Arqueoastronomía

Jorge Bueno Gomez

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Stonehenge, Condado de Wiltshire, Inglaterra. (Fuente: Diego Delso, Wikimedia Commons)

Cuando se pone el Sol empieza uno de los mayores espectáculos de los que se puede disfrutar: el cielo nocturno. Esto siempre ha sido así, no sólo ahora que podemos observar con fantásticos telescopios, también en los tiempos de otras civilizaciones antiguas. Podemos remontarnos a los tiempos de los egipcios o incluso ir más atrás y llegar al neolítico.

A pesar de que el cielo ha sido prácticamente el mismo para todas las civilizaciones (salvo pequeños desplazamientos de estrellas o los movimientos de los planetas), el uso que hemos dado a las observaciones ha sido diferente. Ahora observamos para entender cómo funciona el universo, pero ¿cuál era la intención de las observaciones que llevaban a cabo las antiguas civilizaciones?

Aquí entra en juego una rama multidisciplinar, y relativamente nueva, de la ciencia: la arqueoastronomía.

En sus comienzos, el interés se centraba en buscar el interés astronómico de los hallazgos arqueológicos. Esta era una tarea, principalmente, de interés para los astrónomos y era conocida como arqueoastrología, ya que se centraba en conocer las prácticas astronómicas de las civilizaciones antiguas. En el momento en el que se empezó a vislumbrar un interés antropológico para conocer el uso que las diferentes civilizaciones daban de los fenómenos astronómicos, y el papel que estos jugaban en sus culturas, el campo de la astroarqueología se abrió mucho más y dio lugar a la arqueoastronomía.

Se podría fechar el comienzo de la arqueoastronomía a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX cuando se comenzaron a proponer ideas para explicar un posible origen astronómico de algunos complejos arqueológicos en Gran Bretaña, como es el caso de Stonehenge. De hecho, los primeros estudios serios sobre Stonehenge y las pirámides de Egipto, realizados por Lockyer, se consideraron como modelos para realizar estudios sobre arqueoastronomía.

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Gran pirámide de Guiza (Fuente: Nina Aldin Thune, Wikimedia Commons)

Tras estos estudios comenzaron a surgir muchos otros que se centraban en Mesopotamia, Egipto o, incluso, culturas pre-colombinas.

Sin embargo, también hubo estudios que dieron lugar a la concepción de que algunos de estos complejos astronómicos eran considerados como unos avances con tintes pseudocientíficos (a veces se ha llegado a sugerir que eran construidos con la ayuda de avanzadas civilizaciones extraterrestres, como es el caso bien conocido de las pirámides de Egipto). Un estudio de 1965, realizado por Gerald Hawkins, de Stonehenge indicaba que se trataba de un sofisticado “ordenador” para calcular la posición del Sol, la luna e incluso los eclipses. En 1979, Renfrew demostró que este estudio había obviado totalmente importantes aspectos arqueológicos y paleoétnicos. No obstante, en el resto de la sociedad el mensaje que quedó, y que se ha transmitido hasta nuestros días, es el del “ordenador” avanzado y no los errores cometidos en el estudio.

Aunque los errores no suelen ser buenos, el error cometido en el estudio sobre Stonehenge dio lugar al afianzamiento en la metodología para realizar estudios arqueoastronómicos: para estudiar el impacto de los cuerpos celestes en las civilizaciones antiguas no basta con estudiar los complejos astronómicos, también hay que tener en cuenta el contexto cultural. Además se han mejorado y tenido más en cuenta los métodos estadísticos a la hora de hacer públicos los resultados.

De hecho, en arqueoastronomía, al menos dos, o incluso tres, de los siguientes aspectos se tienen que cumplir para poder decir que un cierto complejo arqueológico presenta una alineación de interés astronómico:

  • Tiene que tener una significación estadística de al menos 3σ.
  • La intencionalidad del complejo tiene que tener una evidencia arqueológica.
  • Si es posible, el descubrimiento tiene que estar apoyado por evidencias antropológicas o etnográficas.

La razón de que se tengan que cumplir algunos de estos aspectos se puede entender si consideramos, por ejemplo, que cierto complejo arqueológico tiene, por casualidad, una alineación de interés astronómico debido a que está situado sobre un terreno en pendiente, es decir, no tiene una intencionalidad, a pesar de que la alineación sea completa.

¿Qué fenómenos astronómicos son los que daban lugar a la posible creación de un complejo dedicado a su observación? Está claro que ahora podemos detectar muchos más fenómenos que en la antigüedad debido a las técnicas y tecnologías que utilizamos para observar, pero antes la única herramienta era el ojo desnudo. Además, las observaciones se realizaban debido a que existía algún motivo vital para ello, como podía ser, en el caso de Egipto, las inundaciones por la crecida del Nilo.

Uno de estos fenómenos era la salida y puesta del Sol. Lo importante del Sol no es que saliera y se pusiera todos los días, sino que su salida y puesta variaba a lo largo del año tanto en el instante como en la posición en el horizonte. Esto se debe a la inclinación del eje de la tierra con respecto al plano orbital de la tierra alrededor del Sol.

Por otro lado, el comienzo del verano tiene lugar cuando el Sol está en el lugar más alto sobre el horizonte al medio día y en el lugar más bajo al comienzo del invierno. Este hecho marca la cantidad de luz y de calor que recibe la tierra a lo largo de los meses siguientes, por lo que, desde el punto de vista de la agricultura en las civilizaciones antiguas, era muy importante conocer el momento de inicio y fin de las estaciones.

La luna también era interesante. Aunque los periodos entre lunas llenas (o cualquier otra fase) son más cortos que los del Sol, su interés podía estar centrado en una manera de contar los meses transcurridos. Además, durante una luna llena, la luz solar que ésta refleja sobre la tierra por la noche es mayor permitiendo la caza o la pesca nocturna. Conocer los periodos entre lunas llenas, ayudaría a planificar estas actividades.

Las estrellas y su posición relativa en el cielo eran también importantes. Por poner un ejemplo, que ya se ha mencionado antes, la crecida del Nilo coincidía con la salida por el horizonte de la estrella Sirio, en la constelación del Can Mayor.

Estos fenómenos son periódicos en su naturaleza, pero también hay otros fenómenos, que podrían haber sido de interés para las civilizaciones antiguas, como son los cometas o alguna supernova. Sin embargo, no hay indicios sobre si se llegaron a utilizar de alguna manera.

La arqueoastronomía es una rama de la ciencia relativamente joven que requiere del conocimiento de muchas otras ramas, además de la astronomía o la arqueología: geología, paleobotánica, antropología… Sólo a través del conocimiento conjunto, se podrán comprender todos los misterios que aún nos quedan por conocer de las civilizaciones que nos precedieron.

Jorge Bueno

Para saber más:

Podcast Coffee Break: Ep23: Stonehenge; Pirámides; Antiguo Egipto; Nada de Esoterismos, Sólo Ciencia: Arqueoastronomía

The dawn of Astronomy. A study of the temple-worship and mythology of the ancient Egyptians. J. Norman Lockyer.

Schaefer, B. E. (2006). Case studies of three of the most famous claimed archaeoastronomical alignments in North America. In T. Bostwick, & B. Bates, Viewing the Sky Through Past and Present Cultures: Selected Papers from the Oxford VII International Conference on Archaeoastronomy (pp. 27-56).

Archaeoastronomy and the orientation of old churches. A.Gangui.

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