Reseñas HdC: Eso no estaba en mi libro de Historia de la Ciencia
Eso no estaba en mi libro de Historia de la Ciencia
Autor: Eugenio Manuel Fernández
Editorial: GUADALMAZÁN
Colección: Divulgación Científica
Año: 2018
Páginas: 240
ISBN: 9788494608575
Precio: 17 €
SINOPSIS
La historia de la ciencia atesora muerte por doquier, y no, los libros de historia no nos la suelen desvelar: científicos con prometedoras carreras truncadas por experimentos fallidos con desenlaces fatales, hórridos accidentes, asesinatos viles, además de envenenamientos, ejecuciones de toda clase, enfermedades exóticas, sobredosis de sustancias estupefacientes, mordeduras de ofidios ponzoñosos, caídas de precipicios, suicidios…Eso no estaba en mi libro de Historia de la Ciencia es una crónica negra veraz -con unas gotas de humor cuando es preciso-, con los protagonistas de esta disciplina como nunca antes se había presentado a los lectores.
RESEÑA
Tenía muchas ganas de leer este libro de la editorial Guadalmazán, recién salido de la imprenta hace apenas un par de meses. Dos motivos de peso tenía para ello. El primero era su autor, Eugenio Manuel Fernández, un referente de la divulgación científica al que sigo desde hace años y con el que comparto formación (físico por la Universidad de Sevilla). Eugenio Manuel ya estaba ahí cuando yo empecé a adentrarme en el mundo de la divulgación científica en Internet. El segundo es su título. No hay que ser un amante de la historia de la ciencia (como es mi caso) para sentirse atraído por esta «crónica negra de la ciencia». Como se dice en la contraportada del libro,
Muchos son los científicos que han tenido vidas desgraciadas, que han sufrido accidentes, que han padecido enfermedades fortuitas, que han sido ejecutados, apuñalados, ahorcados, despeñados, o mordidos por algún bicho mortífero; y, para que cunda el pánico pero no caer en depresión si algún lector es científico, hemos salvado -en el último momento- a algunos de estos hombres y mujeres de la Ciencia…pero por muy poco.
En efecto, el libro se centra en las historias de hombres y mujeres dedicados a la ciencia -hasta 150- que murieron por alguna razón que merece la pena mencionar. Esto incluye a físicos, químicos, biólogos, matemáticos, botánicos, médicos, entomólogos y un largo etcétera. Y aunque el tema central gire alrededor de la muerte, en realidad es un homenaje a su vida, corta la mayoría de los casos, pero suficiente para aportar su granito de arena en la construcción del edificio de la ciencia. Ese es seguramente el mayor mérito de este libro: el de sacar a la luz las aportaciones de científicos poco conocidos, cuya labor ha resultado igualmente fundamental en el desarrollo de la ciencia. Y todo ello sin olvidarse tampoco de los grandes nombres que tuvieron un final trágico, como Arquímedes, Antoine Lavoisier o Pierre Curie.
Eugenio Manuel Fernández Aguilar es Licenciado en Física y profesor de secundaria en Rota, Cádiz. Ha publicado varios libros de divulgación científica, entre los que se encuentran tres biografías científicas: La conspiración lunar, ¡vaya timo! (Laetoli), Arquímedes (RBA, NG), Ampère (RBA) y Boyle (RBA). Pertenece al equipo de autores de libros de texto de ciencias de secundaria en Algaida-Anaya y también ha participado en antologías de poesía. Mantiene los blogs «Ciencia en el siglo XXI» (de carácter general y personal) y «Ciencia en blanco y negro» (sobre historia de la ciencia en la red Naukas). Eso no estaba en mi libro de Historia de la Ciencia es su primera obra publicada por Guadalmazán.
El libro está dividido en cinco capítulos, en los que, como ya hemos avanzado antes, se presentan los científicos de acuerdo al tipo de muerte que han sufrido. Las hay de todo tipo: enfermedades, asesinatos, suicidios, accidentes…Al final de cada capítulo hay un apartado de lecturas adicionales muy completo, algo que se agradece enormemente. Por último, el libro se cierra con el clásico Índice onomástico.
El primer capítulo, EL MÁRTIR DE LA MEDICINA PERUANA Y OTROS CASOS DE LABORATORIOS MORTALES, está dedicado a científicos que murieron por la enfermedad que investigaban. En buena parte de los casos tuvo mucho que ver la temeridad del propio científico; un buen ejemplo es el de Daniel Carrión, un estudiante peruano de medicina. Carrión se infectó una enfermedad, la verruga peruana, pero acabó manifestando los síntomas de otra mortal, la fiebre de Oroya. En otras ocasiones, sin embargo, fue simplemente por desconocimiento, como el caso de la química Karen Wetterhahn, quien murió por culpa de unas gotas de un derivado del mercurio que cayeron sobre los guantes de látex de su mano en 1996. Gracias a ella, las normas de seguridad para la manipulación de esta sustancia se han vuelto más severas.
