Los humanos somos únicos, ¿no? (Parte I)
Hay una pregunta que ha rondado la mente de filósofos, teólogos y poetas desde el comienzo de la historia: ¿qué nos hace humanos? La respuesta se ha abordado desde diferentes perspectivas, aunque no fue hasta 1859, con la publicación de una de las obras científicas más revolucionarias de la ciencia, cuando fuimos conscientes de que nuestra especie no era más que un eslabón en la interminable cadena evolutiva. Me refiero al libro que ha otorgado fama inmortal a Charles Darwin: «El origen de las especies». Sin embargo, a pesar de que tenemos a nuestro alcance una explicación racional acerca de la existencia del hombre ―superando tradicionales creencias en mitos y leyendas― no dejamos de cuestionarnos acerca de nuestro origen, acerca de qué nos hace ser únicos y diferentes al resto de seres que pueblan este planeta. La búsqueda de una respuesta no ha terminado aún.
Voy a analizar un artículo que considero de especial relevancia acerca de esta cuestión: ¿Qué nos hace humanos? Respuestas desde la antropología evolutiva (What makes us human? Answers from evolutionary anthropology). Publicado a finales del año pasado en la revista Evolutionary Anthropology, nos encontramos ante un trabajo muy interesante por su planteamiento: un total de trece antropólogos evolutivos con distintas especialidades nos ofrecen su particular punto de vista en diez artículos con este denominador común. James Calcagno y Agustín Fuentes (ambos profesores de antropología) han sido los encargados de requerir la participación de sus colegas sin imponer más limitaciones que la de responder a la pregunta en 800 palabras o menos. Ninguno de los autores ha sabido quienes eran los otros participantes para evitar la tentación de que respondieran anticipándose a los comentarios del resto.
Debido a la extensión de los trabajos dividiré en tres partes el presente análisis: las dos primeras incluirán un resumen de cinco artículos cada una y reservaré la última para exponer mis conclusiones acerca de la cuestión.
Ser humano significa que el “ser humano” significa lo que queramos que signifique
Salvando la quizás algo tosca traducción del título original (Being human means that “Being Human” means whatever we say it means) en este primer artículo, Matt Cartmill y Kaye Brown, antropólogos de la Universidad de Boston, se plantean una pregunta diferente a la más genérica de ¿qué nos hace humanos?, y es ¿cuál de nuestras peculiaridades da a al género humano su importancia y significado únicos? Dado que somos nosotros mismos quienes decidimos qué significan las palabras, podemos establecer la frontera entre el ser humano y el resto del mundo animal donde queramos. De esta forma, el significado, el indicador, y la justificación del estatus humano ha fluctuado a lo largo de la historia occidental. Por ejemplo, el lenguaje ha sido uno de los caracteres preferidos para establecer esa distinción, aunque hemos asistido a sucesivos cambios del propio concepto de “lenguaje” al tiempo que descubríamos rudimentarias capacidades lingüísticas en diferentes animales.
Los autores niegan asimismo que la conducta prosocial nos haga únicos. En antropología se entiende por conducta prosocial la acción de ayuda que beneficia a otra persona sin que necesariamente proporcione beneficios directos a la persona que la lleva a cabo, y que incluso puede implicar un riesgo. Para quienes defienden este criterio diferencial, los seres humanos estarían dispuestos de forma innata a sacrificarse para ayudar a otros, mientras que el resto de simios no. Sin embargo, la sociología nos indica que es necesaria la socialización para superar el egoísmo innato de los niños. Para explicar esta contradicción, los autores se remiten a dos rasgos que sí consideran genuinamente pan-humanos: nuestra propensión a la imitación y nuestra capacidad para ver las cosas desde la perspectiva de otros.
Los humanos son los únicos mamíferos terrestres que imitan sonidos, así como el único animal que imita las cosas que ve. La homogeneidad cultural surge a través de la imitación, no de una innata o prosocial tendencia a asimilar o interiorizar normas y valores. De hecho, para Cartmill y Brown la imitación debe preceder en la ontogenia al comportamiento normativo (a los patrones de conducta, buenas maneras y tabúes) y también en la filogenia homínida. Por otro lado, nuestra capacidad para ponernos en el lugar de otro nos ofrece una valiosa perspectiva adaptativa acerca de las intenciones de nuestros amigos, enemigos, predadores y presas. Podemos ser los únicos animales que encuentran gratificante compartir y ayudar tanto a su propia especie como a otras; pero también somos los únicos que encontramos gratificante causar un daño gratuito.
