Especies invasoras con barbillones y parné
El “monstruo de agua dulce”, más conocido como Siluro, lleva causando en nuestro país el mismo terror entre sus convecinos que el que ya ocasionó en la isla de Amity el oscarizado escualo de Steven Spielberg.
En la primavera de 1974 el pescador e ictiólogo alemán Roland Lorkowsky atravesó los Pirineos con alevines de Silurus glanis procedentes del Danubio que fueron liberados en la desembocadura del Segre en el embalse de Ribarroja (río Ebro). Posteriormente, los aficionados a la pesca deportiva extendieron este pez al resto de la cuenca y al tramo bajo del Ebro.
Esta es una especie depredadora que presenta una alimentación oportunista y modifica su régimen alimentario a lo largo del crecimiento, afectando a la abundancia y a la supervivencia de las especies autóctonas, como el barbo o la anguila, y a otras también introducidas que no son perjudiciales, como la carpa; estudios concluyen que también pueden afectar a la abundancia de las aves acuáticas y, en definitiva, a la cadena alimentaria. Se cree, además, que el Silurus glanis puede vivir de 20 a 30 años en aguas templadas, pudiendo sobrepasar los 2,3 m de longitud y los 100 kg de peso. Hablamos así de la especie alóctona invasora más perjudicial que se ha introducido en nuestros ecosistemas acuáticos, consiguiendo alcanzar un fructífero crecimiento y exitosa reproducción.
Así, cuarenta años después, el río más caudaloso de España se ha convertido en el principal destino para los que desean medirse con uno de estos colosos, incluso operadores turísticos internacionales organizan viajes con este fin. Sobre este tipo de aficionados y compañías que se lucran con él pesa la sospecha de la introducción ilegal. La Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad tipifica esta acción como una infracción muy grave, con multas de 200.000 hasta dos millones de euros.
Entre las zonas más fructíferas para su pesca: la cola del embalse de Mequinenza, el pantano de Ribarroja (especialmente el área de confluencia entre los ríos Cinca y Segre) y el propio río Ebro en las proximidades de su desembocadura en el Delta. Pero sus dominios no quedan ahí, en 2003 se localizó en el Ter tras su introducción en los pantanos de Sau y Susqueda, en 2008 se encontraron ejemplares en el Foix, en 2009 en la cuenca del Tajo, y recientemente en la cuenca del Guadalquivir.
El pasado verano se confirmó la presencia de siluros en el embalse cordobés de Iznájar. El catedrático de la Universidad de Córdoba, Carlos Fernández-Delgado, estima que la introducción del siluro en el embalse debió realizarse hace cuatro o cinco años. «El curso medio y bajo del Guadalquivir se puede llenar de siluros», augura. Con lo que, si llegara a extenderse por el bajo Guadalquivir podría dañar la reserva de pesca de la desembocadura del río, una de las zonas más importantes de cría y engorde de muchas especies comerciales. Ante esta situación, la propuesta de la Delegación Provincial de la Consejería de Medio Ambiente es la de mantener la prohibición de la pesca del siluro, permitiendo la pesca con carácter general en las zonas autorizadas del embalse.
En este caso de “malversación” de nuestros ecosistemas fluviales se denota una doble moral por parte de las autonomías al plantearse si quiera la ganancia o pérdida económica que supone la existencia del siluro frente a los criterios ecológicos. Los antecedentes muestran que mientras algunas regiones no plantearon ningún tipo de actuación para paliar el siluro de sus ecosistemas, ya que resulta un verdadero motor de desarrollo económico, otras trataron de eliminarlo con medidas un tanto desafortunadas. Como el caso de la Generalitat de Catalunya, en 2009, al permitir que una empresa exportara estos peces a Rumanía para consumo humano con el riesgo de posible intoxicación, según un estudio del CSIC dirigido por Joan Grimalt. Este estudio mostraba que el 70% de los siluros del Ebro portaban niveles alarmantes de mercurio, otros metales pesados y compuestos organoclorados. Afortunadamente Medio Ambiente tumbó el proyecto. Aún así, en la actualidad las medidas tomadas en las diferentes regiones resultan vagas y descuidadas.
El uso de un “enfoque ecosistémico” en torno a nuestros ecosistemas fluviales permitiría obtener una visión integral del manejo pesquero en estos, que supondría una mayor vinculación de las variables biológicas y ecológicas junto con el comportamiento humano. No sólo de cara a las pesquerías comerciales como se viene planteando, sino también en la pesca deportiva; y que además sirviera como control de estas especies introducidas. El enfoque que se plantea debe tener en cuenta todas las complejas interacciones entre los organismos y los procesos físicos (tales como las corrientes y la temperatura del agua, por ejemplo) que componen el ecosistema. No sólo está dirigido a la reglamentación de la pesca de ciertas especies, sino que también vela porque la pesca no tenga un efecto desfavorable en otras especies afines o dependientes de las especies objetivo. Así, los esfuerzos irán dirigidos a preservar la integridad del ecosistema a través del establecimiento de límites conservadores, con el fin de tener en cuenta las necesidades de las especies relacionadas y preservar la sostenibilidad ecológica de todas las especies involucradas y del hábitat donde viven.
