El pensamiento antes de la lógica

Los orígenes de la conciencia

La mente humana ha experimentado una interesante evolución a lo largo de su existencia. Al igual que el resto de órganos de nuestro cuerpo, no es descabellado pensar a priori que los mecanismos mentales que capacitan la actividad mental son fruto de la evolución, de la adaptación al medio .

Pero cuando se habla de evolución mental, probablemente la componente cultural tenga mucho más peso, por lo que podemos suponer que la conciencia, tal y como la conocemos no surgió con las mismas características en nuestros antepasados.

Vigotsky, psicólogo ruso de primeros del siglo XX fundador de la psicología histórico-cultural, tenía una serie de hipótesis según las cuales, el desarrollo de funciones mentales superiores está ligado al desarrollo del medio social y cultural.

Vigotsky también puede ser considerado como un precursor de la neuropsicología, cuyo máximo exponente soviético es Alexander Romanovich Luria. Luria realizó unas famosas expediciones psicológicas a principios de los 30 para investigar las hipótesis de Vigotsky.

Lo que Luria se encontró por el camino, y que fue corroborado por investigaciones posteriores, es que los individuos pertenecientes a “sociedades tradicionales” (por diferenciarlas de algún modo de las “sociedades modernas”) no responden utilizando modos silogísticos de razonamiento. Recordemos que un silogismo es una forma de razonamiento deductivo que consta de dos proposiciones que actúan como premisas, y una tercera que actúa como conclusión. Por ejemplo:

  • PREMISA 1: La lluvia es agua
  • PREMISA 2: El agua moja
  • CONCLUSIÓN: Si llueve, te mojas.

Uno de los silogismos simples que existen es el denominado Modus Ponens, que se simboliza mediante

  •  Si A, entonces B
  • A
  • Por lo tanto, B

Un ejemplo del cual sería:

  •  Si llueve, entonces te mojas.
  • Llueve,
  • Por lo tanto te mojas,

Parece evidente, ¿cierto? Pues Luria encontró que los individuos de las sociedades tradicionales tratan este tipo de silogismos Modus Ponens de manera muy diferente a la que supone la lógica formal, es decir, a lo que nosotros nos parece evidente. Las respuestas quedan generalmente enmarcadas en una lógica que no funciona en términos de las relaciones causales incluyentes, más bien al contrario, los individuos tienden a responder  en términos de su experiencia cotidiana.

Estos sujetos no perciben los silogismos como un sistema lógico unificado, no les atribuyen un carácter lógico de afirmación universal, sino que convierten cada parte del silogismo en algo parcial que no puede tener relación lógica con la otra frase y de la cual se puedan extraer las correspondientes conclusiones. Sin embargo, por concreta que sea, la experiencia cotidiana no se basta a ella sola. En general, dicha experiencia es organizada a través de categorías conceptuales en las que se mueve el razonamiento del individuo y le permiten organizar el mundo.

La mentalidad prelógica de Lévy-Bruhl

Lucien Lévy-Bruhl había observado ya ciertas características  que diferencian la forma del pensamiento “civilizado” de aquellas encontradas en lo que en esa época se daban en llamar, sin ningún tipo de pudor, “sociedades inferiores”. Una de esas diferencias era el despreocupamiento intelectual ante la contradicción lógica.

Las operaciones mentales, a las que denomina Lévy-Bruhl operaciones lógicas, son las que organizan  en buena parte nuestras representaciones. Pero las representaciones tienen que ser colectivas porque la mentalidad es social. Las representaciones colectivas de los individuos civilizados suelen obedecer una serie de leyes generales, como por ejemplo la ley de la identidad, la de la contradicción, la generalización, la abstracción y la clasificación. También utiliza la ley de la causalidad para organizar sus representaciones y para explicar lo que ocurre en el mundo. Estas leyes toman parte en la formación de conceptos y tienen un papel en la inferencia, es decir, en los procesos mediante los que obtenemos conclusiones basándonos en información conocida. Por lo tanto, podemos considerar estas leyes como las operaciones más generales del individuo civilizado.

¿Cuáles serían las operaciones más generales de la mentalidad primitiva? Hay que considerar que las  representaciones no son exclusivamente cognitivas, sino que están muy mediadas, en el caso de las culturas primitivas, por factores emocionales y motores. Ello se debe a las circunstancias en las que muchas de esas representaciones son adquiridas por los individuos en situaciones especiales, social y psicológicamente críticas, como, por ejemplo, las ceremonias de iniciación.

Memoria vs. lógica

Uno de los puntos que llamó la atención de Lévy-Bruhl fue que el pensamiento de los individuos primitivos parecía tener, por lo menos en ciertas tribus, un recurso constante a la memoria, mucho mayor del que se encuentra en el pensamiento civilizado, y que vendría a convertirse en soporte vital del pensamiento primitivo. Mientras que el individuo civilizado confía en parte al ordenamiento lógico de los conceptos el papel de herramienta para recuperar información, el sujeto primitivo registra en un cierto orden en su memoria las representaciones, y ese orden memorizado sirve eventualmente, no sólo para recuperar una representación en particular, sino para inferir a partir de una representación la siguiente.