La genética de la humanidad
Katherine Pollard, actualmente en Gladstone Institutes de la Universidad de California en San Francisco, nos confirma que desde el punto de vista genético no hay mucho que nos haga únicos como especie. Se ha comprobado que, por ejemplo, los genomas humano y del chimpancé (ver Chimpanzee genome Project en inglés) son idénticos en casi un 99%, y que cada uno ha experimentado la misma tasa de cambio desde de la separación de nuestro último ancestro común (hace aproximadamente 6 M. de años).
Sin embargo, existe una evidencia creciente de que las mutaciones en las secuencias reguladoras de los genes que actúan cuando nuestras proteínas son expresadas, desempeñan un papel importante en la biología específica de los seres humanos. Estas secuencias reguladoras, únicas en los humanos, llamadas “regiones humanas aceleradas” (Human Accelerated Regions en inglés) se encuentran cerca de, y probablemente controlan, un grupo importante de genes involucrados en el desarrollo. Debido a que muchos de estos genes son factores de transcripción que controlan la expresión de otros genes, es fácil entender cómo un número relativamente pequeño de mutaciones en las secuencias reguladoras pueden alterar la función de toda una red de genes y, por lo tanto, afectar a un rasgo clave, como la morfología de la pelvis o el tamaño del cerebro.
La secuenciación de cientos de genomas de seres humanos vivos y extintos (como por ejemplo los recientes trabajos de secuenciación del ADN de Homo neanderthalensis), y el estudio de los cambios epigenéticos, podrían ayudar a cambiar el punto de vista actual según el cual, genéticamente hablando, los seres humanos no somos especialmente únicos como especie.
¿Por qué no somos chimpancés?
Robert Sussman, profesor de antropología en la Universidad Washington en St. Louis, comienza analizando lo que nos diferencia de los chimpancés ―nuestros parientes evolutivos más cercanos― como por ejemplo la anatomía (los chimpancés caminan apoyando los nudillos y están adaptados a subir a los árboles, mientras que nosotros somos bípedos terrestres) y el comportamiento (los chimpancés construyen nidos donde habitan y nosotros no). Sin embargo, reconoce que analizar las diferencias en el funcionamiento del cerebro es mucho más difícil.
Para él, hay tres características del comportamiento humano que no se han encontrado ni en los chimpancés ni en otro animal; son únicas y ejemplifican lo que significa ser humano: el comportamiento simbólico, el lenguaje y la cultura.
El comportamiento simbólico es la capacidad de crear mundos alternativos, reflexionar sobre el pasado y el futuro, imaginar cosas que no existen. El lenguaje es la única faceta comunicativa que permite a los seres humanos comunicarse no sólo en un contexto próximo, sino también acerca del pasado, del futuro o, incluso, sobre cosas lejanas e imaginadas, permitiéndonos compartir y transmitir nuestros símbolos a las generaciones futuras. Por último, la cultura es una capacidad que sólo se encuentra en los seres humanos para crear nuestros propios mundos simbólicos compartidos y transmitirlos. Aunque los chimpancés pueden transmitir un comportamiento aprendido, no pueden compartir distintas visiones del mundo.
Cognición, comunicación y lenguaje
Robert M. Seyfarth, profesor de biología, y Dorothy L. Cheney, profesora de psicología, ambos en la Universidad de Pensilvania, sostienen que aunque el lenguaje totalmente evolucionado constituye la diferencia más importante entre los seres humanos modernos y los primates, en el ámbito de la comunicación y la cognición encontramos dos características más simples y básicas ―ambas necesariamente precursoras del lenguaje― que hacen a los seres humanos únicos. La primera es nuestra facultad de representar los estados mentales de otra persona. El resto de primates parecen no reconocer lo que sabe otro individuo, y menos aún percibir cuando está equivocado. Al mismo tiempo, el conocimiento de sus propios pensamientos es limitado ya que parecen incapaces de la introspección necesaria para lograr una planificación deliberada así como sopesar estrategias alternativas. En cambio, los bebés de un año no sólo son conscientes de sus propios pensamientos, sino que los comparten continuamente con los demás.
Además, hay otra diferencia en la comunicación, quizás más básica aun, que nos diferencia del resto de especies animales y es la riqueza de la composición vocal. Las diferencias de los sonidos emitidos por los animales con el lenguaje humano son evidentes: el nuestro posee flexibilidad acústica, es un lenguaje aprendido y ampliamente modificable. Hay una hipótesis que intenta explicar la excepción que representa el ser humano: la presión selectiva impuesta por un ambiente social cada vez más complejo favoreció la evolución de una teoría de la mente completa y esto, a su vez, propició la evolución de una comunicación cada vez más compleja que requería una producción vocal flexible.
