¿Qué es el arte? ¿Cuándo y cómo se originó? ¿Es un producto puramente cultural, o hay una base biológica detrás de su creación? ¿Es en este caso una adaptación evolutiva, quizás una herramienta de seducción o un modo de demostrar habilidad? ¿O es, por el contrario, un subproducto de otras adaptaciones, algo que hacemos porque podemos y nos gratifica, pero que no resulta realmente adaptativo?

Si algún lector desea hallar las respuestas a estas preguntas este libro no es para él.

Stephen Davies, profesor de Filosofía en la Universidad de Auckland especializado en filosofía del arte, aborda estas cuestiones en La especie artística. Desde el principio se muestra favorable a la tesis de que existe un vínculo entre la creación artística y la evolución, así como a la existencia de una función adaptativa tras las artes. Con el fin de exponer sus conclusiones, divide el libro en tres partes: en la primera tratará una serie de conceptos clave, principalmente la estética, la evolución y la naturaleza del arte, esta última una cuestión especialmente controvertida sobre la cual establece su propia posición.

En la segunda parte Davies trata la apreciación estética que experimentamos hacia los animales, los paisajes y la belleza humana. ¿Cuáles son las causas de la misma? ¿Por qué sentimos ciertas predilecciones y no otras? ¿Son universales? ¿Tienen un origen biológico, evolutivo? ¿Resultan funcionales? En la tercera y última indaga acerca de los orígenes de las artes (considerándolos según el criterio establecido en la primera parte): ¿cabe la posibilidad de que sean un producto puramente cultural, equiparable a una tecnología? ¿Son una adaptación evolutiva, quizás un modo de demostrar habilidad e inteligencia? ¿O son solamente una enjuta, es decir, un subproducto de otras adaptaciones diferentes?

Esta no es una obra de divulgación, sino una discusión filosófica en la que examina las principales teorías y trabajos de múltiples autores en relación a todas estas cuestiones, señalando las debilidades y las fortalezas que encuentra en ellas. Davies no ofrece una respuesta clara y definitiva. Sin embargo, esto no desmerece al libro de ningún modo; de hecho es la consecuencia del gran rigor con el que aborda un tema acerca del cual existen importantes controversias tanto filosóficas como científicas.

Creo que no es un texto para todos los lectores, pero sí muy recomendable para aquellos que estén muy interesados en la temática y que busquen una lectura que, sin llegar a ser técnica, tiene un mayor nivel de profundidad que el de la divulgación básica. Con independencia de que logre convencerle de su propia postura personal, a buen seguro el lector encontrará interesantes los análisis y la información que encontrará en un libro que termina con ni más ni menos que 50 páginas de referencias bibliográficas y otras 6 de enlaces a recursos web.