Especial Reseñas HdCiencia – El cine y la «genética-ficción» (3): Splice
Año: 2009
País: Canadá
Dirección: Vincenzo Natali
Guión: Vincenzo Natali, Antoinette Terry Bryant, Doug Taylor
Intérpretes: Adrien Brody, Sarah Polley, Brandon McGibbon, David Hewlett, Abigail Chu, Delphine Chanéac, Amanda Brugel, Stephanie Baird
Sinopsis
Clive y Elsa son dos brillantes científicos que, por medio de la ingeniería genética, se dedican a crear variaciones de especies conocidas. Aunque han alcanzado el éxito, su ambición les hará perder el control, cuando, en secreto, decidan llevar sus experimentos más allá de la moral. Combinando ADN humano en sus experimentos genéticos obtendrán un nuevo escalón en el árbol evolutivo actual.
A lo largo de este especial de Reseñas HdC, hemos visto cómo el cine de ciencia ficción de las últimas décadas se ha visto influido por los últimos avances en genética; en la primera entrega, se nos planteaba una historia acerca de un futuro en el que la identidad genómica de las personas es pública, notoria y además condicionada desde el nacimiento. En la siguiente, visitamos realidades alternativas en las que la clonación humana se convierte en un avance médico estandarizado. Hoy comentaremos un caso diferente, que se aleja de las implicaciones morales que implica la manipulación de embriones humanos pero en cambio avanza por derroteros igualmente perturbadores. Se trata de la creación de formas de vida previamente inexistentes, por medio de ingeniería genética. Puede parecer una idea totalmente futurista y desproporcionada, pero hay que recordar que la tecnología existente hoy día nos permite generar organismos genéticamente modificados en multitud de formas: efectivamente, la disciplina de los organismos transgénicos lleva mucho tiempo progresando y proporcionándonos importantísimos avances en medicina y agricultura, principalmente; y sin embargo, la opinión pública sigue estando en gran mayoría en contra de su desarrollo. Imaginemos lo que significaría, en lugar de hacer organismos existentes con un sutil cambio en uno de sus genes, crearlos desde cero o mezclar especies para crear híbridos imposibles.
La pareja de protagonistas. Se nota que son científicos porque miran monitores y microscopios (fuente)
Pues bien, esto es seguramente lo que pensó Vincenzo Natali cuando concibió Splice, película reminiscente en gran medida del cine del primer David Cronenberg, donde una base científica someramente plausible servía de escenario para terroríficas historias donde la humanidad de los protagonistas se pone a prueba, sacando a relucir los instintos más primitivos del ser humano (ejemplos podrían ser Shivers/vinieron de dentro de o The breed, traducida incomprensiblemente al castellano como Cromosoma 3). En el caso que nos ocupa, los protagonistas son una pareja de científicos encarnados por Adrien Brody y Sarah Polley. Cabe mencionar y hacer hincapié, dado que nos encontramos en Hablando de Ciencia, que la representación de los científicos en esta película es prácticamente una parodia, un constructo de lo más artificial: Clive y Elsa son unos científicos «de moda», unos genios embatados que salen en portadas de revistas y que utilizan sus mejores dotes para encandilar a los auténticos jefazos del cotarro, unos empresarios con traje pero sin escrúpulos a los que no les importa qué tipo de genes manejen sus empleados con tal de que produzcan pingües beneficios. Evidentemente, esta imagen de los científicos y del mundo de la investigación dista mucho de la realidad, aunque hay quien podría entrever una exageración de la percepción que mucha gente tiene de las industrias privadas que desarrollan organismos modificados genéticamente. En cualquier caso, la exageración es fácilmente pasada por alto en pos de una historia característica de serie B, típico argumento de ambiciones científicas desmedidas y monstruos imposibles; en definitiva, una de tantas puestas al día de la historia de Frankenstein y el moderno Prometeo. Como buena película «de monstruo», la película realmente guarda sus mejores bazas en cuanto aparece en escena el auténtico protagonista, este extraño ser cuyo genoma ha sido ensamblado como un puzzle, utilizando genes de distintas especies; entre ellas, la humana, y ahí empiezan los problemas para todo el mundo. El mayor hallazgo de la película es precisamente la sutil humanidad de la criatura, que al estar patente desde la más tierna infancia, impide a sus creadores deshacerse de ella cuando son conscientes de lo arriesgado de su proyecto. Comienza entonces un tour de force en el que la pareja de científicos verá puesta a prueba su relación tanto sentimental como laboral, cuando se enfrenten a una suerte de siniestra paternidad para con un ser que a lo largo de un peculiar desarrollo va adquiriendo características de lo más escalofriantes.