Una perspectiva neuroantropológica
Benjamin Campbell, profesor asociado de antropología en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee tiene clara la respuesta:lo que nos hace únicos es un cerebro que ha evolucionado bajo la presión social para convertirnos en individuos conscientes de sí mismos (self-aware en inglés) que nos definimos en función de lo que compartimos con nuestros semejantes.
Así, a diferencia del resto de grandes simios, poseemos una mayor esperanza de vida, un desarrollo tardío, y una tasa de reproducción mayor. En la base de todos estos rasgos descansa el cerebro humano. Las presiones selectivas que llevaron a un cerebro mayor se centraron en las interacciones de grupo que se desarrollan a lo largo de toda la vida, de ahí que sea muy probable que las características específicas de nuestro cerebro guarden relación con la inteligencia social. En suma, los seres humanos somos seres intrínsecamente grupales con prácticas y creencias compartidas.
Licenciado en derecho. Máster en Bioderecho. Doctorando en Ciencias Jurídicas
No soy científico. Mi trabajo diario no está relacionado con la ciencia ni con el periodismo. Por lo tanto, una buena pregunta sería ―y es cierto que me la han planteado alguna vez― por qué dedico tanto tiempo a leer y a escribir sobre temas científicos. Y mi respuesta es que es una necesidad.
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Cabezón
Publicado el 12:34h, 07 mayoPara empezar, ¿quién dice que los chimpancés no son seres humanos? Algunos de los argumentos que se dan a favor del homo sapiens, con la pretensión de que no existen en otros animales resultan ser falsos. Los chimpancés tienen lenguaje y cultura, y sobre el pensamiento simbólico podría ser que sí: les apena la muerte de un ser querido. El problema es que no los conocemos lo suficiente para poder comprenderlos.
Hay mucho de egocentrismo en este artículo. La idea del «hombre = ser superior creado por Dios» nos sigue impregnando a nivel cultural, incluso entre quienes se proclaman ateos.
JLMoreno
Publicado el 13:14h, 07 mayoVeo que compartes a rasgos generales las propuestas de Cartmill y Brown. Efectivamente, las fronteras conceptuales son constructos arbitrarios que nos imponemos, a veces por motivos de sistematización con criterios más o menos coherentes, y otras por mero capricho. Sin embargo, es necesario establecerlas y debatir acerca de su validez porque los criterios empleados cambian con el avance de la ciencia y, sí, es posible que en algún momento se llegue a la conclusión de que los chimpancés deben ser consideramos como humanos. Como sostienen los proponentes, se trata de una pregunta fundamental que merece la pena contestar y para la que aún no tenemos respuesta. Te agradezco el interés y te emplazo a leer el resto del artículo y a debatir a fondo la cuestión en la última parte. Un saludo
Jose David
Publicado el 15:27h, 08 mayoHola.
Sin ser experto en la materia, me ha encantado el articulo, de hecho, me ha gustado mucho y voy a intentar inverstigar algo mas por mi cuenta.
Estoy completamente en desacurdo contigo, Cabezón. Evidentemente, los chimpaces no son seres humanos. No veo el egocentrismo en el articulo tampoco. No tiene nada que ver la idea de Dios, ni de ser superior ni esas cosas que dices. Un chimpace no es un ser humano, al igual que un ser humano no es una serpiente, por ejemplo. Es mi humilde opinion.
Me ha gustado el ariculo, enhorabuena.
Saludos.
Jose David.
Cabezón
Publicado el 17:15h, 08 mayo¿Por qué «evidentemente» los chimpancés no son seres humanos?
Muchas de las características aceptadas en el pasado como criterios de humanidad, resultan ser compartidas por otros animales, no sólo por los chimpancés. Por ejemplo, la cultura se consideraba un comportamiento exclusivamente humano y ahora se acepta que existe en varios animales sociales. El lenguaje, si no lo restringimos a una fonación compleja sino que lo señalamos como una forma de comunicación que implique expresar sentimientos e ideas, pues no es exclusivo de nosotros; la prueba es lo fácilmente que estos simios aprenden un lenguaje de signos o a usar un teclado.
Entre los chimpancés se practica la guerra por motivos arbitrarios, justo igual que entre nosotros (lo que manda el macho alfa), hay prostitución, se elaboran herramientas, algunos incluso son propiedad personal. Muchos de nuestros rasgos como la territorialidad son comunes a ellos.
