Surgen dudas en relación a Sahelanthropus tchadensis (I)
De nuevo se ha abierto la caja de los truenos en la paleoantropología. Es sabido que los fósiles relacionados con la evolución humana son objetos de un enorme valor a los que se dedican —en muchos casos— largos años de pormenorizado estudio y análisis. Hasta aquí nada que no supiéramos y tuviéramos más o menos asumido. Pero, ¿qué pasaría si un fósil pudiera responder una de las preguntas más cruciales acerca de la evolución humana, pero no se describiera y publicara en una revista científica durante más de 16 años? Y aún más, ¿qué pasaría si dos investigadores quisieran hacer una comunicación científica sobre ese fósil en un congreso especializado, pero se rechazase por el comité científico?
Dos científicos, Roberto Macchiarelli, paleoantropólogo de la Universidad de Poitiers y del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, y Aude Bergeret, directora del Museo de Historia Natural Victor-Brun en Montauban, habían preparado una descripción preliminar de un fósil asociado a Sahelanthropus tchadensis que aún no ha sido descrito formalmente. Se trataría de un fragmento del fémur del que hasta ahora se considera el miembro más antiguo de la tribu Hominini (puedes profundizar en esta cuestión leyendo esta anotación). Remitieron la solicitud al comité científico de las 1843èmes Journées de la Société d’Anthropologie de Paris, que se celebran entre los días 24 y 26 de enero en Poitiers, Francia. Dicha presentación fue rechazada.
La redactora de noticias de Nature Ewen Callaway se puso en contacto con la organización de las jornadas al conocer la historia y les preguntó los motivos del rechazo de dicha comunicación. La respuesta fue tanto escueta como esquiva (la traducción es mía):
Este trabajo [el de seleccionar las comunicaciones que se expondrán durante las jornadas] se lleva a cabo por un comité científico independiente e imparcial, que es soberano en su decisión. Por lo tanto, cualquier acusación sobre el tema no estaría justificada.
Y claro, cuando Callaway publicó la noticia en Nature el pasado 22 de enero («Controversial femur could belong to ancient human relative»), se destapó como decía al inicio la caja de los truenos. La sorpresa y estupor corrió por las redes sociales (la forma más inmediata de comunicación) aunque, en realidad, a muchos esta historia no nos ha pillado por sorpresa. Primero, porque ya conocíamos la existencia de ese fémur –por comunicaciones informales–; y en segundo lugar, porque desde hace varios años algunos paleoantropólogos y miembros del equipo que hizo el hallazgo inicial se vienen haciendo la misma pregunta (en público y en privado): ¿por qué no se publica la descripción formal del fósil?
El hallazgo
Es necesario conocer el contexto del descubrimiento de Toumaï (apodo con el que se conoce el cráneo de Sahelanthropus tchadensis) para comprender la verdadera dimensión del tema que estamos tratando.
Los fósiles de Sahelanthropus tchadensis se localizaron la mañana del 19 de julio de 2001 por un estudiante de la misión, Ahounta Djimdoumalbaye —considerado el mejor «cazador» de fósiles del equipo— en un yacimiento conocido como Toros-Menalla (localidad TM 266) en el desierto de Djurab (República de Chad). Se trataba de un cráneo bastante dañado, dos fragmentos de mandíbula y tres dientes (restos pertenecientes al menos a cinco individuos).
El presidente de Chad, Idriss Déby, bautizó coloquialmente al nuevo ejemplar con el apodo de Toumaï, nombre que se da en el desierto de Djurab a los niños que nacen justo antes del comienzo de la estación seca y que significa, en el lenguaje Goran (Dazaga), «esperanza de vida».
El artículo que describía la nueva especie y catalogaba los fósiles recuperados se publicó en 2002 en Nature [1]. El anuncio causó una auténtica revolución dado que, con una antigüedad estimada entre 6 y 7 millones de años, eran los fósiles más antiguos de nuestro linaje evolutivo. El artículo no dejaba duda (la traducción es mía):
All six recovered specimens are assigned to a new taxon that is, at present, the oldest known member of the hominid clade.
Los seis especímenes recuperados se asignan a un nuevo taxón que, por ahora, es el miembro conocido más antiguo del clado homínido.
Para dejar claro que los autores del hallazgo informaron de la recuperación de seis fósiles, reproduzco a continuación la tabla nº 1 del citado artículo donde se identifican:
En lo que hace referencia a cuál fue la situación en la que se encontraron, los autores afirman que «todos los especímenes homínidos se encontraron en la unidad antracoteria de Toros-Menalla y provienen de arenisca perilacustre».