El segundo capítulo, EL MÉDICO QUE MURIÓ DE UNA PALIZA Y OTRAS HISTORIAS DE CIENTÍFICOS ASESINADOS, está repleto de científicos que fallecieron de forma violenta, en la mayoría de los casos no directamente por su trabajo, sino en guerras, revueltas…No podía faltar aquí una de las muertes más famosas de la historia: la de Arquímedes a manos de un soldado romano, mientras el genio griego dibujaba en el suelo figuras geométricas. Otra pérdida dolorosa en un conflicto armado es la del químico inglés Henry Moseley durante la Primera Guerra Mundial, de quien Isaac Asimov llegó a decir que su muerte era «la más costosa para la humanidad debida a la guerra».
En el tercer capítulo, EL NATURALISTA QUE SE LANZÓ AL SENA Y OTRAS HISTORIAS DE MUERTES VOLUNTARIAS, se habla de suicidios de todo tipo: venenos, pistolas, sogas, saltos al vacío…, «lo cual no resta heroicidad a toda una vida», como aclara el autor. Al contrario, la mayoría de estos suicidios tienen su principal causa en la sobrecarga de trabajo y la presión. Digno de mención es el caso de Adam Czerniaków, quien se quitó la vida por medio de cianuro al no poder evitar las deportaciones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Y qué decir de Alan Turing, uno de los más grandes héroes de la ciencia a quien, sin embargo, la sociedad dejó de lado cuando fue acusado de homosexualidad, tras lo cual acabó suicidándose.
El cuarto capítulo, EL ENTOMÓLOGO QUE MURIÓ LEYENDO UN WHATSAPP DEL SIGLO XIX Y OTRAS HISTORIAS DE CIENTÍFICOS CON MALA PATA, gira entorno a accidentes de cualquier índole: ahogamientos, naufragios, accidentes de tráfico y de avión, atropellos, caídas desde diferentes alturas…Entre la larga lista de ilustres accidentados, destaca la figura del físico francés Pierre Curie, quien resbaló un día lluvioso al cruzar una calle de París con la mala suerte que un coche de caballos le pasó por encima. En el otro extremo está el sastre austrohúngaro Franz Reichelt, que un día subió al primer piso de la Torre Eiffel y se lanzó al vacío con una especia de capa con capucha. Un estupidez que le costó la vida.
EL HERPETÓLOGO QUE REDACTÓ SU MUERTE EN UN DIARIO Y OTROS CASOS DE PERSONAS VÍCTIMAS DE LA NATURALEZA SALVAJE es el título del quinto y último capítulo, donde se estudia las muertes causadas por la naturaleza, ya sea por desastres naturales o por el ataque de animales. Quizás porque me fascinan las serpientes, me ha sorprendido la increíble historia de Grace Wiley. Esta bibliotecaria se convirtió con más de cuarenta años en domadora de serpientes. Primera trabajó en un zoo y luego realizó sus propias exposiciones. Después de dos décadas, un error fatal con una cobra india acabó con su vida mientras posaba para un fotógrafo. También desconocía los estragos de la fiebre amarilla hasta que se encontró su responsable, que no es otro que el mosquito Aedes aegypti.
No quiero terminar sin incluir aquí la respuesta que dio la química ghanesa Marian Nkansh cuando le preguntaron qué clase de ciencia se necesita en África, «un ejemplo para todos los seres humanos y consigna para todos los héroes de la ciencia del futuro». Lo que dijo Nkansh fue lo siguiente
Se necesita una ciencia que resuelva los problemas de nuestro continente. Cada región del mundo tiene problemas peculiares y nuestra tarea es identificarlos y resolverlos. A veces nos sumamos a cosas cool, o de moda, pero los problemas de África tienen que ver con la seguridad, con las enfermedades y con la cobertura de necesidades básicas de la gente, de eso nos tenemos que ocupar.
En definitiva, un libro ameno e inteligente, que hará las delicias del gran público por la variedad y calidad de sus historias. Una fuente de futuras consultas en el caso de los amantes de la divulgación científica. Y un punto de partida para una investigación más profunda de cualquiera de sus personajes, para aquellos lectores más curiosos e inquietos. Imprescindible.
Os recordamos que los días 13, 14 y 15 diciembre de 2018 tendremos nuestra quinta edición de Desgranando Ciencia. Para más información, seguid leyendo el blog.
Licenciado en Física. Divulgador científico.
Carlos Reina
Publicado el 00:42h, 25 noviembreMuy buena reseña, de un magnífico libro. Aun lo estoy leyendo, pero tengo la certeza de que es un libro francamente original. Una joya.