¿De dónde proceden los medicamentos?
Es imposible concebir el mundo sin medicamentos. Hasta las sociedades más arcaicas o tribales disponen de sus propios remedios para tratar las diversas dolencias de sus miembros. Los medicamentos han sido esenciales en la historia del hombre, contribuyendo a mejorar sustancialmente su calidad y esperanza de vida, combatiendo y previniendo las enfermedades, prolongando la vida, retrasando los efectos de algunas enfermedades o rebajando la gravedad de la dolencia. No nos hacen inmortales y muchos de ellos no están exentos de riesgos en forma de efectos secundarios, más o menos graves, pero seguramente no habríamos llegado hasta donde hemos llegado sin su ayuda. Pero, ¿de dónde salen?
Los medicamentos más antiguos procedían de las plantas o de partes de estas, con las que se preparaban infusiones, jarabes, ungüentos, emplastos, etc, y aún hoy día muchos fármacos son productos naturales que se aíslan directamente de organismos vegetales, animales, microorganismos e incluso minerales. Por ejemplo, la morfina usada como analgésico en algunos casos, es un alcaloide del opio, una mezcla de sustancias que se extrae de las cápsulas de la adormidera (Papaver somniferum). La atropina es un alcaloide que se usa como fármaco anticolinérgico y que se extrae de la belladona y otras plantas de la familia de las Solanáceas. La pilocarpina, usada en el tratamiento del glaucoma, entre otras aplicaciones, es también un alcaloide de un arbusto de Sudamérica (Pilocarpus jaborandi). La digitalina, usada como cardiotónico para tratar algunos problemas cardíacos, se extrae de la digital (Digitalis purpurea).
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Otros medicamentos son de origen animal. La insulina empleada en el tratamiento de la diabetes procedía del páncreas de vacas y cerdos hasta la década de 1980, cuando empezó a producirse mediante ingeniería genética en bacterias y levaduras, siendo el primer producto biotecnológico en ser creado y un magnífico ejemplo de aplicación médica segura de los transgénicos que tanto odian o temen algunos colectivos. La heparina, usada como anticoagulante en medicina para la disolución de trombos, se obtiene del intestino del cerdo y de pulmones bovinos, si bien en 2008 se consiguió obtener por primera vez heparina también mediante ingeniería genética. Muchos sueros inmunológicos, que contienen anticuerpos para enfermedades infecciosas específicas, se obtienen de la sangre de animales infectados, generalmente caballos y cerdos. También podemos encontrar ejemplos en otros productos que no son medicamentos. Un excipiente comúnmente utilizado en los medicamentos es la gelatina, que se extrae de los huesos de distintos animales. El agar sangre es un medio de cultivo muy empleado en microbiología para el diagnóstico de enfermedades y que habitualmente lleva un pequeño porcentaje de sangre de oveja.
Una gran variedad de medicamentos proceden de microorganismos. La ergotamina, usada a veces en el tratamiento de la migraña por su acción vasoconstrictora, es otro alcaloide que procede del cornezuelo del centeno, un hongo parásito llamado Claviceps purpurea que puede afectar a una gran variedad de cereales y hierbas, aunque su anfitrión más común es el centeno. La ciclosporina, un fármaco inmunosupresor usado en el trasplante de órganos para prevenir el rechazo, es un péptido producido por el hongo Tolypocladium inflatum. Muchos antibióticos proceden también directamente de hongos, como la penicilina que producen algunas especies de hongos del género Penicillium (sobre todo P. notatum y P. chrysogenum), o las primeras cefalosporinas (Cephalosporium acremonium); y también de bacterias, como la estreptomicina (Streptomyces griseus), la vancomicina (Nocardia orientalis), la gentamicina (Micromonospora spp) o las tetraciclinas naturales (Actinomyces spp). La bacteria Streptococcus pyogenes, responsable frecuente de la faringitis bacteriana, produce una enzima (estreptoquinasa) que es capaz de activar en nuestra sangre nuestro mecanismo bioquímico de disolución de coágulos sanguíneos (fibrinolisis), por lo que dicha enzima es útil como medicamento trombolítico para disolver coágulos en algunos casos de infarto de miocardio y embolia pulmonar.