Simplemente creo que el criterio de humanidad no habría que restringirlo al grupo homo, sino ampliarlo a todos los grandes simios. O, al menos, meter en ellos a los australopitecos y chimpancés… cuyo cerebro viene a ser similar. De hecho, el fósil Lucy viene a ser un chimpancé bípedo, dicho en plan simplista. Y Lucy, me parece a mí, era humana.
Jose David
Publicado el 15:09h, 09 mayoHola.
Bueno, tu consideras a un chimpance como un ser humano, y yo no.
Saludos.
Cabezón
Publicado el 22:15h, 09 mayoAhí está el meollo de la cuestión, lo que trata el artículo. Como tal vez hayan comprobado, soy partidario del proyecto Gran Simio, que busca reconocer derechos humanos a todos los grandes simios. Algo tan simple como permitirles que puedan vivir en libertad, a su manera, sin esclavitud, sin ser víctimas de cazadores, etc. Lo que se pide para todos los homo sapiens (aunque no siempre se respete, pero eso ya es otra cuestión), eso mismo pedirlo, ¡exigirlo!, para esos simios que son tan similares a nosotros que tal vez (sí, he dicho tal vez) sean tan humanos como nosotros.
No es, por tanto, una discusión de índole meramente catedrático, algo cuyo resultado sea casi indiferente para el Universo. Hay varias especies de seres vivos cuyo futuro podría depender de esta discusión. Y no bromeo.
ununcuadio
Publicado el 16:33h, 07 mayoEs un artículo muy interesante, yo lo leí y escribí para otra edición del Carnaval de Humanidades. ¡Gracias por refrescarlo!
JLMoreno
Publicado el 10:34h, 09 mayoVeo que voy a tener que darme prisa con el resto del artículo porque hay muchas ganas de debatir… me encanta!!!
Canción
Publicado el 18:26h, 10 mayoquizas nos ayude algo dar la vuelta a la pregunta:¿somos nosotros chimpancés? Yo no se
Cancon
Publicado el 18:34h, 10 mayoQuizás nos ayude dar la vuelta al argumento:¿somos nosotros chimpancés?¿somos orangutanes. Yo no estoy seguro pero creo que no.
jose david
Publicado el 21:34h, 15 mayoYo si estoy seguro: no soy un chimpancé.
Saludos.
Cancon
Publicado el 18:47h, 10 mayoMe preocupa mucho la idea de «todos somos lo mismo, las mujeres y los hombres, los niños y los adultos, los chimpancés y los humanos, los ancianos y los jóvenes, los disminuidos físicos y los atletas, los gordos y los flacos, los…etc.» Me parece que las diferencias son importantes, las necesidades distintas, las atenciones diferenciales, los impuesto, las comidas…
jose david
Publicado el 22:05h, 12 mayoCabezón. Cualquiera que me conozca un poco, sabrá que soy un ferviente defensor de los animales y de su habitat natural. Reconocer Derechos Humanos a los simios (grandes o pequeños) me parece, sencillamente, absurdo y ridículo, por varios motivos. Primero, todo derecho debe ir acompañado por «deberes», algo que incluso los humanos parece que no entendemos, sobre todo cuando inmigramos. Rápidamente hablamos de derechos, pero no de deberes. Segundo, como ya te he dicho, no considero a los simios (ni grandes ni pequeños) seres humanos, por lo que carece de sentido dotarles de derechos como los nuestros.
Dicho esto, espero que te quede bien claro que soy defensor de los animales tanto o más que tu, es decir, estoy en contra de la caza, de mucha de la experimentación con animales y a favor de que los animales vivan en libertad, a lo cual tienen el mismo derecho que cualquier otra especie. Hablar de los simios (grandes o pequeños) como seres humanos, me parece sencillamente una broma.
Saludos.
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luferbe
Publicado el 19:24h, 04 septiembreLOS SIMIOS NO SE MATAN ENTRE SÍ, NO SE ARROJAN BOMBAS QUIMICAS,
NO SE TORTURAN, NO HACEN MASACRES, NO VIOLAN MUJERES Y NIÑOS
NO ENGAÑAN CON RELIGIONES, NO PRIVAN DE LIBERTAD, NO MIENTEN,
NO FUMIGAN LA ATMOSFERA, NO CONTAMINAN EL AIRE, NO ENVENENAN
EL AGUA, NO SE AUTOMUTILAN, NO SE SUICIDAN…QUE HERMOSA CULTURA LA NUESTRA, ESTAN SEGUROS QUE SOMOS MAS CIVILIZADOS?
