¿Agua con azúcar contra las agujetas?

 

Seguro que no es algo que nos suene extraño. Después de una dura jornada de ejercicio, alguien nos habrá aconsejado beber agua con azúcar, para evitar sufrir de las dolorosas agujetas. Pero, ¿qué hay de cierto en ello? Y lo más importante, ¿qué son realmente las agujetas?

En primer lugar, hablemos de los músculos. El tejido muscular de nuestro cuerpo (y de casi todos los animales) se caracteriza por ser capaz de generar un movimiento al ser contraído y relajarse (movimiento de una parte del cuerpo: un brazo, la contracción del corazón al bombear sangre, etc.). Para ser capaz de hacerlo, está formado por células especiales llamadas miocitos o fibras musculares que tienen la capacidad de crecer a lo largo y decrecer según son estimuladas por los impulsos nerviosos que les envían las neuronas del sistema nervioso. En concreto, el tejido muscular de nuestros brazos y piernas o nuestros abdominales, músculos denominados como voluntarios, es el llamado tejidos muscular estriado o esquelético, ya que es el encargado del movimiento del esqueleto.

 

Estructura muscular del hombro y el brazo

Estructura muscular del hombro y el brazo


Fibras musculares


Por su parte, las agujetas son el nombre coloquial que le hemos dado al dolor que aparece en los músculos al día siguiente de haber realizado un gran esfuerzo físico, ajeno a lo acostumbrado. Existen diversas teorías de la causa del dolor de las agujetas. Por ejemplo, por el denominado ácido láctico. Cuando las células de nuestros músculos son sometidas a un ejercicio físico elevado, necesitan de una fuente de energía para funcionar, el denominado como piruvato. En situaciones normales, las células transforman el piruvato en acetil-CoA y obtienen energía para su funcionamiento. Cuando aumenta su actividad como consecuencia del ejercicio físico, acumulan en exceso piruvato, pero no son capaces de transformarlo en acetil-CoA porque la sangre no les facilita el suficiente oxígeno. En ese caso, el piruvato es transformado en ácido láctico. En este sentido, existe una teoría que indica que la acumulación de ácido láctico en las fibras musculares provoca su cristalización y que por ello sentiríamos el dolor característico de las agujetas. Por ello se aconseja beber agua con azúcar.
Estructura química del ácido láctico

Estructura química del ácido láctico

En primer lugar, cuando las fibras musculares forman lactato por su excesiva actividad metabólica, este es transportado a través de la sangre al hígado, donde se transforma en glucosa que volverá al hígado como materia prima de energía. Por lo tanto, no hay acumulación muscular de lactato ni dolor por causa suya. Además, personas incapaces de producir lactato en los músculos, como aquellas que sufren la enfermedad rara de McArdle (enfermedad genética-metabólica), sufren de agujetas. Con respecto a beber agua con azúcar, es una creencia basada en que el lactato se produce por ausencia de glucosa, y por ello, tomando azúcar aumentará la glucosa en sangre y se acabará el problema. Como hemos visto, el lactato no causa las agujetas y, además, a mayor cantidad de glucosa habría más lactato, pues es la ausencia de oxígeno la que provoca que se forme, precisamente, a partir de la glucosa.

Por otro lado, la teoría más aceptada por la comunidad científica se basa en que el ejercicio físico excesivo provoca microrroturas musculares que derivan en inflamaciones muy localizadas, causantes del característico dolor de las agujetas. Para evitarlo se requiere de una preparación progresiva de las fibras musculares, aumentando poco a poco la intensidad del ejercicio físico.

La fisiología del cuerpo humano presenta numerosos misterios aún por descifrar. La investigación científica en el funcionamiento de nuestras células y tejidos es fundamental para evitar comportamientos erróneos en la población y mejorar su salud. Sin investigación no hay futuro.

La ciencia que no es divulgada hacia la sociedad es como si no existiera

Referencias bibliográficas y más información:

Cheung, K., Hume, P. A., & Maxwell, L. (2003). Delayed onset muscle soreness. Sports medicine33(2), 145-164.

Ertbjerg, P., & Puolanne, E. (2017). Muscle structure, sarcomere length and influences on meat quality: A review. Meat science132, 139-152.

Keil, M. (2019). Have we been stretching the truth? The effects of stretching post exercise and delayed onset muscle soreness. Creative Components. 203

Mizumura, K., & Taguchi, T. (2016). Delayed onset muscle soreness: Involvement of neurotrophic factors. The journal of physiological sciences66(1), 43-52.

O’Connor, R., & Hurley, D. A. (2003). The effectiveness of physiotherapeutic interventions in the management of delayed onset muscle soreness: a systematic review. Physical Therapy Reviews8(4), 177-195.

Powers, S. K., & Howley, E. T. (2018). Skeletal muscle: structure and function. Exercise physiology: Theory and application to fitness and performance. 10th ed. USA: McGraw-Hill, 166-92.

Sun, S., Li, H., Chen, J., & Qian, Q. (2017). Lactic acid: no longer an inert and end-product of glycolysis. Physiology32(6), 453-463.

Torbati, A. H. M., Abbasnezhad, L., & Tahami, E. (2017). Determination of the best recovery based on muscles synergy patterns and lactic acid. Journal of Human Sport and Exercise12(1), 180-191.

Zondi, P. C., van Rensburg, D. J., Grant, C. C., & van Rensburg, A. J. (2015). Delayed onset muscle soreness: No pain, no gain? The truth behind this adage. South African Family Practice57(3), 29-33.

Sin comentarios

Publicar comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies