Monstruos y Ciencia
Oscuridad, solo eso, además de un intenso y sobrecogedor ardor. Era una de esas noches extremadamente calurosas, lo que obligaba a dormir con las ventanas abiertas. Su cerebro casi dormitado no pensaba en algo en concreto, solo existía la agradable sensación de la brisa cruzando el umbral y el bailar de las cortinas. De pronto, como en un sueño, una sombra inesperada, intrusa, parecía estar recorriendo la habitación, apareciendo y desapareciendo camuflándose en la penumbra. Comenzó a asustarse y encontró una mirada. Un hombre alto, robusto, elegante y de seductores ojos negros la tenía suavemente de la mano. Su mirada era profunda, cálida, de esas que recorren el alma. Quería evitarla pero era imposible, se sostuvieron la mirada el uno al otro. Todo signo de problemas, dolor o cansancio, simplemente desapareció. Lo siguiente que recordaba era como las poderosas manos sujetaron sus hombros, y una boca, que ahora se mostraba espantosa, se cerró sobre su cuello mientras era perforada por dos punzones ardientes, que comenzaron a desviar su fluido vital hacia el interior del maléfico ser. La sensación era magnífica a tal punto que toda desesperación y forcejeo se esfumaron, lo que también ahogó el grito que afloraba en su garganta…
Vampiros, hombres lobo, zombis, monstruos construidos a partir de retazos. Todas estas espectaculares criaturas se encuentran en estas fechas muy cerca de nosotros. Sin embargo, ¿qué nos cuenta la ciencia acerca de ellas? En este artículo haremos un recorrido científico a través de los mitos de Drácula y Frankenstein.
Todo comenzó durante el año de 1816, conocido como el año sin verano, en Suiza, concretamente en Villa Diodati, en donde coincidieron Lord Byron, su médico de cabecera, el doctor John William Polidori, y la joven Mary Wollstonecraft Godwin con su futuro esposo Percy Bysshe Shelley (de quien posteriormente tomaría el apellido, convirtiéndose en la muy conocida Mary Shelley). A causa del perseverante mal tiempo, una tormenta impidió a Mary y Percy continuar su viaje durante la noche del 16 de junio. Decidieron alojarse en Villa Diodoti con Byron y Polidori. Como entretenimiento nocturno, leyeron Fantasmagoriana, ou Recueil d’histoires d’apparitions de spectres, revenants fantômes. Aprovechando el lúgubre ambiente, Byron tuvo la idea de desafiar al grupo a escribir historias de terror. Entre el 16 al 19 de junio Percy Shelley escribió “Los asesinos”, basada en experiencias de su juventud; Byron apuntó un fragmento de “El entierro” y Polidori comenzó “El Vampiro” basado en la personalidad de Byron. Mary Shelley no estuvo realmente inspirada pero la jornada sirvió para el inicio de lo que más adelante sería su magistral obra.
Byron y Polidori establecen el arquetipo del “vampiro aristócrata y seductor”, elegantemente vestido, con una ligera palidez y buen mozo, con impresionante voz seductora, labios rojos e incuestionable carisma sexual.
El vampiro más famoso es sin embargo, el Conde Drácula, personaje inventado por Bram Stoker, y posiblemente inspirado en la vida del muy real Vlad Draculea, perteneciente a la Orden del Dragón (Dracul), también llamado Vlad Tepes «el Empalador”. Vlad fue gobernante del principado de Valaquia (hoy el sur de Rumanía) famoso por su increíble crueldad al defender su país de las invasiones por parte del Imperio Otomano y los boyardos en el siglo XV. Tenía como costumbre empalar a enemigos, delincuentes y traidores, aplicando sin contemplación la guerra psicológica. De entre todas las atrocidades que llevó a cabo durante su mandato destacan los miles de enemigos empalados que colocó frente a las murallas de sus fortificaciones y las casi 24.000 narices que arrancó a los cadáveres de sus enemigos. La tradición rumana dice que fue enterrado en la isla monasterio de Snagov, a unos 40 kilómetros al norte de Bucarest. Al haber sido excomulgado, el alma de Vlad no puede descansar en paz, y así vaga como un muerto en vida sin encontrar el descanso eterno.
Al igual que el personaje de Drácula, algunas de las características que se atribuyen a los vampiros parecen estar inspiradas en una serie de raras, y en la época desconocidas, enfermedades que afectan a algunos seres humanos. La primera en la lista es la porfiria, una extraña enfermedad de la sangre.
Seres pálidos que necesitan vivir en la oscuridad porque la luz solar los debilita, y que necesitan sangre fresca para reponer la suya (ese era el tratamiento en el siglo XIX); además de presentar un inexplicable repulsión hacia los ajos. Estos síntomas se atribuyen a la porfiria, una terrible enfermedad relacionada con la producción deficiente en las enzimas que intervienen en la biosíntesis del grupo hemo (componente de la hemoglobina). La porfiria se caracteriza por una sobreproducción y posterior acumulación de las llamadas porfirinas.
El célebre químico alemán Hans Fisher, ganador del premio Nobel de Química en 1930, describió a las porfirinas de una forma muy sencilla y elegante: “Son los compuestos que hacen la hierba verde (debido a la clorofila) y la sangre roja (por el grupo hemo)”. Miradas con ojo químico las porfirinas son un grupo de compuestos, que se caracterizan por la presencia de un anillo heterocíclico (carbono y nitrógeno) plano, denominado tetrapirrol, en cuyo interior se puede alojar un ion metálico. Cuando se sitúa un ion Fe (II), se da lugar al grupo hemo; cuando se trata de un ion Mg (II) se tiene la clorofila.
En las personas con porfiria, las porfirinas se acumulan en la piel, los huesos y los dientes. Algunas de estas sufren una reacción en presencia de luz. Químicamente hablando la acción de la luz sobre las porfirinas genera una excitación electrónica en la molécula que, por medio de un proceso de transferencia de electrones, da lugar a la formación de radicales libres a partir de otras moléculas que se encuentran próximas. Estos radicales libres producen nuevos compuestos que finalmente son los causantes de la destrucción de los tejidos. Como consecuencia, la piel se cubre de ampollas y los huesos se desgastan. Esto, en casos graves, puede llegar a provocar desagradables mutilaciones en las que orejas y nariz aparecen como corroídas, los labios deformados, las encías descarnadas, a tal punto que dejan ver los dientes (con sensación visual de colmillos). En el proceso también se produce una fuerte anemia (debido a la concentración baja de hemoglobina en la sangre), lo que provoca una gran debilidad y un tono pálido semejante al de un cadáver. ¿Y el ajo? Históricamente este vegetal se ha considerado como un repelente hacia los vampiros. ¿Existe algo que decir al respecto por parte de la química? La respuesta es sí. Una característica particular del bulbo de ajo es el fuerte olor que emana al cortarlo. Cuando se corta un ajo, la enzima aliinasa actúa sobre el aminoácido (exactamente un sulfóxido) aliína convirtiéndolo en alicina que, al perder su único átomo de oxígeno, se transforma, a su vez, en disulfuro de alilo (o disulfuro de dipropenilo). La alicina es el principal causante del mal olor que desprende el ajo (más acerca de malos olores aquí). Algunos estudios sugieren que el disulfuro de alilo produce la descomposición del grupo hemo, por lo que comer ajo acrecienta los síntomas de las personas con porfiria y crea repulsión después de la primera vez que se ingiere. Así, estos compuestos al ser inhalados producen molestias a las personas con porfiria, y de aquí finalmente se obtiene el mito del por qué los vampiros odian el ajo.
Otras enfermedades como la catalepsia, y la peste blanca, como se conoce a la tuberculosis, también en su momento fueron consideradas vampíricas. En el caso de la primera, la persona presenta un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad y de sensibilidad en el cuerpo, no existe respuesta a estímulos visuales o táctiles y la piel se torna pálida. Debido a la pérdida del control muscular y la desaceleración de las funciones corporales, tales como la respiración, la digestión y el latido cardíaco, la persona parece estar muerta. En muchos casos los síntomas de la enfermedad llevaron a enterrar a personas que aún estaban con vida, pero que no demostraban signos vitales.
