El poeta de la ciencia. Parte 2.

Al terminar la entrada anterior nos quedamos con Mendeléiev como invitado para el gran congreso de Química de 1860. Este congreso tiene una implicación adicional por ser el primer congreso científico de la historia. Las principales ideas que aquí se discutieron tuvieron que ver con los postulados de Dalton, Avogadro y Gerhart; siendo el objetivo del congreso poner orden sobre la mesa, pues los científicos no estaban de acuerdo en nombres o pesos de los elementos químicos, lo cual complicaba demasiado el panorama. En aquel momento incluso las definiciones de átomo y molécula eran confusas. Como ejemplos, el agua podría ser: H2O o HO o H2O2; el llamado gas de mina, gas grisú, o metano: CH4 o C2H4, dependiendo del investigador. Incluso un compuesto, hoy tan común y simple, como el ácido acético (constituyente del vinagre) podría tener 19 maneras distintas para escribirse.

Así, a mediados del siglo XIX se consideraba que la situación científica en el campo de la química era, por decir lo menos, insatisfactoria. Tres jóvenes profesores tomaron la iniciativa de organizar un congreso en el que se pudieran discutir y resolver los temas en disputa. Estos portentos de la química fueron: Friedrich August Kekulé, Karl Weltzien y Charles Adolphe Wurtz.

Kekulé es hoy considerado como el fundador de la química orgánica, pues estableció la tetracovalencia del carbono y su capacidad para generar cadenas largas. Además, es el descubridor de la estructura cíclica del benceno, lo cual determinó la química de los compuestos aromáticos que presentan un sin fin de aplicaciones hoy en día. Karl Weltzien es menos conocido, era un incansable académico, quien construyó nuevos laboratorios para investigación y enseñanza de la química. Su influencia era tal que fue la persona encargada de abrir y dar la bienvenida al congreso, presidiendo además la primera sesión de discusiones. El tercer integrante del grupo es muy famoso entre los químicos. El nombre de Wurtz está asociado estrechamente con síntesis en química orgánica, descubrió nuevos compuestos y describió la nomenclatura de compuestos como los ácidos fosforoso e hipofosforoso, realizando también aportes importantes en el desarrollo de la teoría estructural.

Desde un punto de vista actual, en realidad fue más un “taller colaborativo” pues se trataba de llegar a un consenso general, y no de mostrar los nuevos avances en química. Weltzien, como secretario general de la reunión saludó animosamente, colocando énfasis en la naturaleza internacional y disciplinaria de la reunión:

“Representamos países diferentes y hablamos idiomas diferentes, pero estamos emparentados por nuestro oficio… Estamos reunidos con el propósito específico de intentar, con la conciencia tranquila, preparar el camino para la unidad en los puntos de importancia para nuestra hermosa ciencia”.

El congreso fue celebrado en la ciudad de Karlsruhe, del 3 al 6 de septiembre de 1860. Fueron invitados 140 cerebros químicos, de los cuales existe constancia de 127 firmas. Entre los participantes estuvo por supuesto el joven Mendeléiev, becado en ese entonces por el gobierno ruso. Los resultados concretos con respecto a los objetivos del congreso no se lograron, lo cual se podría considerar como decepcionante. Sin embargo, la reunión de tantos químicos, de muchos países y con múltiples ideas, tuvo un efecto catalizador en el desarrollo de la química como la conocemos hoy. Es impensable que Mendeléiev publicara su libro acerca de la química orgánica de no haber participado en el congreso. Tampoco se entenderían los progresos que realizaron Meyer y Mendeléiev en la clasificación periódica, si no se hubieran asignado los valores correctos para los pesos atómicos del carbono, el oxígeno y los metales alcalinos entre otros.

En 1861, a su regreso a San Petersburgo y al no encontrar trabajo, Mendeléiev se dedicó a escribir. En tan solo tres meses redactó su famoso texto “Química Orgánica”, la primera obra de esta área química en toda Rusia. El libro tuvo gran reconocimiento y fue traducido a otros idiomas para usarlo como texto de enseñanza. La primera edición del libro se agotó muy rápidamente, a tal punto que en 1863 tuvo que editarse nuevamente. Con su libro en mano, Mendeléiev comenzó a enseñar en la Universidad de San Petersburgo, situación que duró muy poco tiempo debido a que la universidad cerró sus puertas como consecuencia de las continuas protestas estudiantiles. Este hecho deprimió a tal grado a Mendeléiev que a comienzos de 1862 se encontró completamente desorientado y no tenía una idea clara acerca de su porvenir. En vista de su precaria situación económica dudaba si dedicarse a la industria o mantenerse en la academia. Debido a su vocación de servicio, se inclinaba en forma importante hacia la creación de una fábrica, solo la parte monetaria lo detenía. Luego de muchas cavilaciones, por fin decidió desechar dichos pensamientos y continuar con su trabajo docente e investigativo. En esta época de desorientación, y por influencia de su hermana, Mendeléiev decide casarse por conveniencia con Feozva Nikitichna Lescheva, quién era seis años mayor que él. La pareja tuvo tres hijos; sin embargo, la unión entre dos personas con intereses tan desiguales lastimosamente estaba condenada al fracaso. En cierta ocasión, cuando su esposa le preguntó sí se casó con ella o con la ciencia, Dimitri contestó que con ambas, pero para no ser considerado bígamo prefería estar casado con la ciencia.

