¡AHHHH! , duele….sí que duele
Todos estábamos exhaustos, después de días entre la espesa vegetación, el calor infernal y la humedad, las extremidades no daban para más. El cansancio, sin embargo, era lo que menos ocupaba nuestras mentes. La preocupación por la pierna herida del profesor, y la idea que si no llegábamos pronto a un campamento lo perderíamos, no nos dejaba dormir en paz. Toda la pierna mostraba un alarmante color negro-violeta, junto con una monstruosa y enorme abertura que casi dejaba mirar el hueso; el olor, cada vez más repugnante, acercaba colonias de insectos ávidas por sangre y sudor. Presa del pánico nuestro guía y curandero informaba que sin pronta ayuda, y en ausencia de antibióticos, la única posibilidad de salvarle la vida sería amputar la extremidad, ya de por si inútil presa de la gangrena y la necrosis. El terrorífico escenario finalmente llego solo un día después. Con el cerebro todavía en alerta, el profesor sabía que el dolor seria impresionante. Decidimos embriagarlo con las existencias de aguardiente que quedaban, aun consiente y con el cinturón de cuero apretado firmemente entre sus dientes esperaba lo peor. El guía no dudo en asestar un firme machetazo a una cuarta bajo la cadera, el grito fue espeluznante; fue como si toda la vegetación temblara, una mueca de dolor deformó el rostro del profesor, que temblando en forma incontrolable dio paso a una cantidad de sangre en explosión que ahogó todas nuestras esperanzas de supervivencia…
El dolor es absolutamente democrático y ubicuo, salvo muy pocas personas (de las que hablaremos más adelante) todos sentimos dolor. El dolor es complicado, puede ser muy agudo e instantáneo, o bien duradero y crónico, junto con todas las variantes que en medio de estas sensaciones extremas puedan existir. Además los seres humanos, tan complejos como somos, tenemos dolores psicológicos o emocionales, los que para nuestra desgracia pueden ser tan o más traumáticos que los estrictamente físicos.
A grandes rasgos, el camino que siguen las señales de dolor (el físico) en el organismo es similar al de la percepción a través de los sentidos. Los nervios sensoriales de la piel (o en la superficie de los órganos) detectan el estímulo, aumentan el ritmo de los impulsos, y envían la señal a la médula espinal, de donde viaja por el sistema nervioso a regiones cerebrales como el núcleo ventromedial y el núcleo talámico, hasta alcanzar la corteza, donde se integra la información y se produce la conciencia del dolor. El dolor emocional es aún más complejo. Una serie de neurotransmisores varían drásticamente su concentración en el cerebro y esto causa una cascada de emociones que van desde una leve tristeza a una dramática depresión.
La pregunta del millón es: ¿Para qué sirve el dolor? La respuesta a esta pregunta todavía nos “causa dolor”, pues no es simple. Según el pensamiento evolutivo el dolor permite prevenir conductas que no debemos ejecutar o nos avisa de acciones que tendríamos que dejar de hacer para que la señal dolorosa desaparezca. Así, parecería que el dolor se presenta como una alerta necesaria que nos dice que hay que poner alto a algún tipo de situación potencialmente dañina y que en algunos casos incluso podría poner en peligro la vida. Ejemplos claros son el dolor infringido hacia los músculos por excesivo esfuerzo, dolor por espinas o escombros en lugares de difícil acceso, dolor abdominal en caso de falta de sustento o por ingestión del alimento inadecuado (tóxico), calor o frío extremos, que obligan a buscar urgente refugio o a retirar la parte del cuerpo expuesta a la desagradable sensación. Si el dolor asociado a trastornos, como una herida grave o una quemadura producidas en forma involuntaria no existiera, éstas pasarían desapercibidas y la persona podría terminar muriendo desangrada o a causa de una infección. Según este argumento todo parecería claro, sin embargo la justificación del dolor como aviso de que algo anda mal no siempre es válida. ¿Que tal un intenso dolor en la cabeza? Hay muchas personas que sufren de jaquecas o incluso migrañas, y que sepamos no anuncian nada realmente grave a nivel cerebral. Por otro lado, algunos dolores irradian desde un lugar del cuerpo hacia otro, incluso hay dolores, conocidos como reflejos, que se producen en lugares distintos al origen de la dolencia. Esto es muy común en el caso de los dolores de muela, en donde el dolor no siempre indica la pieza afectada. Lastimosamente para ninguno de estos asuntos tenemos una explicación clara.
También hay situaciones que no duelen, o lo hacen cuando ya es muy tarde para remediar el daño, como en el caso de un cáncer terminal mayormente asintomático o úlceras sangrantes que pueden actuar silenciosamente; o el muy común y agudísimo dolor que puede acompañar al infarto de miocardio. Este, en efecto, indica que algo va muy mal en el corazón, pero el aviso es inútil porque en muchos de los casos más graves solo es anuncio de la inminente muerte. En esta situación el dolor no solo es inefectivo sino incluso cruel, pues no sólo te mueres, sino que lo haces sufriendo una enormidad. Por otro lado, que hay del sufrimiento voluntario en el caso de personas en penitencia, quienes castigan sus cuerpos con mucho dolor y en donde la máxima “si no duele no sirve” es la norma; o el otro extremo, en donde sentir dolor es parte de la sensación de placer. En los seres humanos no es nada extraño obtener placer sexual haciendo daño a otras personas (sadismo) o conseguir placer por medio del dolor propio (masoquismo). Incluso lo frecuente es que ambos aspectos se conjuguen en uno solo llamado sadomasoquismo. En ninguno de estos casos el dolor se constituye en un elemento útil para la supervivencia, que sería la única función aceptable desde una visión rigurosamente darwiniana.
