¿Por qué se persigue la cola el gato? Juegos de animales.

Antes de decepcionar a quien viniera buscando una respuesta concreta a lo de la cola del gato, reconoceré que no la tengo, y me parece que todavía nadie la conoce experimentalmente, pero lo que sí voy a contar son algunos conceptos y estudios sobre el juego en los animales, para hacernos una idea de lo que se sabe hasta el momento.

Bueno, sí podría responder a la pregunta del gato, diciendo simplemente: «está jugando», y santas pascuas. Entonces todo el mundo entendería por qué el gato alocado no deja de perseguirse la cola describiendo círculos y piruetas…¡un momento!: ¿seguro que lo entendemos?. ¿Sabemos qué es jugar y por qué se hace?.

La respuesta es afirmativa, tenemos algunas teorías apoyadas con datos experimentales, pero falta mucho por descubrir. Es decir: sabemos algo con certeza, aunque no sabemos todo, pero más o menos estamos empezando a encajar las piezas. ¡Perfecto!.

La definición más generalizada de juego es la que lo describe como «actividades realizadas, normalmente por individuos jóvenes, que aparentemente carecen de sentido» (ver Beckoff y Byers, 1998). O sea, que engloba a muchos tipos de actividades diferentes, caracterizadas por no tener un significado aparente para el animal, y que suele observarse en animales jóvenes. En cuervos (Corvux corax), que son animales muy sociales e inteligentes, por ejemplo, se han observado tres tipos de juego que no parecen tener sentido: deslizarse boca abajo por una pendiente, quedar pendido de una rama por el pico, y pillar la cola de un perro con el pico: las tres serían diferentes juegos. El juego se distribuye en muchas especies, aunque por ahora parece observarse una distribución extraña, y aún no se han encontrado patrones definidos ni lógicos para explicarla.

Según muchos autores, diferenciaríamos tres tipos de juego: 1) el juego social (como dos cachorros mordisqueándose las orejas), 2) el juego con objetos (el típico gato persiguiendo un ovillo de lana) y 3) el juego locomotor (aquí entraría el famoso gato del título, persiguiéndose la cola incansablemente).

Otro elemento común en todo juego, a parte de la aparente falta de sentido, es el elevado coste que tiene para el individuo. Pensad que un animal que pasa el rato jugando va a gastar mucha energía y además no va a aprovechar ese tiempo buscando alimento pero, ¿por qué tanto despilfarro?.

Y además, por si todavía fuera poco, es bien sabido que un animal joven, juguetón y retozón es una presa fácil, incluso para los depredadores menos avezados, y hasta puede sufrir heridas graves derivadas del propio juego con el otro individuo de su especie. Aunque también sorprende saber que el juego social tiene su propio lenguaje, de forma que cuando dos animales «luchan» de mentira, se comunican con gestos y sonidos, dejando claro que eso es así, que no es una pelea seria, de forma que las probabilidades de salir heridos sea mínimas. Aún así se ha visto que, de entre todos los lobos marinos sudamericanos (Otaris flavescens) encontrados muertos a manos de depredadores, el 86% estaban jugando (Harcourt, 1991), no parece un buen negocio, entonces…

Sin embargo, muchos son los beneficios que se derivan de estas conductas de juego, la mayoría de ellos de cara a la vida adulta. Por un lado, se ha demostrado que el juego mejora enormemente el desarrollo neuromuscular (Beckoff y Byers, 1981), y además está probado también que mejora otras habilidades específicas de cada especie (de alimentación, etc.). Por otro lado, un beneficio muy curioso de la conducta del juego, y que muchos investigadores creen que es la clave de que el juego haya aparecido y se mantenga en muchas especies, es la capacidad que tiene de generar un repertorio de conductas nuevas para nuevos problemas que tengan que resolver los animales, por un cambio en el hábitat o en la alimentación, por ejemplo (Spinka et al., 2001). Es decir, el que una ardilla abra una nuez es cuestión de practicar muchísimas veces, mientras juega de pequeña, hasta que adopta la técnica que mejor le sirve, pero si, por el motivo que sea, imaginamos que no hay nueces disponibles, si no piñas, el juego alocado es más probable que consiga una forma de abrir la piña, que la conducta altamente especialista de abrir una nuez que realiza el adulto. Es posible que muchos adultos muriesen por no saber abrir las piñas de forma eficaz, mientras que los juveniles aprenderían jugando. Esto es un ejemplo inventado, pero que ilustra el potencial del juego como factor de éxito de adaptación de las especies a diferentes escenarios. Y, por último, y muy importante en muchas especies, el juego mejora la sociabilización de los individuos, al mejorar el desarrollo comunicativo y reducir las agresiones entre individuos de la misma especie (ver Symons, 1978 y Biben, 1998).

No es que el juego sea exclusivo de aves y mamíferos, pero sí es más abundante, ya que los animales ectotermos (de «sangre fría») han de controlar al máximo la relación entre costes y beneficios, de forma que se podría decir que no tienen tantos recursos sobrantes y que además correrían más riesgo al exponerse tanto jugando. De todas formas, se ha observado en algunos reptiles en cautividad.

Además, el juego se retroalimenta en los individuos que lo practican, ya que produce opiáceos endógenos, que hacen que sea placentero, con lo cual aprender, descubrir cosas nuevas, y divertirse, está garantizado con el juego en muchos animales, igual que en los humanos.

De hecho, los veterinarios están empezando a considerar el estado de los animales con respecto al juego como un factor que indica el estado de salud general del individuo.

Zaida Ortega Diago

Referencias principales:

Animal Behaviour: Mechanism, Development, Function and Evolution. Barnard, 2004

Animal play: Evolutionary, comparative, and ecological perspectives. Bekckhoff and Byers, 1998.

Zaida Ortega