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De origen mineral podemos mencionar las sales de aluminio y magnesio que encontramos en muchos medicamentos usados para la acidez de estómago, el trióxido de arsénico en el tratamiento de la leucemia promielocítica aguda o las sales de litio para el tratamiento del trastorno bipolar. También, aunque no son medicamentos, podemos considerar de origen mineral a los suplementos de vitaminas y minerales que empleamos en ocasiones para suplir carencias nutritivas, o el talco para aliviar el picor y como base de algunas pomadas. Otro ejemplo de medicamentos, si bien no son minerales, lo constituyen los gases medicinales, como el oxígeno o el óxido nitroso, que usamos en reanimación, terapia respiratoria o como anestesia, entre otros usos.
Prácticamente hasta finales del siglo XIX todos los medicamentos procedían de la naturaleza, hasta que el desarrollo de la química, y en particular de la química orgánica, abrió la puerta a nuevas posibilidades. Así, algunos medicamentos se pueden usar directamente, previa extracción y aislamiento del principio activo o requerir de alguna reacción química adicional en el laboratorio para obtener el fármaco de interés. En el primer caso hablamos de medicamentos de origen natural y son los primeros de que pudo disponer el ser humano. Quizá el ejemplo más fácil de ver sea el de las plantas medicinales, o, más exactamente, de los medicamentos tradicionales a base de plantas (MTP), para diferenciarlos de los productos fitoterapéuticos que podemos adquirir en un herbolario y que, aunque también proceden de plantas y podemos considerarlos productos de origen natural, no serían medicamentos en sentido estricto según la legislación vigente. Otro ejemplo serían las vacunas, pues pueden estar hechas con microbios vivos atenuados, muertos o inactivados, o con partes de ellos.
En el segundo caso, cuando se requieren procesos químicos adicionales, hablamos de medicamentos semisintéticos, como por ejemplo la Aspirina®, que se obtiene del ácido salicílico de la corteza del sauce, el cual se combina luego con anhídrido acético para obtener finalmente el ácido acetilsalicílico, que es su principio activo. Otro ejemplo serían los antibióticos semisintéticos como la amoxicilina o la ampicilina, derivados de la penicilina, o las cefalosporinas semisintéticas; o las heparinas de bajo peso molecular, que derivan de la heparina convencional. El LSD, la conocida droga psicodélica, es también una sustancia semisintética derivada de la ergotamina. Algunos fármacos también pueden sintetizarse completamente en el laboratorio, como la morfina o la penicilina, pero en muchos casos es más costoso, si bien los nuevos métodos biotecnológicos están cambiando completamente esta realidad. En otros casos es necesario que el proceso sea enteramente de síntesis artificial a partir de materias primas relativamente simples y mediante procesos químicos más o menos complejos, hablándose de medicamentos sintéticos, como es el caso del paracetamol, el ibuprofeno, el ketoconazol, antimicrobianos sintéticos como las quinolonas y las sulfamidas, antidepresivos, antipsicóticos, etc.
Un caso un poco más especial de medicamentos de síntesis lo constituyen los radiofármacos, que son medicamentos usados en medicina nuclear que contienen isótopos radiactivos unidos a una molécula transportadora que conduce al isótopo al lugar de interés dentro del organismo, donde la radiación que emite aquel puede ser usada con fines diagnósticos o terapéuticos. Se emplean con frecuencia en pequeñas cantidades para estudios funcionales y/o morfológicos con fines diagnósticos, como en tomografías y gammagrafías, donde la radiación puede ser detectada por sensores especiales que construyen una imagen que permite al facultativo visualizar distintos aspectos anatómicos y funcionales. Con menos frecuencia y en mayores dosis pueden emplearse también con fines terapéuticos como parte del tratamiento en diversos procesos cancerosos, de forma que la radiación sea usada para destruir las células cancerosas del sitio afectado.