COMPAREMONOS A VER QUIEN ES MAS ANIMAL…….
María
Publicado el 13:18h, 05 septiembreEn internet se consideran las mayúsculas como que estás elevando la voz/gritando. Es una cuestión de «netiqueta» el no usarlas ya que se interpreta que estás alterado/enfadado cuando escribes así.
JLMoreno
Publicado el 18:51h, 05 septiembreTras leer su comentario se me han ocurrido muchas cosas que decir, pero en la última entrada de la serie intentaré darle una respuesta a sus afirmaciones. El tono es bastante agresivo pero, en cualquier caso, deberá saber que, por ejemplo, los chimpancés sí luchan: se reúnen en grupos y atacan las comunidades vecinas donde matan a otros chimpancés e incluso a sus crías, el beneficio: expandir su propio territorio.
Este ejemplo no es muy alejado de lo que podríamos considerar un comportamiento clásico de los seres humanos ¿verdad?
En cualquier caso es un tema complejo así que le invito a leer la última parte de esta serie de artículos que aparecerá en breve donde, a buen seguro, podremos mantener un debate en mayor profundidad.
Un saludo
ALBERTO LANNES
Publicado el 02:29h, 02 eneroSi por «civilizados» entendemos ser más buenos con nuestra especie, y amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos, es evidente que los simios, en ese aspecto, son más civilizados que los humanos. Diría que incluso los perros son en ese aspecto mucho más civilizados que los humanos.
En cambio los humanos, debido a la enorme superioridad de inteligencia para hacer tanto el bien como el mal, pueden hacer ambas cosas a niveles imposibles de alcanzar por los animales: por ejemplo, la tortura como acto típico dentro del Mal, y dentro del bien la capacidad de entregar la propia vida para salvar la de un semejante, debida a su conciencia racional y moral superior a la del animal.
Lamentablemente, en el Homo Sapiens son mucho más numerosos los actos destinados a hacer algo dañino hacia un semejante, que los muy pocos casos que se dan entre los animales de la misma especie, salvo en las luchas «a muerte» entre machos de algunas especies por la posesión de las hembras.
En la posibilidad de hacerle un enorme daño a su propia especie, ningún animal puede superar al hombre. Por ejemplo, el Holocausto del pueblo judío, perpetrado por la mente «diabólica» de Hitler, Himmler y muchos otros alemanes tristemente célebres.
Y una derivación de su inteligencia casi «robotizada» o «idiotizada» puede dar lugar a lo que la pensadora alemana Hanna Arendt llamó «La Banalidad del Mal», donde el hombre puede llegar a actuar totalmente al margen de su sentido de responsabilidad moral, por ejecución – como función principal – de miles de actos administrativos repetitivos cuyo objetivo final era el exterminio masivo de hombres, mujeres y niños en las cámaras de gas de los campos de concentración nazis.
ALBERTO LANNES
Publicado el 02:35h, 02 enero¿En qué sentido? Mis sinceras disculpas si me pasé de la línea en algún aspecto.
mi opinión
Publicado el 00:40h, 06 febreroa ver
el matarse entre si esta en muchas especies, los chimpancés nunca están a favor ni en contra de los derechos porque para ellos no hay derechos, sin embargo nosotros se los dimos pero si ponemos a matar a un chimpancé y a castigar al asesino, en el caso contrario el chimpancé no va a dudar que si un humano se mete con el y concluye que la solución es matarlo no lo va ha dudar como yo creería que lo dudaría un humano
cuando un chimpancé negocie soluciones como nosotros ( la gran mayoría de beses porque no creo que todos escribamos desde un bunker de guerra ) en ves que otros lo defiendan creo que se podría hablar de darles derecho humanos a los chimpancés
y aclaro algo aunque el chimpancé se parezca al humano su código genético es muy diferente por eso es que los experimentos con animales no suelen ser con chimpancés sino con ratones de hay el dicho «como rata de laboratorio»
y los chimpancés si pueden aprender lenguaje de señas pero al que yo creo que al que se refieren en el articulo es al lenguaje de por ejemplo La Real Academia Española que es bastante complejo incluso para el humano saberse lo que dice de como hablar es complicado
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Publicado el 15:48h, 08 agosto[…] con la serie iniciada en la anterior entrada que analiza el artículo titulado: ¿Qué nos hace humanos? Respuestas desde la antropología […]