor de 1.000 años).
Como vemos, se han venido barajando dos principales rutas como posible acceso de nuestros ancestros desde las estepas siberianas al norte del continente americano: una costera y otra por las llanuras del interior.
La investigación
El estudio que ahora analizamos, encabezado por Mikkel Winther Pedersen de la Universidad de Copenhague, ha analizado restos de polen, macrofósiles y ADN metagenómico 1 de muestras obtenidas en el corredor libre de hielo (ice-free corridor, IFC) que se formó entre las placas de hielo Laurentina y de la Cordillera, es decir, en la ruta que discurrió por el interior de lo que hoy es Canadá.
Como ya hemos apuntado y podemos ver en esta serie de imágenes, durante el último máximo glaciar enormes masas de hielo mantenían aislada Beringia del resto de América. Sin embargo, hace aproximadamente 15.000 años se abrió un corredor de unos 1.500 km de longitud que permitió el paso entre ambas regiones. Hasta ahora se desconocía a ciencia cierta cuándo se había producido la colonización de dicha franja de terreno por animales y plantas, cuestión de crucial importancia ya que la presencia de caza y vegetación para su recolección es una premisa ineludible para cualquier migración humana (insistamos en que nuestros antepasados tenían que recorrer a pie 1.500 kilómetros). Pedersen y su equipo han encontrado pruebas de la existencia de vegetación esteparia, bisontes y mamuts en dicho corredor desde hace aproximadamente 12.600 años; de ahí que se concluya que antes de esa fecha no fuera posible cruzar por dicha vía (aunque el corredor quedó físicamente libre de hielo hace entre 15.000 y 14.000 años, la deglaciación trajo consigo una inundación de la región que duró unos 2.000 años más).
La primera consecuencia que podemos extraer de estos resultados es que confirman que el paso a través de las llanuras al este de las Rocosas no estaba disponible para quienes llegaron a Sudamérica hace 14.700 años y se asentaron en lo que hoy conocemos como el yacimiento de Monte Verde. La segunda consecuencia es que el paso se abrió también demasiado tarde para explicar la presencia de la cultura Clovis. De hecho, las pruebas arqueológicas más antiguas encontradas en la región del río de la Paz y la zona del lago Charlie (ambos en la actual Columbia Británica, en pleno corredor libre de hielo), son posteriores a 12.600 años.
Por lo tanto, los investigadores concluyen que nuestros ancestros debieron entrar en América por una ruta diferente a la del corredor libre de hielo: tuvieron que hacerlo por la costa del Pacífico.
Profundizando aún más
Tras la publicación de este trabajo aparecieron una serie de noticias (tanto en medios más especializados en tratar noticias científicas como en otros de carácter generalista) cuyos titulares grandilocuentes afirmaban que los libros de historia estaban equivocados y que había que reescribir nuestro conocimiento sobre la colonización de América. Como suele pasar, las cosas no son tan drásticas.
El trabajo de Pedersen y sus colaboradores es muy importante ya que consigue datos cruciales de una región donde el solo hecho llegar a ella es en sí mismo una proeza. Además, tanto las técnicas empleadas como el propio análisis de los datos abren la puerta a nuevas investigaciones ya que es preciso contar con más pruebas como las ofrecidas para completar el cuadro de la colonización del nuevo continente. Sin embargo, hemos de tener presente que la hipótesis de la colonización América a través de las costas de Beringia y del Pacífico por zonas ahora sumergidas debido al ascenso del nivel del mar se planteó por primera vez en 1960 por Calvin Huesser y en 1979 por Kurt Fladmark.
Este modelo de colonización afirma que las poblaciones que vivían a lo largo del margen noroccidental de la costa asiática del Pacífico comenzaron su expansión desde Beringia hacia la costa de América del Norte hace entre 16.800 y 15.600 años. Como hemos apuntado, el nivel del mar durante el final del último máximo glaciar era mucho menor que hoy en día, lo que dejaba expuestas amplias zonas de costa para la habitación humana y donde no alcanzaban los hielos del glaciar de la Cordillera (lo que permitía además la presencia de fuentes de alimento).
En cualquier caso, nuestros antepasados tuvieron que subsistir en el ambiente extremo del ártico siberiano y sabemos que lo lograron porque hace alrededor de 32.000 años dejaron su huella en el yacimiento que hoy conocemos como “Cuerno de rinoceronte” en la cuenca del río Yana (Rhinoceros Horn site – RHS). Este yacimiento se encuentra en el noroeste de Beringia y está formado por varios estratos congelados y bien conservados que albergan artefactos de piedra y restos de animales ya extintos (quien esté interesado en ampliar esta información puede seguir el trabajo del arqueólogo Vladimir Pitulko y su equipo).
Por otro lado, la prueba arqueológica más fiable que poseemos del este de Beringia procede del yacimiento de Swan Point (en Alaska central) datado en 14.000 años, que nos sirve para documentar la dispersión de nuestros antepasados por esa ruta.