Por otra parte, la peste blanca es una enfermedad contagiosa transmitida por la bacteria Mycobacterium tuberculosis. Durante los siglos XIX e inicios del XX, los síntomas de la tuberculosis caracterizados por extrema debilidad, palidez, falta de apetito y tos con presencia de sangre, hicieron creer a la población que quienes padecían la enfermedad habían sido atacados por un no-muerto y que después de enterrados regresarían a atacar y cazar a otros. El único remedio para librarse del “vampiro” era exhumar su cadáver, sacarle el corazón y quemarlo. De igual manera, el mito de los “niños vampiro” está relacionado con una extraña enfermedad hereditaria de la piel: La xerodermia pigmentosa. Los niños con la enfermedad solo pueden salir a jugar en la noche, pues su piel no es capaz de repararse tras un daño con la luz ultravioleta proveniente del sol. Con el paso del tiempo la dermis se ve tan afectada que se torna delgada en extremo y con pigmentación moteada; aparecen vasos sanguíneos aracnoideos (vasos expuestos y dilatados que se pueden mirar a simple vista en la piel, en las membranas mucosas y en la esclerótica de los ojos, que en algunos casos sangran profusamente) y finalmente cáncer en la piel. Esto con frecuencia ocurre antes de que el niño tenga 5 años, por lo cual la enfermedad es muy infrecuente en adultos. Lastimosamente aún no tenemos un tratamiento efectivo para este trastorno por lo que solo se recomienda protección completa hacia la luz solar. Incluso la luz que entra a través de las ventanas y lámparas fluorescentes es peligrosa. El uso de ropa protectora, filtros solares de alto factor (FPS 70 o superior) y gafas muy oscuras con protección contra luz ultravioleta pueden adoptarse sin mayores resultados. Finalmente se recomienda realizar la extirpación de los tumores conforme vayan apareciendo.
Por otro lado, en el caso del monstruo a partir de retazos de otros cuerpos, la clave hacia la vida tiene que ver con la electricidad. Esto nos lleva a hablar de su concepto, específicamente hacia el concepto erróneo de «la electricidad animal», que causó singular impresión en el público de inicios del siglo XIX. La electricidad animal fue la inspiradora de la que se considera la primera gran obra del género de ciencia ficción. En el año de 1818 Mary Shelley (antes de casarse Mary Wollstonecraft Godwin) publicó su primera y más espectacular novela, en cuya trama un excéntrico y solitario científico, Victor Frankenstein, intenta rivalizar con Dios; decide construir una criatura a partir de restos de seres humanos y brindarle el hálito de vida mediante la electricidad. Tan espectacular relato es el eje central de la obra “Frankestein o el moderno Prometeo”, en relación a que el protagonista toma el fuego de la vida (ejemplificado en la electricidad) y es capaz de crear, inconsciente de las consecuencias, un monstruo sin igual.
No obstante, la historia real nos lleva al año 1786 en la ciudad de Bolonia. Allí, Luigi Galvani, un profesor italiano de anatomía y obstetricia realizaba experimentos en su laboratorio. Un día, mientras disecaba una pata de rana, su bisturí tocó accidentalmente un gancho de bronce del que colgaba la pata, se produjo una pequeña descarga y observó que la pata se contrajo espontáneamente; Galvani, intrigado, continuó investigando el sorprendente fenómeno. En otro experimento obtuvo contracciones en ancas de rana cuando se aplicaban pequeñas corrientes desde un condensador eléctrico (Botella de Leyden). Concluyó que se encontraba en presencia de “electricidad animal”, es decir electricidad almacenada en la anatomía de la rana.
Para 1791, Galvani publicó todos sus experimentos y conclusiones (ahora erróneas) en el libro: “De Viribus Electricitas”, título que no encuentra traducción con sentido en el español actual, pero que se puede interpretar como “De la electricidad vivificante”. Con tal publicación la fama de Galvani se difundió en forma notable. Uno de sus discípulos y primo suyo, Giovanni Aldini, llegó al punto de experimentar con cadáveres y cabezas humanas cortadas al pie de las guillotinas, insertarles electrodos y generar las más espeluznantes muecas jamás vistas hasta ese momento. En una ocasión el ojo izquierdo del rostro de un cadáver se abrió de una manera espantosa. Algunos de los asistentes a la experiencia comenzaron a gritar y llorar, temiendo que el hombre volviera a la vida y tuviera que ser ejecutado una segunda vez. Uno de los asistentes quedó tan impresionado por tal espectáculo que sufrió un ataque cardiaco y murió en forma instantánea.
