Día de la mujer y la niña en la ciencia – 11 de febrero
No es fácil, siendo mujer, darse cuenta de los sesgos que hacen que, nosotras mismas, valoremos más los méritos de un hombre que los de una mujer, siendo estos exactamente los mismos a priori. Los sesgos: ese fenómeno tan invisible y tan dañino a la vez.
Está claro que hablar de machismo en la ciencia no es terreno aparte: es machismo y punto. Pero en el terreno de la ciencia y la tecnología (e imagino que en otros también, por supuesto) si no tenemos datos que valorar, nos quedamos dándole vueltas al asunto. Para argumentar hay que tener información veraz. Así que ahí están los informes, los estudios, los experimentos que demuestran que, efectivamente, todos y todas somos machistas.
Lo vemos con el efecto John-Jennifer, inspirado en un estudio que hizo la Universidad de Yale publicado en 2012 en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencia, de los Estados Unidos. El resultado fue la constatación del sesgo inconsciente a favor de los varones, alertando de que, en general, el profesorado de ciencias de las universidades americanas considera menos competentes a las alumnas que a los alumnos que tienen idéntica capacidad y preparación.
En ese estudio querían comprobar si existía sexismo en el mundo académico y llevaron a cabo un experimento: inventaron dos currículos con méritos idénticos, uno con el nombre de John y otro con el nombre de Jennifer. Los enviaron a unos 400 profesores y profesoras de las 7 universidades más importantes de Estados Unidos. Contestaron 137, de los cuales un 70% eran hombres y el 30% mujeres.
Los profesores y profesoras tenían que evaluar las solicitudes de estos dos personajes ficticios, que se suponía que se acababan de licenciar y optaban a un puesto de jefe de laboratorio. ¿Y qué pasó? Pues que con un currículo exactamente igual, los evaluadores asumían que el candidato masculino era más competente que la candidata. Ofrecían mayor salario y más recursos a John. Y eso le pasó a tanto a profesores como a profesoras evaluadoras.
Pero la cosa no queda ahí: en los coles pasa algo parecido. Un estudio llevado a cabo en Tel-Aviv comparaba la evaluación de exámenes hecha por los profesores habituales, que conocen a los alumnos y alumnas, con la evaluación de evaluadores externos en las que era a ciegas (no se conocía el género del alumno o alumna).
El resultado fue abrumador. En los exámenes de matemáticas, las chicas sacaban mejores notas que los chicos en las pruebas evaluadas a ciegas, pero peores notas en las pruebas internas evaluadas por sus profesores habituales. En cambio, en los exámenes de inglés y hebreo no se apreció sesgo en contra de las chicas.
A raíz de este estudio, se hizo seguimiento de esos mismos estudiantes. Los resultados indicaban que las chicas que habían sido desanimadas con las calificaciones elegían los cursos de ciencia en menor medida que los chicos que habían salido bien parados por el sesgo. De hecho, los chicos mejoraban su rendimiento en ciencias en los cursos superiores.
No soy mucho de celebrar el “día de”, pero está claro que uno de los problemas a los que se enfrentan las mujeres en ciencia y, sobre todo las niñas, es la necesidad de que haya más modelos que seguir, más mujeres visibles. Por eso os animo a que organicéis actividades, os hagáis fotos, mandéis vídeos… en fin, todo aquello que haga visible vuestro trabajo como mujeres científicas y tecnólogas, y lo enviéis a 11defebrero.org para lanzarlo al mundo.
Quiero dar las gracias a la iniciativa 11defebrero.org y a Esther Sánchez-García (@impacientifica) por la información proporcionada para hacer esta reseña.
Responsable de comunicación del proyecto europeo Nanocosmos en el IFF-CSIC. A ratos, divulgando #Astrocopla y mezclando ciencia y cabaret. Inseparable de Manuel González. Prima de la gran Agustina Ruiz Dupont. Sin ciencia no hay futuro ni ná de ná.
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