Por tanto, según esto, las posibles medidas a tomar deberían ampliar su ámbito fuera de la especie objetivo, el siluro, poniendo énfasis en el análisis de las interrelaciones entre las distintas poblaciones del ecosistema. Sin embargo, ¿qué hacer cuando se trata de una especie vorazmente invasora? Quizá, se deban evitar nuevas introducciones alertando y educando sobre sus peligros, o endurecer las sanciones, o permitir su pesca masiva para su erradicación, como algunos expertos proponen.
Lo que deja claro el colectivo de Ecologistas en Acción, ante la prohibición de la pesca de la especie en zonas no autorizadas como se plantea en Andalucía, es que esta medida no evitará el aumento del número de aficionados ni colonización de la especie al resto de masas de agua. La única medida disuasoria para evitar que colonice el resto de masas de agua es, precisamente, la prohibición total de la pesca en aquellos lugares donde sea introducido de forma ilegal. Peliagudo asunto el de dar una solución eficaz.
Asistimos, nuevamente, a un caso donde la integración de la preservación de los ecosistemas queda al margen de los intereses puramente económicos, con el añadido de unos acechantes barbillones dando vueltas alrededor de su presa.
Raquel Castán
josedavid
Publicado el 10:29h, 25 noviembreMuy bueno el articulo. De acuerdo contigo en que el asunto de dar una solucion eficaz es peliagudo, ya que vivimos en un pais de pandereta y nadie se atreve a meter mano a los mafiosos que introducen especies ilegalmente en el pais. Por supuesto que exterminar el Siluro de nuestro pais no seria una buena solucion, ya que el pez no es culpable. Todo esto desde la base de que estoy en absolutamente en contra de la pesca deportiva y de cualquier otra pesca que no vaya encaminada al estricto consumo humano necesario. Otra cosa: si me encuentro el pez en cuestion en el rio me desmayo. Que feo es.
Raquel Castán
Publicado el 13:51h, 25 noviembreDesde luego que es un asunto complicado el de adoptar y reforzar medidas en la lucha contra las especies invasoras en nuestros ecosistemas. Anque, es curioso como dependiendo del caso (especie) las medidas a tomar varían. Ejemplo de ello es el del castor, pues la administración prefiere eliminarlos a hacerse cargo de posibles indemnizaciones a los cultivos madereros (incluso intentan negar que estos hasta no hace mucho eran especies autóctonas de la península); lo que denota el doble rasero y la falta de imparcialidad en el asunto.
Y sí, el pobre siluro no es muy agraciado… pero tampoco es cuestión de exterminarlo.
Gracias!
Bitacoras.com
Publicado el 22:49h, 25 noviembreInformación Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Siluro Fuente: L.Zamora. El “monstruo de agua dulce”, más conocido como Siluro, lleva causando en nuestro país el mismo terror entre sus convecinos que el que ya ocasionó en la isla de Amity el oscarizado escualo de Steven S…..
Diplotaxis
Publicado el 02:01h, 29 noviembreA mi el exterminio del siluro, así como el de cualquier otra invasora, me parece una opción a considerar. Y que conste que me parece un pez precioso.
Por cierto, ¿seguro que la carpa no es perjudicial? No estoy muy puesto en eso, pero las carpas tienen la mala costumbre de remover el sedimento, enturbiar el agua y, de ese modo, alterar el ecosistema donde viven (de entrada impidiendo la vida autótrofa en el fondo). Probablemente en determinados lugares esto no tenga mucha importancia, pero en otros pueden constituir un elemento perturbador relevante.
Jose David
Publicado el 12:06h, 29 noviembreSi, el exterminio de las especies introducidas de esa forma me parece bien, siempre y cuando se extermine tambien a las personas que lo introdujeros de forma ilegal. Es una opcion.
Saludos.
Diplotaxis
Publicado el 20:28h, 29 noviembreNo creo que sea una condición necesaria eliminar a los que han introducido las especies para eliminar la especie. Una cosa es una cosa y la otra es la otra. Aunque por supuesto estoy conforme con que la ley castigue la irresponsabilidad de los que actúan como vectores.
José David
Publicado el 22:15h, 29 noviembrePor Dios, amigo, era una forma de hablar. A eso me referíaa, a castigar duramente («exterminar») a los que introducen las especies de forma ilegal. Siento la confusión, grave por otro lado.
Saludos.
Diplotaxis
Publicado el 23:16h, 29 noviembreYa me figuraba que era algo «metafórico», simplemente continuaba la broma. Cosas del intelné, que a veces no se interpretan bien las intenciones.