Sobre el método científico. Parte II: Falsacionismo vs Inductivismo
El origen del falsacionismo se debe a Karl Popper y a su obra “Logik der Forschung” (1934), en la cual se opone, entre otras cosas, a la lógica inductivista como caracterización del método científico. Según el inductivismo el origen del conocimiento reside en la observación (supuesto erróneo como se ha explicado en el punto anterior), siendo posible elaborar enunciados de carácter general, o universal, a partir de enunciados de carácter particular. Por ejemplo, el estudio del color de un cuervo constituye una comprobación experimental de carácter particular, mientras la regla «todos los cuervos son negros» es un enunciado de carácter general, y que, según la lógica inductiva, puede inferirse tras un gran número de mediciones sobre cuervos distintos. De esta manera la ciencia iría acumulando, día tras día, más proposiciones que se consideren «verdaderas» mediante comprobaciones reiteradas de carácter local.
Por el contrario, Popper critica esta lógica afirmando:
“Ahora bien, desde un punto de vista lógico dista mucho de ser obvio que estemos justificados al inferir enunciados universales partiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su número; pues cualquier conclusión que saquemos de este modo corre siempre el riesgo de resultar un día falsa” [1]
La propuesta falsacionista de Popper se basa en la búsqueda de un contraejemplo que sea capaz de acabar con la generalidad de una afirmación de carácter general. En el caso del color de los cuervos bastaría encontrar un cuervo de color distinto al negro para probar falsa la afirmación «todos los cuervos son negros». No obstante, el no ser capaz de encontrar ninguna excepción a la regla no significa que esta sea «verdadera», tan solo que «no es falsa por el momento». Según está lógica el método científico avanzaría descartando proposiciones falsas, no asumiendo cada vez más proposiciones verdaderas. Por ende, la ciencia describiría el universo a través de un conjunto de hipótesis [2], de carácter falsable (esto es susceptibles de encontrarse con un contraejemplo) que se plantean ante la aparición de un problema (en relación con alguna teoría). Algunas de ellas se probarán falsas, mientras que otras tendrán que ir pasando experimentos cada vez más rigurosos. Las hipótesis descartadas plantearán nuevos problemas diferentes al original, para los cuales habrá que plantear nuevas hipótesis, y así sucesivamente (Chalmers, 2000).
Por tanto, una buena teoría sería aquella que realiza gran cantidad de predicciones y con un amplio alcance, de manera que es muy susceptible de ser falsable. Las teorías falsadas se descartan, como ya se ha dicho, y las no descartadas se asumen como verdaderas provisionalmente, de manera que nunca se está en posesión de admitir que una teoría es ‹‹verdadera›› en sentido absoluto. Aunque sí se puede decir que una teoría sea superior a otra al haber superado pruebas en las que las teorías anteriores fallaron (Chalmers, 2000). Por ejemplo, la teoría de la relatividad general de Einstein es superior a la teoría de la gravitación universal de Newton, pues es capaz de describir una mayor cantidad de fenómenos en los que la teoría Newtoniana falla, así como los mismos fenómenos descritos por ésta.
No obstante, una cimentación del método científico basada únicamente en el falsacionismo trae problemas de carácter lógico en cuanto salimos de ejemplos sencillos como el de los cuervos.
José M. Camacho
Notas y Bibliografía
Popper, K. (1980). La lógica de la investigación científica. Madrid: Tecnos.
Kuhn, T. (2013). La estructura de la revoluciones científicas. Mexico: Fondo de Cultura Económica.
Lakatos, I. (1987). Historia de la Ciencia y sus reconstrucciones racionales. Madrid: Tecnos.
Chalmers, A. (2000). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Madrid: Siglo XXI.
[1] Popper, K. (1980). La lógica de la investigación científica . Madrid: Tecnos, p 27
[2] Aunque no número no tiene por qué ser necesariamente finito, como prueban los Teoremas de Incompletitud de Gödel.
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