Desde enero de 1864 Mendeléiev fue profesor de química en el Instituto Pedagógico Central de San Petersburgo. En 1865 defendió su tesis doctoral titulada “Consideraciones sobre la combinación del alcohol y el agua”, trabajo que nos permitió entender el concepto de disolución como una forma de combinación química. A partir de 1865 su situación económica mejoró notablemente, a tal punto que remató una finca de 60 hectáreas, en la cual instauró novedosos métodos de cultivo y de manejo racional de químicos en el suelo. Su éxito fue tal, que muchos agricultores lo visitaban para pedirle consejo con el fin de mejorar el rendimiento de sus cosechas.

En 1867 nuevamente ocupó una cátedra en la Universidad de San Petersburgo. En este caso se trató de la química mineral, hoy conocida como química inorgánica. Como sucedió con el curso de química orgánica, con el fin de mejorar la enseñanza, Mendeléiev emprende la redacción de su obra “Los principios de química”. En esta magnífica obra es en donde aparece por vez primera su gran aporte hacia la humanidad:  la ley periódica; corría el año de 1869. Principios de química tomó un total de cuatro años para estar completo, tuvo tanto éxito que fue reeditado en ocho ocasiones y traducido a varios idiomas. En este mismo contexto, hoy se considera a la clasificación periódica de los elementos como una de las más valiosas generalizaciones de la ciencia de todos los tiempos.

Mendeléiev disfrutaba enormemente enseñando a sus alumnos y a la gente en general, aprovechaba sus viajes en tren para conversar con los campesinos y hacerlos partícipes de sus descubrimientos acerca de agricultura, química o ganadería. Todo el mundo lo adoraba. Sus clases eran tan apetecidas que debieron ser cambiadas a un anfiteatro, y aun así, siempre estaba lleno. Mendeléiev ejercería su pasión por la enseñanza hasta el 3 de abril de 1890, cuando impartió la última clase en la Universidad de San Petersburgo. Fuera de su vocación docente Dimitri mostró una constante preocupación por los problemas de la industria rusa. Participó activamente en proyectos de ganadería, viticultura, siderúrgica, agroquímica, economía nacional y minería; en forma particular apoyó y mejoró los procesos de extracción petrolífera e incluso fue el inventor ruso de la nitrocelulosa. No hubo campo de la tecnología rusa de la época que Dimitri no explorara con el fin de ayudar en su progreso.

Su obra más notable fue, sin embargo, el establecimiento de la ley periódica y el desarrollo de la tabla periódica de los elementos químicos. Desde el inicio de su carrera, como estudiante, docente e investigador, Dimitri intuyó la existencia de un tipo de orden subyacente en los elementos. Una vez descubierto este orden, dedicó muchos años de su vida, colaborando con otros investigadores alrededor del mundo y coleccionando datos, para finalmente encontrar la idea clave para resolver el desorden que imperaba en aquel momento en la química de los elementos. Otros investigadores junto con él corrían la misma carrera, así en 1864 Newlands publicó su ley de las octavas y Meyer en 1869, apenas meses después de Dimitri, llegaría a muy similares conclusiones. Después de leer el trabajo de Newlands, Mendeléiev comprendió que se necesitaba englobar muchos más elementos para obtener una conclusión adecuada. El primero de marzo de 1869, después de utilizar detalladas descripciones de más de 60 elementos, finalmente logró colocar en limpio la primera versión de su tabla periódica. Tal era la seguridad con respecto a su descubrimiento que la mandó a imprimir de inmediato. No obstante este logro, más asombroso es el hecho que poco más de un año después, en noviembre de 1870, Mendeléiev predijera las propiedades de elementos todavía sin descubrir. Inicialmente predijo propiedades para tres nuevos elementos, por él denominados como: eka- aluminio, eka-boro y eka- silicio; – eka, en sánscrito significa uno, pues Dimitri sabía que el elemento se ubicaba un puesto debajo del aluminio, el boro o el silicio -, además Dimitri combinó tales elementos con otros, para sugerir varios de sus compuestos. En este momento Mendeléiev contaba sólo con 36 años. El mundo científico estaba absorto con los planteamientos de Mendeléiev, algunos eminentes Investigadores dudaban de las predicciones de la nueva tabla periódica, hasta que cinco años después, en agosto de 1875, el francés Lecoq de Boisbaudran descubrió el eka-aluminio, al que bautizó como galio. Algunos años más tarde se descubrieron los otros dos elementos y sus propiedades, las cuales resultaron ser muy similares a las predichas. Así se respaldaba la ley periódica descubierta por Mendeléiev, elevándolo hacia lo más alto del mundo científico, y transformándolo en prácticamente una celebridad.