Así que como podrás darte cuenta, querido lector, el dolor es sumamente difícil de entender. Para complicar aún más el problema hay situaciones realmente extrañas que suceden a muy pocos seres humanos. Existe la percepción anormal del dolor, o alodinia, en donde estímulos mecánicos o térmicos habitualmente indoloros se perciben como dolorosos. Se supone que el dolor aparece en respuesta a la actividad en los receptores de bajo umbral en asociación con neuronas transmisoras del dolor sensibilizadas. También hay personas que presentan aumento en la percepción del dolor frente un estímulo de por sí ya doloroso. Esta sensación podría deberse a la alteración del sistema nociceptor (también llamado de receptores del dolor) con sensibilización central o periférica. Este trastorno se denomina hiperalgesia, y puede ser permanente o inducido temporalmente. El segundo caso es mucho más común y probablemente ocurre debido a que neurotransmisores cerebrales inducen la sensibilización, como cuando miramos la aguja acercarse a nuestro cuerpo aumentando la sensación de dolor o cuando sabemos que está por suceder un proceso doloroso, como ocurre en varias mujeres al dar a luz mediante parto natural. Pero el trastorno menos común se conoce como CIPA (por sus siglas en inglés para insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis). Se trata de un extraño síndrome que apenas afecta a una de cada 100 millones de personas y se caracteriza porque impide sentir dolor. Hace tiempo los expertos pensaban que la insensibilidad al dolor se debía a una hiperproducción de endorfinas (un relajante químico natural que en exceso dopa al organismo), pero los actuales estudios apuntan hacia la genética. Geoffrey Woods y sus colegas del Hospital Addenbrooks de Cambridge descubrieron que la causa era una mutación en el gen SCN9A del cromosoma 2, que codifica parte del canal de sodio que regula la transmisión del impulso nervioso en las neuronas responsables de captar los estímulos dolorosos o nociceptoras. Si dicho impulso no se transmite las vías de comunicación entre los sensores del dolor y el cerebro están bloqueadas, por lo que resulta imposible percibir la más mínima sensación de dolor. Woods y colaboradores llegaron a esta conclusión estudiando el ADN de la familia del «niño faquir», un artista callejero pakistaní capaz de caminar sobre brasas ardiendo y clavarse cuchillos en los brazos sin mayor perturbación. El niño y seis de sus parientes tenían igual capacidad, lo que impresionaba a quien miraba los impactantes actos, no sin dejar huella en los cuerpos de sus protagonistas. Algunos presentaban heridas antiguas, fracturas mal curadas y laceraciones en labios y lengua.
A pesar de ser tan extraño este síndrome ha tenido cierta cobertura en la televisión y el cine. Como no recordar al casi desconocido Darkman, superhéroe de inicios de los noventa representado magistralmente por Liam Neeson. La historia cuenta que el doctor Peyton Westlake es un científico que busca una cura para las personas que sufren graves quemaduras. Para tal fin crea piel sintética, la cual lastimosamente se evapora una vez pasados 99 minutos de exposición a la luz solar. El doctor tiene como novia a una abogada que descubre una mafia de corrupción. Los malos tras hacerse con los papeles que los incriminan, incendian el laboratorio, matan a su ayudante, y dan a Peyton por muerto. Nada más equivocado, ha llegado el momento de ajustar cuentas. Un Peyton desfigurado, pero con sed de venganza, usa su capacidad de no sentir dolor y la piel sintética como parte del engaño. Así nace un nuevo héroe que imparte justicia desde la oscuridad mientras cuida de su amada. También las series médicas Dr House y Gray´s Anatomy han tenido a CIPA como protagonista en sendos capítulos. En el capítulo 14 de la tercera temporada Hannah, una joven con CIPA que no percibe el dolor en ninguna de sus formas, llega al hospital tras un accidente de tráfico, el equipo de House la tratará mientras éste mismo intenta averiguar de qué manera esta dolencia podría ayudarle a soportar el dolor crónico de su pierna. Muy recomendable. En el episodio 3, «una fantasía de vez en cuando», de la tercera temporada de Gray´s Anatomy, se muestra a una niña con múltiples lesiones, y que se siente una superhéroe, a la cual se le diagnostica CIPA.
