“Hay vida antes de la muerte”, Punset dixit.

Siempre me ha sorprendido la gran capacidad mediática de este hombre que se presenta como abogado, economista y divulgador científico. Una cosa es que no me guste ese estilo en el que se dobla a sí mismo del inglés en sus entrevistas con personajes relevantes del mundo de la ciencia, que a veces los interrumpa o que, incluso, al mezclar tantos conocimientos obtenidos tras tantas entrevistas con sus “amigos científicos” (como él los llama), parezca que sabe más que ellos. Y otra cosa bien distinta es no reconocer que engancha a la gente de a pie porque les dice que pueden ser felices y lo justifica (a su manera, pero lo justifica). Sus últimos libros son una oda en pos de esa búsqueda: “Viaje al optimismo”, “Viaje a las emociones”, “El viaje a la felicidad”, “El viaje al amor”… Este hombre me asombra: no para de viajar.

La Divulgación científica en España ha dado un salto de gigante, principalmente gracias a internet. Pero no podemos negar que Punset ha puesto la ciencia en la calle, en las bocas de la gente. … La tarde del uno de marzo Punset daba una charla abierta al público dentro de las jornadas “Ciencia y Sociedad”, organizadas por la Fundación Banco Santander, en Madrid. Se retransmitió por streaming, pero yo me acerqué para intentar, una vez más, entender a este hombre-fenómeno. El título de la charla era “¿Somos únicos?”. La sala tenía un poco de todo. Y se petó.

Tras proyectarnos un vídeo en el que se introducía la cuestión de qué es lo que nos distingue del resto de seres vivos, Eduard Punset empezó su charla, una charla cargada de anécdotas (factor que, sin duda, acerca al ponente al público desde su lado más humano). Suele mencionar a sus nietas como ejemplo de varias de sus ideas. Ellas lo llaman “Abu”. No puedo evitar que eso me guste.

En una especie de “potaje” de conceptos, Punset nos habló de la capacidad del ser humano para recrear e imaginar situaciones y entornos inexistentes, lo cual nos ayuda a predecir situaciones en el tiempo (por ejemplo, si una silla está mal apoyada, sabemos que quien vaya a sentarse se caerá), o de la importancia de la empatía para ser seres realmente sociales.

Luego Punset afirmó que somos únicos por las redes sociales, por esa capacidad de intercambio de ideas, información, enfermedades, virus… interactuar con los demás es lo que, según Punset, nos hace especiales. Además, el aprendizaje está íntimamente relacionado con esa forma de relacionarnos. Los niños observan, imitan y, al contrario que los chimpancés, comparten y cooperan en la resolución de problemas.

Entonces llegamos a la intuición. “La intuición es una fuente de conocimiento tan válido como la razón”. Dice Punset que la intuición no es irracional, sino que se compone de percepciones que la conciencia almacena en el inconsciente… Se trataría de procesos de cognición complejos que explicarían la toma de decisiones con poca información. Eso de dejarnos llevar por la intuición me pareció un poco arriesgado… Y mezcló esto con la plasticidad de los cerebros, con su capacidad de adaptación, y puso como ejemplo la investigación en torno a los taxistas londinenses, cuyos hipocampos tienen más materia gris en la parte trasera y menos en la delantera que aquellos que no conducen un taxi.

En un momento dado, Punset quiso dar dos consejos. Aunque yo, después del potaje de conceptos que dejó caer, ya no sabía si seguir tomando notas o dejarme llevar por su arrebatador encanto, su tono de voz tan musical y sus anécdotas relajantes. Me hacía sentir tan zen… El caso es que nos dijo que teníamos que “dominar” nuestro elemento, como el surfero domina y conoce su entorno: eso nos hace sentir que controlamos nuestra vida (para mí que ese es el problema: que queremos controlar hasta lo incontrolable). También dijo que era mejor no parar de darle al coco, que si lo hacíamos se atascaba la maquinaria… Yo ya me estaba liando mucho y mi libreta descansaba sobre mi regazo.

 El segundo consejo no me quedó muy claro: hablaba de las nuevas generaciones y de sus carencias, de la necesidad de sustituir competitividad por colaboración. Luego llegó el turno de preguntas y tuve que apuntar algunas de sus frases: “hay que desburocratizar la enseñanza” para que no haya tanta resistencia al cambio; “cambiar de opinión no es traicionarse a uno mismo”; “cualquier tiempo pasado fue peor”; y “hay vida antes de la muerte”… La conclusión final fue que, de lo que más vamos a oír hablar en los próximos 50 años, es de la gestión de las emociones.

Uffff… Menos mal. Y yo pensando que igual nos respondía a la pregunta de si éramos únicos y nos quedábamos todos ojipláticos, como mi amigo Juan Scalitter.

Natalia Ruiz Zelmanovitch

Natalia Ruiz Zelmanovitch

Responsable de comunicación del proyecto europeo Nanocosmos en el IFF-CSIC. A ratos, divulgando #Astrocopla y mezclando ciencia y cabaret. Inseparable de Manuel González. Prima de la gran Agustina Ruiz Dupont. Sin ciencia no hay futuro ni ná de ná.