Día Internacional de la Inmunología
El pasado fin de semana la Sociedad Española de Inmunología llevó a cabo una serie de actividades en Madrid para conmemorar que hoy es el Día Internacional de la Inmunología, incluyendo una suelta de globos por las inmunodeficiencias, coloquios y actividades infantiles. El Instituto de Salud Carlos III también se sumó a la iniciativa con un simposio sobre agresiones externas e infecciones. Desde Hablando de Ciencia también deseo honrar la enorme importancia que esta disciplina ha tenido siempre para la sociedad, intentando acercar sus principales contribuciones históricas a todos nuestros queridos lectores.
El Día Internacional de la Inmunología fue instituido en el año 2005 por la Federación Europea de Sociedades de Inmunología (EFIS) y la Unión Internacional de Sociedades de Inmunología (IUIS) para promover y difundir el conocimiento de esta disciplina en la población general, destacando la importancia de prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades que se derivan de las alteraciones del normal funcionamiento del sistema inmunológico.
La inmunología es la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares implicados en la defensa de la integridad biológica del organismo a través de la identificación de las sustancias propias y extrañas y la destrucción de estas últimas. En términos generales, se entiende por respuesta inmunitaria al conjunto de todos aquellos procesos llevados a cabo por el sistema inmunitario con el objeto de defender la integridad biológica del individuo frente a cualquier agresión o estímulo antigénico, distinguiéndose clásicamente, en los animales superiores, entre respuesta inespecífica o innata y específica o adquirida.
Los mecanismos inespecíficos están constituidos por las barreras naturales de la piel, las mucosas y algunas secreciones, como la saliva y las lágrimas, sustancias antimicrobianas, como la lisozima, y células con capacidad fagocítica como los leucocitos neutrófilos y macrófagos, que están protegiendo constantemente al organismo y constituyen su primera barrera defensiva. La respuesta específica o adquirida se desarrolla solo frente a la sustancia extraña que indujo su respuesta inicial y en ella participan prioritariamente los linfocitos y las sustancias liberadas por ellos: anticuerpos y citocinas.
No obstante, desde un punto de vista funcional básico, todos los seres vivos poseen sus propios mecanismos de defensa. Las bacterias, por ejemplo, pese a ser organismos muy simples, poseen sistemas enzimáticos que las protegen de las infecciones víricas. Las plantas poseen diferentes tipos de barreras físicas y bioquímicas, cambios celulares y reacciones histológicas, para impedir o aislar los daños que les puedan provocar los microorganismos. Ya en el reino animal, los invertebrados poseen un sistema más organizado de factores celulares y humorales especializado en la defensa del organismo, aunque de carácter general e inespecífico, que en los vertebrados se combina con los mecanismos más específicos mencionados, capaces de reaccionar selectivamente a determinados antígenos y de preparar al organismo para reaccionar más rápidamente ante ellos la próxima vez (inmunización), configurando un sistema inmunológico mucho más sofisticado.
La especificidad de la respuesta inmunitaria adaptativa, basada en uniones específicas antígeno-anticuerpo, es el fundamento molecular de las aportaciones que la inmunología ha venido haciendo a la medicina y la investigación desde que Edward Jenner (1749-1823) descubriera la vacuna de la viruela en 1796 a partir de muestras del virus de la viruela bovina, marcando el inicio de la inmunización controlada por medio de vacunas. Le seguiría de cerca Louis Pasteur (1822-1895), quien estaba al tanto del descubrimiento y aplicó los mismos principios, desarrollando vacunas contra el ántrax (1881) y la rabia (1885), a las que les irían siguiendo muchas más, unas dos o tres nuevas cada década. Las vacunas han permitido un drástico descenso y control de la mortalidad debida a las enfermedades infectocontagiosas, frenando en seco las epidemias, siendo del todo incomprensible que existan movimientos que manifiestan abiertamente su rechazo a las vacunas, arriesgando la seguridad de todos.
La lucha contra las enfermedades infecciosas tampoco habría sido posible sin los trabajos sobre los que Pasteur fundamentaría su novedosa teoría microbiana de la enfermedad, según la cual los microorganismos son los causantes de las enfermedades infecciosas y los contagios, lo que más tarde demostaría Robert Koch (1843-1910) tras sus investigaciones sobre la tuberculosis, valiéndole el Nobel en 1905. Paul Erlich (1854-1915), compañero de Koch, ayudaría a sentar las bases de las modernas teorías inmunológicas proponiendo una teoría que establecía una base química para la especificidad de la respuesta inmunológica, postulando que los receptores de superficie de las células se combinarían con las toxinas para producir sustancias inmunes (que luego se llamarían anticuerpos) capaces de combatir la enfermedad.
La inmunología también hizo posible el descubrimiento de los grupos sanguíneos, responsables de la compatibilidad en las transfusiones de sangre. Karl Landsteiner (1868-1943) recibió el Nobel por ello en 1930. Los glóbulos rojos de la sangre poseen determinadas moléculas de superficie, llamadas antígenos o aglutinógenos, capaces de reaccionar con otras llamadas anticuerpos o aglutininas, siendo la base molecular del sistema ABO, junto con el factor Rh, otro antígeno que descubrirían Landsteiner y Wiener diez años después y que ha resultado decisivo en la prevención de la enfermedad hemolítica del recién nacido por incompatibilidad entre el factor Rh de la madre y del niño. La importancia de este descubrimiento también ha beneficiado a la medicina legal y forense en casos de litigios de paternidad (el análisis del grupo sanguíneo también ofrece información sobre paternidad, aunque más limitada que el análisis de ADN).
