Cómo argumentar en Internet (y en otros sitios)

Internet es un enorme foro. Si la red es la aldea global, todos hemos descubierto navegando que vivir en este pequeño gran pueblo conlleva lidiar con problemas, falacias y polémicas más o menos gordas. La convivencia en una aldea puede ser terrible (pensemos en una asamblea de vecinos), y aquí también. En innumerables páginas web reina el debate sobre materias de gran importancia: la religión, la existencia de Dios, el aborto, la eutanasia, los derechos de los animales, etcétera. Incluso en el cajón de comentarios de los vídeos de Youtube es posible encontrar enfurecidos choques verbales, que a veces (¿siempre?) derivan en cuestiones ajenas a la temática del vídeo en cuestión. Yo tengo una hipótesis sobre un caso particular que llamo la ley de Colón y podría formularse así:

En un vídeo de los Simpson en español de Youtube, la probabilidad de que aparezca en los comentarios el tema de la conquista de América tiende a uno.

Más allá de bromas y flames por doblajes, es un hecho que debatir tiene mucho de arte. Soy escéptico con respecto a las posibilidades del diálogo y creo que tiene unos límites -no es la solución mágica para todos nuestros problemas-, pero puede servir. En cualquier caso, si queremos meternos en el berenjenal de la dialéctica no viene mal conocer algunos trucos para argumentar correctamente. Ésta es una lista posible:

 

1) Los seres humanos no somos robots. Un debate totalmente aséptico y racional á la Spock es imposible. Tampoco es posible escapar de ideologías o sesgos cognitivos por voluntad de la gracia de la santa racionalidad, y veremos con mejores ojos información y noticias que nos convengan y con peores ojos lo que no. Eso es normal. A nadie le gusta no tener razón y perder cualquier discusión, sobre todo si se cree bien informado.  Pero en cualquier caso, aunque tengamos sesgos iniciales, lo que nos dará ventaja en el debate serán los datos. Es decir, información más o menos fiable, evidencias contrastadas y verdades intersubjetivas que cualquiera podría aceptar. 

2) A veces nos pueden las emociones y convertimos la tesis de nuestro adversario dialéctico en un muñeco de paja al que atizar fácilmente. Simplificar la postura del contrario y transformarla en un guiñapo harapiento, quitarle la complejidad y el lustre, son artimañas poco respetables y que conducirán al debate sin frenos hacia un callejón sin salida. Descubrirás que no estás atacando realmente la tesis del otro, sino más bien das puñetazos a una figura imaginaria e inepta que no existe en ninguna parte excepto en tu cabeza. Eso es un error. Es preferible presentar las posiciones contrarias de una manera más brillante, más clara y en una versión más poderosa de lo que tu propio adversario haría. De ese modo, no sólo le harás justicia a la tesis del contrincante: ¡la estás mejorando! Expones su forma más fuerte y púgil y en ningún caso desinflas la potencia de los argumentos. Eso debería ser el código de honor de cualquier debate.

3) No cortes la argumentación contraria a medio camino en su desarrollo. Si es incoherente o ilógica, es mucho más efectivo dejar que se desarrolle hasta sus últimas consecuencias. Al final, por su propia inercia las premisas se estamparán de lleno contra el muro de titanio del absurdo. La reducción al absurdo es un método tremendamente antiguo y ya aparece como protagonista en muchos de los diálogos de Platón. 

4) El consenso final es raro. Las conversaciones sobre temas polémicos que finalizan en un EPIC WIN y caramelos para todos son escasas, y es habitual el debate que llega a punto muerto. Así que no hay que obsesionarse con convencer al contrario a toda costa.

5) No olvidemos lo que dijo el gran sofista y orador Gorgias:

La palabra es un gran potentado que, con muy pequeño e imperceptible cuerpo, lleva a cabo obras divinas, ya que puede tanto calmar el miedo como quitar la pena y engendrar el gozo y acrecentar la misericordia.

Aunque el poder de la palabra no es infinito, bien usado es una estupenda herramienta para hacer cosas. Con la responsabilidad necesaria y esta pequeña serie de sugerencias, los argumentos brillarán mucho más que las poses y los gruñidos.

Paulo Hernández

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