Por lo tanto, el trabajo de Pedersen y colaboradores nos aporta datos que se esperan desde hace mucho tiempo. Ya en 2004 Madsen apuntaba que los intensos debates dentro de la comunidad científica acerca del momento en que se produjo la apertura tanto del corredor costero como del interior se debían a las dataciones imprecisas y al hecho de que varios de los glaciares de la Cordillera habían reaccionado de forma diferente al cambio climático. De hecho, defendía que el corredor costero pudo quedar libre de hielo y por tanto abierto a la colonización humana al menos hace 15.000 años. En cambio, el corredor interior (el situado al este de las Rocosas) no se habría abierto hasta hace 14.000 o 13.500 años (fechas no muy lejanas de las que Pedersen refiere en el trabajo que ahora analizamos).
Aunque aún falta encontrar pruebas arqueológicas de la presencia humana en dichas zonas (y es algo que quizás nunca logremos), los restos humanos hallados en Arlington Springs, en la isla Santa Rosa (en la costa de California) y que han sido datados en 13.000 años, demuestran a las claras que los primeros americanos usaban embarcaciones y conocían los rudimentos de la navegación.
Una vez que nuestros antepasados llegaron a la costa noroeste del Pacífico americano, podrían haber continuado su expansión costera hacia el sur hasta Chile, así como hacia el este a lo largo del borde sur de las masas de hielo continentales, posiblemente siguiendo las manadas de mamuts hacia lo que hoy en día es el estado de Wisconsin.
Otras alternativas
Hemos analizado la llegada de nuestros antepasados a América por la costa del Pacífico, pero también se han propuesto otras alternativas. Por ejemplo, el modelo llamado pre-último máximo glaciar (pre-Last Glacial Maximum – pre-LGM) sostiene que las poblaciones que se encontraban en Siberia pudieron cruzar el puente de Beringia hacia América hace entre 29.000 y 23.700 años, es decir, antes de la formación de la barrera de glaciares en lo que hoy es Canadá, y de la barrera ecológica en la parte occidental de Beringia.
Cuando los humanos llegaron a la cuenca del río Yana (el yacimiento RHS que hemos mencionado) hace 32.000 años, las capas de hielo se habían reducido debido al clima cálido, dejando pasillos abiertos a través de los cuales podrían haber pasado hacia América. Ocho mil años después, las capas de hielo habrían crecido lo suficiente como para obstruir esos pasos, debiendo esperar otros ocho mil años más para verlos libres de hielo de nuevo.
Referencias
Artículo principal:
Pedersen, M. W., et al. (2016), «Postglacial viability and colonization in North America’s ice-free corridor«. Nature, En línea.
Más información:
Dyke, A. S. (2004), «An outline of North American deglaciation with emphasis on central and northern Canada». En: Ehlers, J. y Gibbard, P. L. (ed.). Developments in Quaternary Sciences. Elsevier, 373-424.
Ehlers, J. y Gibbard, P. L. (2004), Quaternary glaciations: extent and chronology. Amsterdam; San Diego: Elsevier.
Erlandson, J. M. y Braje, T. J. (2011), «From Asia to the Americas by boat? Paleogeography, paleoecology, and stemmed points of the northwest Pacific». Quaternary International, vol. 239, núm. 1–2, p. 28-37.
Fladmark, K. R. (1979), «Routes: alternate migration corridors for early man in North America.». American Antiquity, vol. 44, núm. 1, p. 55-69.
Heusser, Calvin J. (1960), Late-Pleistocene environments of North Pacific North America. An elaboration of late-glacial and postglacial climate, physiographic, and biotic changes. New York: American Geographical Society, Special Publication nº 35, 308 pp.
Madsen, D. B. (2004), Entering America: northeast Asia and Beringia before the last glacial maximum. Salt Lake City: University of Utah Press, vi, 486 p.
Goebel, T.; Waters, M. R. y O’Rourke, D. H. (2008), «The Late Pleistocene dispersal of modern humans in the Americas». Science, vol. 319, núm. 5869, p. 1497-1502.
Pitulko, V. V., et al. (2004), «The Yana RHS Site: humans in the arctic before the Last Glacial Maximum». Science, vol. 303, núm. 5654, p. 52-56.
Notas
1. El análisis de ADN metagenómico consiste en la aplicación de técnicas genómicas modernas para el estudio directo de comunidades de microorganismos en su entorno natural, evitando la necesidad de aislar y cultivar cada una de las especies que componen la comunidad.
Licenciado en derecho. Máster en Bioderecho. Doctorando en Ciencias Jurídicas
No soy científico. Mi trabajo diario no está relacionado con la ciencia ni con el periodismo. Por lo tanto, una buena pregunta sería ―y es cierto que me la han planteado alguna vez― por qué dedico tanto tiempo a leer y a escribir sobre temas científicos. Y mi respuesta es que es una necesidad.
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