Entretanto, su vida sentimental era un verdadero desastre. Todo mejoró gracias a su otra hermana – Catalina – quien le presentó a una estudiante de arte que lo impactó enormemente. Su nombre, Ana Ivanova Popova, que pasó a vivir en casa de Catalina una vez aprobados los exámenes para Ingresar a la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo, en agosto de 1876.  A sus 43 años Mendeléiev, un honrado padre de familia y reputado profesor, se había enamorado perdidamente de Ana. Durante cuatro años Dimitri sufrió y lloró amargamente debido a su frenética pasión, animándose a separarse de su esposa, quien tajantemente se oponía a concederle el divorcio. En este contexto el padre de Ana decidió enviarla a Roma, con lo cual Mendeléiev vio completamente desplomada su existencia. Era tal su estado de depresión que, en 1881 durante un viaje para participar en un congreso de química, Dimitri pensó en suicidarse. Por fortuna escribió un testamento que quedó en manos de su amigo Bekétov, quién se enteró de su lamentable estado anímico. Bekétov tomó la decisión de visitar a la esposa de Mendeléiev, con el fin de comentarle la situación y convencerla para que aceptara el divorcio. Este hecho salvó la vida de Dimitri, quién inmediatamente después de conocer la noticia a su favor, viajó a Roma para encontrarse con Ana.

Todavía sin separarse, según la Iglesia ortodoxa, Mendeléiev era considerado bígamo. En una ocasión, un ciudadano ruso fundamentalista fue a quejarse ante el zar Alejandro III porque Mendeléiev tenía dos esposas. El zar le contestó: “Usted no se preocupe, Mendeléiev puede tener dos esposas, pero yo únicamente tengo un Mendeléiev”, reconociendo su valía y apoyándolo entre bromas. En enero de 1882 por fin Dimitri se divorcia de su esposa y contrajo matrimonio en abril de ese mismo año. El flamante esposo ya alcanzaba los 48 años, mientras su esposa 22. La pareja se mantuvo junta hasta la muerte de Mendeléiev, de su amor nacieron cuatro hijos, quienes respetaron y admiraron enormemente a sus padres.

A pesar de su fuerte carácter, a Dimitri le gustaba gastar bromas, era aficionado a jugar ajedrez y leer libros de aventuras, entre ellos Julio Verne; le encantaba la pintura y disfrutaba la poesía. En otros campos fue director de la oficina de pesas y medidas, siendo fundador de la metrología en Rusia. Entre sus publicaciones, dependiendo de la fuente, se cuentan hasta 550 trabajos entre libros, folletos, reportajes, y artículos científicos y periodísticos. Fue nombrado miembro de cinco academias de ciencia europeas, y miembro de honor de otras diez academias y universidades, sin contar el centenar de reconocimientos a su trabajo como científico. Anécdotas aparte, Mendeléiev también era un aventurero: recibió un diploma de astrónomo, debido a la ascensión en globo que realizó el 19 de agosto de 1887 con el fin de verificar y estudiar un eclipse total de sol; años más tarde se ofreció para ser parte de una expedición polar en un rompehielos.

La salud de Mendeléiev nunca fue del todo recia, debido a su trabajo en la oficina de pesas y medidas adquirió una afección pulmonar, qué le cobró la cuenta el 2 de febrero de 1907, días antes de cumplir 73 años. Cuando el féretro era conducido hacia el cementerio, una gran caravana precedida por estudiantes llevaba una enorme tabla periódica como símbolo de su inmortalidad. Finalmente, como agradecimiento eterno, se colocó el nombre de Mendelevio al elemento químico con número atómico 101, sintetizado en 1955 por científicos de la Universidad de California en Berkeley. Su símbolo químico, Md expresa nuestra admiración perpetua.


 

Alexis Hidrobo P.

Para saber más:

  • Pascual Román Polo. El profeta del orden químico. NIVOLA libros y ediciones, S. L. España. 2002.
  • Giancarlo Masini. Los arquitectos de la molécula. Círculo de Lectores. S.A. España. 1980.
  • José Luis de los Rios. Químicos y Química. Fondo de Cultura Económica. México. 2011.
  • https://quimicafacil.net/infografias/congreso-de-karlsruhe-de-1860/
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