El descubrimiento de los antígenos eritrocitarios se complementaría con el hallado en los leucocitos, expresión del complejo mayor de histocompatibilidad, decisivo en el transplante de órganos. George D. Snell (1903-1996) fue premiado con el Nobel en 1980 por este descubrimiento. La prevención del rechazo en los transplantes, no obstante, también ha sido posible gracias a la mejora de las técnicas quirúrgicas y al desarrollo de las modernas terapias de inmunosupresión. El sistema de antígenos leucocitarios también sirve en medicina legal para las pruebas de paternidad, complementando y ofreciendo más información que los eritrocitarios.
La inmunología también está ayudando enormemente en la lucha contra el cáncer, permitiéndonos entender cada vez mejor la relación entre la célula cancerosa y el organismo, una relación en buena medida inmunológica. El descubrimiento reciente de los oncogenes y de los mediadores químicos de la respuesta inmune, como las linfocinas y los interferones, han permitido ampliar las posibilidades terapéuticas en el tratamiento de muchos tipos de cáncer. El desarrollo de las modernas vacunas preventivas y terapéuticas contra el cáncer, dirigidas a prevenir infecciones víricas asociadas a algunos tipos de cáncer, o a modificar o dirigir la respuesta inmunitaria específica para hacerla más efectiva contra ellos, no habría sido posible sin un profundo conocimiento de las bases moleculares de la respuesta inmunológica.
La investigación en inmunología también es necesaria para comprender mejor la naturaleza de las alteraciones que a veces se derivan de un funcionamiento anormal de nuestro sistema inmunológico, como en las enfermedades autoinmunes, las inmunodeficiencias o las alergias. Las enfermedades autoinmunes ocurren cuando nuestro propio sistema inmunitario, responsable de reconocer lo propio y lo extraño, considera como extrañas algunas de nuestras propias moléculas, atacando a nuestras propias células. Existen muchas enfermedades de este tipo, siendo algunas de las más conocidas la diabetes tipo I, la psoriasis, el vitíligo, la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico, la esclerosis múltiple o la miastenia gravis, entre otras.
Las inmunodeficiencias ocurren cuando nuestro sistema inmunológico no cumple con su responsabilidad de defendernos frente a los agentes patógenos o extraños, ya sea porque no tengamos suficientes defensas o porque las que tenemos no funcionan. En esta situación decimos que el paciente se halla inmunocomprometido. La más conocida es el SIDA, causado por el virus VIH, que ataca y destruye selectivamente ciertas células de nuestro sistema defensivo, dejándonos vulnerables a otras infecciones, pero en realidad existen cerca de doscientas inmunodeficiencias primarias o congénitas, y otras muchas pueden ser secundarias a infecciones (Epstein-Barr, citomegalovirus, influenza, varicela), drogas inmunosupresoras, alteraciones metabólicas o intervenciones quirúrgicas.
Las alergias son una respuesta inmunitaria anómala ante agentes o partículas que, si bien son extraños, normalmente son inocuos. Lo que habitualmente se entiende por alergias suelen ser reacciones de hipersensibilidad tipo 1 en la clasificación de Gell y Coombs, mediadas por anticuerpos IgE, como sucede en algunos tipos de asma, rinitis, conjuntivitis, dermatitis, alergias alimentarias, alergias a algunos medicamentos y alergias al veneno o saliva de algunos insectos.
La inmunología también ha revolucionado la metodología analítica en el laboratorio, dándonos una gran variedad de técnicas inmunoquímicas de gran precisión y sensibilidad, como las diversas formas de inmunoensayo (EIA, RIA, FPIA, inmunoquimioluminiscencia, etc), hemoaglutinación, inmunoprecipitación, inmunofluorescencia, cromatografía de afinidad, inmunonefelometría, etc, con las que podemos aislar, detectar y cuantificar niveles muy bajos de sustancias varias, incluyendo hormonas, fármacos, toxinas, metabolitos, partículas virales y otros antígenos, anticuerpos y otras.
Además, la intersección de la inmunología con otros campos de la biología molecular, la biotecnología, la genética y la farmacia, han permitido combinar esfuerzos y técnicas (hibridación, recombinación, transgénesis, etc) para desarrollar nuevos métodos y técnicas de interés científico-técnico y biomédico con las que obtener nuevas sustancias y factores de interés farmacológico y biotecnológico, como anticuerpos monoclonales, biosensores, vacunas y antibióticos de nueva generación, vacunas comestibles, etc.
Como ves, debemos mucho a la inmunología y su importancia en nuestra sociedad está sobradamente justificada. Seguramente me dejo muchas cosas. ¿Se te ocurre alguna aportación más que debamos señalar?
Técnico de laboratorio de diagnóstico clínico.
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