Del mismo modo, el artículo sobre el contexto geológico que acompañaba al anterior [2] sostiene (la traducción es mía):
The hominid was embedded in a poorly cemented sandstone in the lowest metre of the unit.
El homínido estaba incrustado en piedra arenisca poco cementada en el metro más bajo de la unidad.
Expliquemos esto.
La datación del yacimiento se realizó mediante técnicas de biocronología, es decir, a partir del estudio del grado evolutivo de otros fósiles encontrados en el yacimiento, concretamente, antracoterios. Estos fósiles son útiles ya que se trata de linajes que incrementan sus dimensiones con el paso del tiempo geológico: conociendo las dimensiones de un antracoterio del Mioceno medio o final, tendremos información acerca del periodo geológico en que vivió cualquier fósil asociado con él. Gracias a esa información se estableció la antigüedad de Toumaï.
Los estudios geológicos permitieron saber además que hace 7 millones de años existía un ambiente perilacustre en la región, es decir, se trataba de una zona de aguas poco profundas, sujeta a frecuentes episodios de inundación así como a constantes variaciones de la línea de ribera. Era, en definitiva, un paisaje situado entre un lago (el llamado Paleo-Lago Mega Chad) y el desierto.
En 2004 el equipo que realizó el descubrimiento publicó otro artículo (ahora en francés) [3] ofreciendo más detalles y donde se afirmaba (la traducción es mía):
Les fossiles proviennent d’un niveau de grès périlacustre qui correspond à des sédiments déposés en bordure du paléolac Tchad.
Los fósiles provienen de un nivel de arenisca perilacustre que corresponde a los sedimentos depositados en el borde del paleolago Chad.
[…]
L’absence de restes osseux des membres ne permet pas de dire si Toumaï était bipède.
La ausencia de restos óseos de las extremidades no nos permite decir si Toumaï era bípedo.
Como hemos apuntado, la descripción de este nuevo género y especie causó tanto sensación como críticas a partes iguales. En una carta de réplica publicada en Nature en octubre de 2002, varios autores (entre los que figuraba John Hawks) [4] expusieron sus dudas acerca de la colocación en el árbol evolutivo de estos fósiles. Concretamente, consideraban que no debía incluirse a Sahelanthropus entre los homininos (es decir, el grupo de los representantes de nuestra línea evolutiva una vez se produjo la separación de la del chimpancé) porque la afirmación de que era bípedo no se apoyaba en datos sólidos. Las réplicas y contrarréplicas siguieron durante algunos meses, pero la cosa no pasó más allá de reclamar más pruebas que permitieran afianzar a Sahelanthropus tchadensis como un verdadero hominino y no como un simio.
En 2005 se publicó (de nuevo en Nature) otro artículo [5] donde se informaba del hallazgo de otros tres fósiles atribuidos a este ejemplar, concretamente dos fragmentos de mandíbula y un nuevo diente. Seguimos sin tener noticias de la existencia de posibles restos postcraneales.
Pero lo verdaderamente importante estaba por llegar.
El equipo seguía publicando novedades y, así, en 2008, Anne-Elizabeth Lebatard y sus colaboradores hicieron públicos los resultados del estudio geológico del yacimiento. En el artículo (publicado en PNAS) [6] se confirmó la datación del yacimiento a través de métodos isotópicos mediante el análisis y cuantificación del Be10 producido en la atmósfera. Las conclusiones obtenidas ratificaron la datación ya adelantada por métodos biocronológicos. Se fijó con bastante exactitud la edad de los dos niveles estratigráficos entre los que se había localizado el cráneo de Sahelanthropus tchadensis: 7,12 ± 0,31 Ma el nivel inferior, y 6,83 ± 0,45 Ma para el nivel superior:
In section TM 266, ages calculated for the two levels bracketing the Sahelanthropus tchadensis cranium level were 6.83 ± 0.45 Ma for the overlying level and 7.12 ± 0.31 Ma for the underlying level.
En este sentido, el artículo precisaba (la traducción es mía):
The sedimentary unit from which Toumaï was unearthed was named the anthracotheriid unit (A.U.) after a very common, large anthracotheriid, Libycosaurus petrochii that it contained.
La unidad sedimentaria de la que se desenterró a Toumaï se denominó unidad antracoteria (A.U.) porque contenía un antracoterio grande y muy común, Libycosaurus petrochii.
Los autores ilustraron los principales datos de su estudio con esta imagen (hemos recortado el final por su tamaño. Puedes consultar la imagen original aquí):
El pie de esta ilustración dice así (la traducción es propia):
Columnas estratigráficas y edades de berilio de TM 254 y TM 266 (localidad de Sahelanthropus tchadensis, Toros-Menalla, Mioceno superior, norte de Chad). (El círculo en el mapa de localización indica el área estudiada; los números rojos, el número de la muestra recogida en la Tabla 2). El cráneo de Toumaï se ubica exactamente en la sección TM 266.