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El último gran avance en el campo farmacéutico lo constituyen los medicamentos biotecnológicos o biofármacos, obtenidos mediante técnicas de ingeniería genética, representando una nueva clase de medicamentos de origen biológico. A grandes rasgos, se inserta un fragmento de ADN de un determinado organismo en el material genético de otro organismo diferente (por ejemplo un virus, una bacteria, un hongo, una levadura o incluso una planta), a fin de que se integre conduciendo a éste a producir la molécula que interesa, que es la que el fragmento introducido ordena producir, y que después se cultiva, se extrae y se procesa para su distribución. Con este tipo de técnicas producimos actualmente insulina, hormona del crecimiento, eritropoyetina, interferones, anticuerpos monoclonales, numerosas vacunas y antivirales, etc, que usamos para tratar enfermedades como la diabetes, anemia, esclerosis múltiple, artritis reumatoide, hemofilia, diversos tipos de tumores y enfermedades infecciosas, etc.
La vacuna experimental contra el ébola, VSV-EBOB, de la que recientemente se anunció que se iniciaban los ensayos clínicos de fase III en Guinea para probar su eficacia y seguridad, es un ejemplo más de medicamento biotecnológico en el que han modificado, mediante ingeniería genética, un virus que no afecta al hombre (el VSV o virus de la estomatitis vesicular), para que exprese ciertas moléculas del virus del ébola, a fin de provocar la respuesta inmunológica propia de la inmunidad activa que nos proporcionan las vacunas en general, sin las cuales estaríamos indefensos frente a una multitud de patógenos. Desafortunadamente, parece que últimamente existe una creciente cantidad de personas que parecen haber olvidado o que ignoran la innumerable cantidad de víctimas que se cobraron distintas enfermedades infecciosas a lo largo de la Historia, y llevados por el miedo y la falta de información veraz, cuestionan su utilidad y rechazan su uso, e incluso organizan campañas de protesta, no siendo conscientes de que están poniendo en riesgo la salud de sus hijos y comprometiendo incluso la inmunidad colectiva en lo que podría llegar a constituir un serio problema de salud pública si esta situación sigue creciendo.
Últimamente existe una mirada de desconfianza de muchas personas hacia la química, pero independientemente de los inconvenientes asociados, el hecho indiscutible es que los medicamentos salvan vidas y/o mejoran las condiciones de muchos enfermos, y a medida que progrese el desarrollo de la ciencia y la tecnología, se podrán diseñar medicamentos cada vez más selectivos y menos agresivos. Muchos medicamentos actuales, a pesar de sus efectos secundarios, ya sustituyen a otros medicamentos de décadas pasadas que eran mucho más agresivos, y se seguirá mejorando a medida que prospere nuestro conocimiento de la naturaleza.
Bibliografía y enlaces de interés:
Errecalde, J. O. (2009). La evolución del medicamento en la Historia. Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, 327-342. Disponible aquí.
Jácome Roca, A (2008). Historia de los medicamentos (2ª Ed.). Bogotá: Academia Nacional de Medicina. Disponible aquí.
Soriano, B; Mendarte, L y San Martín, E (2002). Agentes de diagnóstico y radiofarmacia. En Gamundi Planas, M. C, Farmacia Hospitalaria. Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria. Disponible aquí.
Franco Aguas, M. L. & Savio Quevedo, E. (2008). Medicamentos biotecnológicos: conceptos básicos y relevancia en el contexto clínico. Tendencias en Medicina, 33, octubre, 5-12. Disponible aquí.
España. Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios. Boletín Oficial del Estado, 27 de julio de 2006, núm. 178. Disponible aquí.
Técnico de laboratorio de diagnóstico clínico.
ununcuadio
Publicado el 11:42h, 19 mayoMe ha gustado mucho tu entrada, un repaso de lo más interesante (y gracias por la cita :D)
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