Lévy-Bruhl atribuye a la mentalidad primitiva una carencia para las operaciones lógicas en sentido estricto, u “operaciones discursivas del pensamiento”. La conclusión a la que llega es que el conjunto de hábitos mentales que excluyen el pensamiento abstracto y el razonamiento propiamente dicho parecen encontrarse en un gran número  de sociedades «inferiores» y constituir un rasgo característico y esencial  de la mentalidad de los primitivos.

Los principios de contradicción y de identidad son operaciones discursivas características del pensamiento del individuo civilizado, y son, desde luego, principios lógicos. Estos no están presentes en el pensamiento primitivo, sino que en lugar de ellos está una “ley de la participación”, que es una forma de mediar entre la identidad y la contradicción. Una mentalidad gobernada por la ley de la participación es lo que llama Lévy-Bruhl “una mentalidad prelógica”. No antilógica, ni alógica, puesto que no se complace en explotar las contradicciones, ni carece de cualquier lógica. Al caracterizar de esta manera la mentalidad primitiva, se refiere Lévi-Bruhl a las representaciones colectivas, pero no a las operaciones mentales de los individuos, que en muchos terrenos prácticos son perfectamente lógicas.

Lo no evidente no importa

Otro tema que pone Lévy-Bruhl de relevancia en la mentalidad primitiva es la supuesta falta de atención y de interés por las causas que no sean inmediatamente evidentes. Cuando una causa no es evidente, el individuo pre-lógico no se preocupa de buscarla activamente, sino que explica el suceso en cuestión aludiendo a poderes místicos. Estos agentes causales son fuerzas ocultas, para las que no cuentan, ni las restricciones lógicas, ni las de tipo temporal o espacial, que son las que soportan las representaciones del individuo civilizado.

En este sentido, dice Lévy-Bruhl, la mentalidad primitiva es mística, se explican mediante estas intervenciones la enfermedad, los accidentes, la muerte, la sequía, la mala cosecha, que en muchos casos y culturas se atribuyen por ejemplo a brujería o dioses enfadados. Según Lévy-Bruhl, en la mente primitiva los objetos perceptibles y las fuerzas invisibles confluyen. Las entidades místicas y la percepción no están separadas en los actos cognitivos, de modo que no se puede decir que esas entidades místicas no sean perceptibles, porque para el perceptor lo son. La distinción entre “lo dado” y lo percibido es inapreciable para el sujeto.

Pre-lógico no significa incoherente

La diferencia fundamental entre el pensamiento pre-lógico de la mentalidad primitiva y el pensamiento lógico occidental reside, según Lévy-Bruhl, en el enraizamiento del primero en la esfera de las emociones  y los sentimientos que sirven de ejes mayores a las representaciones colectivas, esto es, a las ideas que los miembros de un grupo social comparten y que son impuestas desde el exterior. Sin embargo, y contrario a la corriente evolucionista, Lévy-Bruhl no consideraba el razonamiento pre-lógico  como un defecto o como producto de la estupidez o como forma rudimentaria de la nuestra, como un razonamiento inferior, comparable al de los niños del mundo civilizado, como hizo Tylor de alguna manera en Primitive Culture, al considerar la cultura como una sucesión de estadios desde lo salvaje a lo civilizado.

Según Lévy-Bruhl, si vemos la mentalidad primitiva tal como ella se manifiesta en sus propias instituciones, dicha mentalidad aparecerá como normal en las condiciones  que ésta se ejerce, como compleja y desarrollada a su manera. Hacia el final de su carrera, escribió, en una carta a Evans Pritchard, que el hecho de que los hábitos mentales de los individuos primitivos sean diferentes del de los individuos civilizados, no significa que ambos razonen de manera diferente, su pensamiento no es ni más ni menos lógico y reconoce que quizás el término pre-lógico había sido desafortunado, ya que definía claramente al pensamiento primitivo como coherente.

La heterogeneidad total que Lucien Lévy-Bruhl encuentra entre lo que él denomina el pensamiento “prelógico” y el pensamiento occidental, excluye toda posibilidad de relacionarlos en algún sentido. En virtud de que se rigen por reglas diferentes, el pensamiento occidental se enfrenta a la imposibilidad  de comprender la “mentalidad primitiva”, ya que ésta se encuentra regida por la “ley de participación”. Esta ley, que se refiere a la propiedad del pensamiento primitivo de penetrar en la naturaleza a través de una “experiencia mística”, no tiene correlato en la “explicación” de tipo científico que domina la mentalidad occidental. 

Desde el evolucionismo, la distancia entre magia, religión y ciencia es mera cuestión de tiempo: los primitivos tendrán que superar algún día sus estadios fetichistas, politeístas o de falsa conciencia y lo lograrán gracias a la uniformidad de fondo del género humano: la unidad de su espíritu. El esquema heterogéneo levanta un muro infranqueable entre el primitivo y el occidental, y si ambos pensamientos coexisten, lo mismo da, puesto que no podrán establecer comunicación.

@filotecnologa

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