Recapitulemos hasta ahora:
Se descubren una serie de restos craneales fosilizados que los investigadores, encabezados por Michel Brunet, deciden asignar a un nuevo género y especie. Tienen claro que el ejemplar pertenece a la tribu Hominini porque concluyen que era bípedo. La datación biocronológica arroja la mareante cifra de 6 o 7 millones de años de antigüedad, cálculos que se ven confirmados por un estudio geológico del yacimiento. Se ubica físicamente el cráneo de Toumaï entre dos capas sedimentarias, junto a otros restos fósiles.
Como respuesta al artículo publicado en PNAS, Alain Beauvilain, director de la excavación en Chad, y que formó por tanto parte del equipo que realizó el descubrimiento (su nombre aparece como coautor en el primer artículo de Nature de 2002) publica un trabajo en el South African Journal of Science [7] que supone el primer golpe importante que pone en duda las afirmaciones relativas a dónde y cómo se encontraban los fósiles cuando fueron descubiertos (la traducción es mía):
From January 1994 to July 2002, the author of the present note was in charge of every palaeontological field expedition that took place in the Chadian desert. In the interests of scientific accuracy, he is compelled to state formally that neither of these fossils was found in situ. The most appropriate word to employ for the two fossils would be that they were ‘collected’ from their respective localities.
Desde enero de 1994 hasta julio de 2002, el autor de la presente nota [Alain Beauvilain] estuvo a cargo de todas las expediciones paleontológicas realizadas en el desierto chadiano. En aras de la exactitud científica, se ve obligado a declarar formalmente que ninguno de estos fósiles se encontró in situ. La palabra más apropiada que podemos emplear para los dos fósiles sería que fueron ‘recogidos’ de sus respectivas localidades.
Las fotografías que el propio Beauvilain tomó en ese momento son suficientemente expresivas (puedes ver las originales aquí):
Para un paleoantropólogo existe un gigantesco abismo entre encontrar un fósil enterrado en el sedimento –que es el significado del término in situ, es decir, hallado en el lugar donde quedó depositado– a encontrarlo en la superficie. Mientras que el primero puede ser datado con bastante confianza si el sedimento no ha sido perturbado (lo que un buen estudio geológico determinará), las posibilidades de datar correctamente un fósil encontrado en la superficie son bastante reducidas. Ni siquiera podemos saber si el ejemplar habitó en dicho lugar, o bien sus huesos fueron transportados intencionadamente o no hasta allí.
Continuará
Notas
[1] Brunet, M., et al. (2002), “A new hominid from the Upper Miocene of Chad, Central Africa“. Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 145-151.
[2] Vignaud, P., et al. (2002), «Geology and palaeontology of the Upper Miocene Toros-Menalla hominid locality, Chad». Nature, vol. 418, núm. 6894, p. 152-155.
[3] Brunet, M., et al. (2004), ««Toumaï», Miocène supérieur du Tchad, le nouveau doyen du rameau humain». Comptes Rendus Palevol, vol. 3, núm. 4, p. 277-285.
[4] Wolpoff, M. H., et al. (2002), «Sahelanthropus or ‘Sahelpithecus‘?». Nature, vol. 419, núm. 6907, p. 581-582.
[5] Brunet, M., et al. (2005), «New material of the earliest hominid from the Upper Miocene of Chad». Nature, vol. 434, núm. 7034, p. 752-755.
[6] Lebatard, A. E., et al. (2008), «Cosmogenic nuclide dating of Sahelanthropus tchadensis and Australopithecus bahrelghazali: Mio-Pliocene hominids from Chad». Proceedings of the National Academy of Science, vol. 105, núm. 9, p. 3226-3231.
[7] Beauvilain, A. (2008), «The contexts of discovery of Australopithecus bahrelghazali (Abel) and of Sahelanthropus tchadensis (Toumaï): unearthed, embedded in sandstone, or surface collected?». South African Journal of Science, vol. 104, p. 165-168.
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Licenciado en derecho. Máster en Bioderecho. Doctorando en Ciencias Jurídicas
No soy científico. Mi trabajo diario no está relacionado con la ciencia ni con el periodismo. Por lo tanto, una buena pregunta sería ―y es cierto que me la han planteado alguna vez― por qué dedico tanto tiempo a leer y a escribir sobre temas científicos. Y mi respuesta es que es una necesidad.
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