#PiDay y el racismo de números
Hoy es el día de Pi, el más famoso de los números con nombre propio. Sabemos que no es racional (es decir, no se puede representar como fracción de números enteros), pero sí es real; no solo porque pertenece al conjunto de los números reales, sino porque se encuentra en numerosísimos ejemplos de la vida real.
A pesar de su importancia, Pi nos resulta incómodo y lo evitamos; le hacemos el vacío porque, aunque no nos guste reconocerlo, en la escuela somos racistas… de números. Nos pasamos toda la educación primaria haciendo torres de sumandos, largas restas, multiplicaciones con ceros en cualquier lugar, y divisiones con toda suerte de decimales. Pero llegamos al álgebra ¡Y nos quedamos con cuatro números!
Me lo decía una alumna de segundo de bachillerato al hacer la inversa de una matriz muy sencilla. Me advertía que le salía mal porque algunos de sus elementos salían fracciones. No entendía que todos los números tienen su corazoncito, y que no puede tratar así a los números racionales, los mayores apestados en la cronología de las enseñanzas matemáticas de los escolares, números que acaban marginados, convertidos a una burda aproximación decimal (lo curioso es que estos mal llamados ‘nativos digitales’ llevan en sus modernas calculadoras todo lo necesario para realizar operaciones con quebrados).
Pi encabeza la lista de números que no nos gustan, pero es de los pocos que gozan de cierta visibilidad. Difícilmente permitimos a nuestros alumnos conocer otra suerte de números; primero porque algunos como los complejos han desaparecidos de los temarios, y además otro número trascendente, como el número e ha quedado relegado a los temarios de algunas especialidades de bachillerato.
Yo conocí a Pi cuando aún desconocía el infinito y las raíces cuadradas. Aparecía de vez en cuando en los temas de geometría, esos que solo se explicaban en clase si daba tiempo en el curso, y que consistían en dibujar (mal) y en aprenderse unas liosas fórmulas. Ya en el instituto, un profesor me regañó por usar una aproximación. Me enseñó que en el problema el número Pi iba a aparecer en dos términos de forma que se podría simplificar. Me estaba enseñando el camino, que amando a Pi tal como es, además de no perder un solo decimal, iba a ganar un precioso tiempo.
Si tuviera vida, Pi diría “Yo soy yo, mis decimales y mi circunstancia”. Seguramente sería la Rosa Parks de los números, que un día se sienta en los ejercicios de un puntito (es decir, los fáciles), reservado solo para números molones como el 2 o el -1. Un Kunta Kinte que, al recibir el mutilante latigazo de la aproximación al grito de “te llamas trescatorce”, él exclamaría “¡Pi!, ¡Me llamo Pi!”. Pi no equivale a ciento ochenta grados o a media vuelta, es la media vuelta la que equivale a Pi radianes, porque para ello tiene categoría y mucho más.
En este día de Pi defendamos la maravillosa fauna numérica. Las leyes del cálculo simbólico son lo suficientemente garantes como para preservar todo lo grande que hay en un irracional, en un transfinito, en todos los complejos. ¡Arriba Pi! ¡Viva el día de Pi!
Imágenes: Wikimedia commons.
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