Probablemente este es uno de esos momentos en la vida en los que NO deberías mostrar tu mano sin guantes (fuente)
Como hemos comentado antes, no hay nada especialmente científico en el desarrollo de la cinta, si bien todas las características del increíble ser beben directamente de los referentes existentes en el reino animal. Tampoco la revisión del mencionado mito de Prometeo aporta grandes novedades: la responsabilidad de crear vida, y la conveniencia de manipular los genomas como si de un juego se tratase, son temas que se han tratado en multitud de obras comenzando por las que ya hemos reseñado aquí. Sin embargo, la parte media del film, con la llegada a la adolescencia y madurez sexual del bichito, aporta interesantes giros a la trama, que como decimos se acerca a la obra del también canadiense Cronenberg donde ciencia, sexo y pulsiones humanas son a menudo los ingredientes básicos.
La auténtica protagonistas del film. No es humana, pero lo parece…
… hasta que uno se fija en las patazas. Bueno sí, y en que tiene rabo (fuente y fuente)
Terminaremos la reseña con una nota de divulgación, para que no se diga; ¿a qué se refiere el título «Splice»? La palabra inglesa se traduciría al español por «unir, empalmar», y hace referencia a la estrategia de unión de genes que los científicos llevan a cabo para construir a su «hijo». Este término se basa en un concepto «lineal» de la información genética, en la que los genes se entienden como fragmentos de información consecutivos a lo largo de la molécula de ADN. La genética molecular actual nos ha hecho entender que hay mucho más que linealidad en la forma en que se organiza la información genética y en cómo se modula, pero quedémonos con este concepto lineal que también es correcto en su mayor parte. En el contexto de la película los genetistas, para crear un nuevo organismo, van «empalmando» genes de distintos animales, a modo de puzzle (me viene a la cabeza la típica imagen de alguien escapando por una ventana empalmando sábanas y cortinas anudados, dando lugar a una cuerda hecha de trocitos distintos). Pues bien, resulta que en cualquier organismo que utilice ADN como material genético (es decir, TODOS los organismos conocidos) se da un proceso similar: la información genética no sólo incluye trocitos de secuencia que son un molde para formar proteínas; también hay trozos de secuencia flanqueantes e intermedios que sirven para separar regiones funcionalmente diferenciadas, o para que se unan proteínas reguladoras, y multitud de cosas más. Y en el paso que va desde el molde de ADN orginal hasta el ARN mensajero que es únicamente la información que sirve para construir proteínas, todos los trozos intermedios y flanqueantes se eliminan mediante un proceso de corte y empalme conocido como, precisamente, splicing. Los trozos de secuencia que contienen información para construir proteínas se llaman exones, y los trozos separadores intrones. Una compleja maquinaria denominada spliceosoma (a falta de un término castellano más específico) se encarga de eliminar los intrones y empalmar los exones para dar lugar al molde exacto que se traducirá a proteína. Según procesos de splicing alternativo, pueden construirse proteínas ligeramente diferentes, lo cual da una multitud de posibilidades extra a la información genética contenida en el ADN. Algo parecido sucede con los mecanismos que dan lugar a la infinita variedad de anticuerpos de que dispone nuestro organismo, a partir de unos pocos genes, como expliqué en este extenso artículo para los interesados.
Esquemita del proceso de splicing alternativo que da lugar a proteínas ligeramente diferentes a partir de un mismo gen. Recordemos que el mRNA (ARN mensajero en castellano) es el resultado de convertir la secuencia de ADN en una copia de ARN equivalente, manteniendo la información pero cambiando la naturaleza química para facilitar la traducción a proteína (fuente)
Y con esta nota terminamos de comprobar cómo los conceptos científicos son mutados y procesados a su vez, por el mundo del cine, para dar rienda suelta a la imaginación y la plasmación de las más perturbadoras pesadillas. Sin duda, cuanto más sepamos de las bases moleculares de nuestra propia humanidad, más sorpresas nos deparará esta fuente inagotable de derroche imaginativo y capacidad de reflexión que constituye la ciencia ficción en todas sus encarnaciones.
Aquí termina este Especial Reseñas HdC, espero que os haya parecido interesante. Y por supuesto, si los lectores se han quedado con ganas de más, sólo tienen que pedirlo…
jorgejfrias
Publicado el 13:48h, 09 marzoNo conocía la película ¡muchas gracias!
Dr. Litos (@DrLitos)
Publicado el 16:56h, 11 marzoPues no es nada del otro mundo, pero si te gustan las pelis de bichos, resulta más que entretenida.
Se harán más reseñas, según de el tiempo! Siempre igual…
Bitacoras.com
Publicado el 20:35h, 09 marzoInformación Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Splice: Experimento mortal Año: 2009 País: Canadá Dirección: Vincenzo Natali Guión: Vincenzo Natali, Antoinette Terry Bryant, Doug Taylor Intérpretes: Adrien Brody, Sarah Polley, Brandon McGibbon, David Hewlett, Abigail Chu, …..
ununcuadio
Publicado el 23:10h, 09 marzo¡Más, más, más!
Quedan más películas: Blade Runner, La isla (que ya sé que no te gusta…),..