A pesar de todo durante los últimos años, hemos tenido algunas luces acerca del dolor. En 2010 se otorgó el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica a David Julius, Baruch Minke y Linda Watkins, quienes han proporcionado pruebas de la existencia del nociceptor como un subtipo de neurona sensorial, que responde a un amplio espectro de estímulos físicos o químicos de intensidad suficiente para causar dolor. Julius ha identificado el denominado canal TRPV1 como el receptor de la capsaicina (compuesto químico responsable del picante en chiles o ajíes), el que participa en la respuesta a la temperatura así como a la lesión tisular y a la inflamación, un hallazgo importante para el tratamiento del dolor crónico, los asociados a la artritis, o el cáncer. Asimismo, su trabajo ha permitido conocer y comprender de mejor manera la alodinia y la hiperalgesia. Los canales TRP están implicados en la percepción del dolor, pero también en la termosensación, la mecanosensación, la fotorrecepción, la percepción de feromonas, la percepción del gusto, la regulación cardiovascular y el control del crecimiento y de la proliferación celular. Estos descubrimientos nos acercan a entender cada vez mejor el dolor y sus mecanismos, lo que nos permite asociarlo con la idea que al tener sistema nervioso somos capaces de sentir placer pero también dolor. Desde el punto de vista químico es muy trascendente (e impresionante) que la base molecular de la sensación del dolor tenga que ver con que la capsaicina, una molécula con altas implicaciones gustativas en buena parte del mundo, sea la responsable de la activación de los nociceptores.
Estructura molecular de la capsaicina
En una línea diferente no quiero terminar sin nombrar lo que alguna ocasión un filósofo universitario pregonaba: “El dolor solo existe para que podamos apreciar con mayor magnitud aquellos momentos en los cuales está ausente” Es algo así como que “lo feo solo tiene sentido desde la perspectiva de la apreciación de la belleza”. Es decir, ¿cómo se puede decir que algo es bonito si no conocemos lo feo? En última instancia, me atrevería a decir que tiene algo de razón.
Finalmente, al tratar de entender el dolor, sus manifestaciones y mecanismos, los seres humanos hemos desarrollado una capacidad de intervención en nuestro propio organismo, todo con el fin de disminuirlo o eliminarlo. A esto le llamamos analgesia, pero esa es otra historia…
Alexis Hidrobo P.
Para Saber más:
- Lubert Stryer, Jeremy M. Berg, John L. Tymoczko. Bioquímica con aplicaciones médicas. Editorial Reverté, S. A., Barcelona. 2013.
- Philip S. Bailey, Christina A. Bailey. Principios de Química Orgánica. Pearson Editores. México. 1998.
- Trevor Stone, Gail Darlington. Como funcionan los fármacos. Editorial Ariel, S. A., Barcelona. 2001.
- http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/ique-causa-la-insensibilidad-al-dolor
- http://www.revistalaocaloca.com/2012/03/por-que-sentimos-dolor-sirve-para-algo/
- http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/150/alto-al-dolor
Invierto mi tiempo en la enseñanza de Química en la Universidad San Francisco de Quito. Además me apasiona la divulgación científica y la ciencia ficción.
Jose David
Publicado el 12:04h, 22 julioHola. Gran post, Alexis, como de costumbre.
Un par de cuestiones:
es cierto que el ser humano tiene un umbral de dolor y, una vez traspasado, nos desmayamos?.
morirse, «duele»?. Es decir, evidentemente, no en el sentido de una enfermedad terminal muy dolorosa, si no en el sentido traumatico, un accidente de trafico en el cual morimos «en el acto»….espero que se entienda la pregunta.
Un saludo.
Jose David.
alexis
Publicado el 02:43h, 23 julioEstimado José David: Efectivamente todos los seres humanos (excepto los que tienen CIPA) tenemos un umbral del dolor, que se refiere a la intensidad mínima que debe tener un estímulo para generar la sensación de dolor. Los estudios han demostrado que éste en general es el mismo para todas las personas; lo que si es diferente es cómo se reacciona ante este dolor. Esto se llama tolerancia al dolor y puede variar dependiendo de las circunstancias y el estado psíquico de la persona.
Lo de si duele morir lo tratare en la segunda parte de este post, esto será muy pronto. Un saludo.
Jose David
Publicado el 10:01h, 23 julioHola.
Muchas gracias por la respuesta, Alexis.
Espero ansioso el segundo post.
Un saludo.
Pingback:¡AHHHH! , duele….sí que duele
Publicado el 21:14h, 22 julio[…] ¡AHHHH! , duele….sí que duele […]
José Ignacio
Publicado el 22:31h, 23 julioExcelente post Dr. Hidrobo, solo le falto referirse al dolor que puede causar el rompimiento emocional con el ser que uno ama, que a pesar que no parece físico el dolor se siente en el alma.
alexis
Publicado el 18:38h, 24 julioAsí es mi estimado José Ignacio, en seres complejos como los humanos adicional al dolor físico está el emocional, que como se dice en el articulo puede ser más o igual de doloroso que el físico. Este sin embargo, no necesita de la vía receptores, médula espinal y nociceptores, pues se produce por un desbalance químico cerebral, que implica aumento o disminución drástica de neurotransmisores que causan la sensación de «dolor del alma». Un saludo y gracias.
ununcuadio
Publicado el 11:41h, 26 julioHace poco leí este artículo: http://naukas.com/2013/07/12/para-cuando-una-pastilla-contra-el-desamor/