Los trabajos de Galvani acerca del efecto de la electricidad sobre la patas de rana llamaron la atención de otro italiano, Alejandro Volta, profesor de física de la Universidad de Pavía. Para Volta las contracciones de la rana no indicaban nada fuera de lo común. No existía ningún tipo de electricidad distinta a la ya conocida. En varios escritos publicados entre 1792 y 1793 Volta explicó que las contracciones se debían a la corriente eléctrica externa. Simplemente, los nervios y músculos de la rana se comportaban como un aparato extremadamente sensible capaz de detectar corrientes eléctricas muy débiles, mucho más que las medibles con el instrumental de entonces. Para apoyar su razonamiento, Volta experimentó con combinaciones de varios metales con el fin de demostrar que eran capaces de generar corriente eléctrica. La primera prueba la realizó colocando su lengua en los terminales del sistema, al detectar la pequeña descarga concluyó que la saliva de su boca contribuía al efecto al cerrar el circuito. En 1800 Volta escribió una carta a la prestigiosa Royal Society of London, con la descripción de su invento: la primera pila eléctrica práctica o “pila voltaica”. Este prodigio se constituyó en la primera pila húmeda funcional del mundo. Estaba compuesta por discos alternados de cobre y zinc, separados por rodajas de cartón humedecidos en solución salina, y conectados en serie. La potencia de la pila dependía del número de discos utilizados. El invento de Volta despertó un gran entusiasmo y sirvió de impulso para los científicos de toda Europa, de tal forma que casi en forma inmediata se descubrió que la corriente eléctrica podía descomponer el agua, en un proceso ahora muy conocido y denominado electrólisis.
Los estudios de la pila sirvieron de base para los trabajos de Humpry Davy, Químico ingles descubridor de varios elementos químicos. Davy construyó una poderosa pila que contenía 250 placas de metal e hizo pasar corriente eléctrica a través de sosa y potasa, sustancias conocidas que se sospechaba podrían descomponerse. De la potasa se obtuvo un metal brillante y blando, que resultó explosivo al colocarse en contacto con agua. En vista de su procedencia el elemento fue bautizado como potasio. Una semana después Davy obtuvo el sodio a partir de sosa, y un año después consiguió aislar cuatro elementos adicionales: bario, calcio, estroncio y magnesio. La fama adquirida por Davy después de sus descubrimientos fue tal que la gente pagaba hasta 1500 euros actuales por asistir a algunas de sus conferencias. Davy terminó su vida siendo rico y famoso, presidiendo la Royal Society y considerado un símbolo nacional.
Sin la pila de Volta, y los experimentos y conclusiones previas de Galvani acerca de las “ranas convulsionantes” nada de aquello hubiese sucedido; Shelley no habría tenido la inspiración necesaria para empezar su obra, en la ya mítica reunión en Villa Diodati junto a Lord Byron y Polidori, y ciertamente la fiesta de Halloween no tendría Drácula ni Frankenstein que mostrar.
Alexis Hidrobo P.
Nota: Este post participa en el XXVIII Carnaval de Química, que se aloja en el blog Flagellum del reconocido divulgador Ramón Andrade (@3DCiencia).
Para Saber más:
- Walter Gratzer. Eurekas y Euforias. Editorial Crítica. Barcelona. 2004.
- José luis de los Ríos. Químicos y química. Colección ciencia para todos. Fondo de cultura económica. México. 2011.
- Robert Wolke. Lo que Einstein le contó a su cocinero 2. Ediciones Robinbook. Barcelona. 2005.
- Alexis Hidrobo P. El tamaño sí importa y otras historias con Ciencia. Editorial académica española. 2013.
- Revista muy Interesante. Edición noviembre. 2010.
- http://www.gibralfaro.uma.es/criticalit/pag_1837.htm
- http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Curiosid/Rc-62/Rc-62.htm
Invierto mi tiempo en la enseñanza de Química en la Universidad San Francisco de Quito. Además me apasiona la divulgación científica y la ciencia ficción.
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Publicado el 09:42h, 31 octubre[…] Monstruos y Ciencia […]
ununcuadio
Publicado el 11:20h, 31 octubre¡Genial post! Una mezcla perfecta de historia, literatura y ciencia. Lo he disfrutado un montón!
alexis
Publicado el 17:15h, 31 octubreMuchas gracias. Yo también disfrute mucho el escribirlo, y ahora si acerté a la fecha. Gracias a los editores de Hdc. Un saludo y felices sustos.
Alexis
Dani
Publicado el 11:24h, 03 noviembreGenial post, Alexis.
Muy currado.
Salud!
alexis
Publicado el 19:56h, 03 noviembreEs todo un honor viniendo de ti. Muchas gracias. Seguiremos en el intento de llevar química y entretencion a todo publico. espero estar lográndolo. Un gran saludo.
Alexis.
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