La evolución de las modernas sociedades monógamas humanas

Los seres humanos tienen una estructura de relaciones bastante extraña en la que varias familias monógamas viven juntas. Si bien puede haber un “macho alfa», éste no monopoliza las hembras sino que permite que sus subordinados vivan dentro del grupo y se apareen con ellas.

Esta estrategia es interesante por dos razones: primero porque es única dentro de la familia de los primates, con la excepción del tití pigmeo. Mientras que es común en muchos grupos familiares el hecho de vivir juntos, estos no son monógamos, copulando el macho alfa libremente con cualquier hembra del grupo. Por lo tanto, la evolución de este comportamiento en los humanos es un tema interesante esperando a ser explicado. En segundo lugar, la monogamia es interesante porque es una de las razones por las que el Homo sapiens es tan exitoso. Mientras que en nuestra especie hay una pequeña competencia entre machos –incluso entre machos de diferentes grupos, por aquello de la globalización- nuestros parientes más cercanos, Pan troglodytes (el chimpancé), es mucho menos tolerante con otros machos y por lo tanto, las luchas en el endogrupo son casi siempre muy hostiles y agresivas. La extinción de varios grupos de chimpancés se cree que está causada por la gravedad de estos conflictos.
 

Los seres humanos, al ser mucho menos conflictivos, son capaces de cooperar con otros mucho más fácilmente y de esta manera utilizar este poder para formar alianzas fuertes y crear mejores grupos lo que les llevó finalmente a crear una estructura social muy compleja, base de la civilización.

Sin embargo, el éxito social humano no ha sido el único aspecto que ha evolucionado debido a este rasgo. El cuerpo humano también se ha visto influido por ello. En muchos otros primates, el dimorfismo sexual parte de la base de que los machos compiten fuertemente unos con otros. En el caso del Homo sapiens se ha perdido gran parte de este dimorfismo. Aunque hay diferencias entre hombres y mujeres, no hay tantas diferencias como las que puede haber entre gorilas macho y gorilas hembra. Los gorila macho son mucho más grandes, más musculados y tienen caninos mucho más grandes que sus correspondientes femeninos. Esto es así porque todas estas características son útiles para la lucha con otros machos, mientras que para las hembras carecerían de toda utilidad pues no pelean entre ellas. Por otra parte, los humanos tienen muchas menos diferencias, hasta el punto que es imposible la diferenciación de los caninos masculinos y femeninos. Estos son rasgos físicos que podrían ser detectados en fósiles de esqueletos, por lo tanto siguiendo el rastro fósil podemos saber cuándo desaparecieron estas diferencias.

 Gorila macho y gorila hembra

Las investigaciones de este tipo han demostrado que la estructura moderna social humana está presente desde el Sahelanthropus tchadensis. Esta especie es más o menos -aún hay discusión al respecto- el primer miembro del linaje homínido (es decir, el primer ancestro humano desde que nos separamos de la familia chimpancé). Por lo tanto, según el principio de parsimonia, la explicación más plausible es que de un ancestro común de fuerte competición entre machos se han diversificado varias especies, una de las cuales evolucionó hacia un sistema de competencia macho/macho débil (la nuestra). Ahora la cuestión es ¿porqué? ¿Porqué surgió y se mantuvo en el curso de la evolución un rasgo de competencia macho/macho débil?

Después de varios modelos evolutivos, se ha sugerido que el comportamiento social humano ha evolucionado porque se dio la circunstancia de que un número elevado de machos en el grupo, proporcionaba más ventaja que la estructura con un macho alfa que dominase a todas las hembras. Pero, ¿cuándo es mejor esta estructura? Pues los modelos predicen que cuantos más machos tienes en el grupo más grande es el territorio que puedes dominar. Cuanto más territorio se pueda controlar, más comida tienen la posibilidad de conseguir. Y tener más comida significa más probabilidad de supervivencia. Si la situación requiriese esto –más territorio y más comida- el grupo que evolucionase hacia esta estrategia sería el que adquiriría un mayor éxito reproductivo.

Bien, pues parece ser que cuando nuestro linaje se diversificó del de los chimpancés, África estaba bajo un cambio climático que alteró considerable el ambiente de nuestros ancestros, forzándolos a seguir un camino evolutivo diferente al que tenían los chimpancés (a quienes su nicho ecológico apenas se vio alterado). De esta manera, se habrían dado las condiciones necesarias para que un rasgo de estructura social con varios machos no conflictivos hubiese evolucionado.

De todos modos, aunque el grupo fuese más fuerte, habría un nuevo problema: los machos querrían reproducirse. Y es aquí donde entra en juego una nueva fuerza evolutiva que permita que el macho alfa deje a los otros machos aparearse. Los grupos en los que esto suceda serán los más exitosos. Luego, dentro de este escenario de grupos con machos numerosos y todos con capacidad de aparearse, es donde se desarrollaría la monogamia, pero eso dependería –siempre según los investigadores- de las hembras.

Los investigadores encontraron una situación en la cual la monogamia podría haber evolucionado: cuando el coste debido a la promiscuidad femenina es alto. Una situación de este tipo -en la cual hay un gran coste debido a la promiscuidad- es cuando hay una gran probabilidad de coger una infección. Los seres humanos tienen una gran cantidad de enfermedades venéreas en comparación con otros primates, lo que podría haber sido un gran coste para nuestra especie. Si hay mucha promiscuidad, hay mucho riesgo de infecciones, lo que acarrea mucho riesgo de muerte -o inhabilitación reproductiva- por culpa de estas infecciones, y por lo tanto se merma el éxito reproductivo. Sobre esto actuaría -como siempre- la selección natural, y la selección natural “premia” siempre a la estrategia que tiene más éxito reproductivo, que en este caso sería la estrategia alternativa: la no-promiscuidad (los no-promiscuos tendrían más éxito reproductivo, y al final acabarían siendo el mayor porcentaje de individuos y “fundando” un linaje evolutivo de no-promiscuos).

A pesar de todo, los investigadores defienden que este aspecto de la promiscuidad femenina puede ser uno de los muchos factores que hayan influido en el desarrollo de un comportamiento monógamo.

El caso es que el cambio climático del medio ambiente que habitaban nuestros ancestros puso a estos en una situación inestable que hizo que una de las estrategias posibles, la de muchos machos conviviendo juntos, con una competencia débil y una gran cooperación que les permitiese dominar un territorio más amplio para tener más acceso a comida, fuera la estrategia más exitosa. Posteriormente, en estos grupos de muchos machos reproductores y muchas hembras, las enfermedades venéreas fueron minando los comportamientos promiscuos, haciendo que sólo sobreviviesen aquellos individuos monógamos -a lo que también pudo haber ayudado una selección sobre el macho dominante, siendo favorecidos aquellos comportamientos que permitiesen el apareamiento de sus subordinados- y sentando de esta manera las bases de las sociedades humanas modernas.

 

Referencias

Nakahashi W, & Horiuchi S (2012). Evolution of ape and human mating systems. Journal of theoretical biology, 296, 56-64 PMID: 22155135

 

 Julio Rodríguez

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