Palabras y ciencia: Europa


Los nombres de los continentes, excepto el de América, tienen su origen en vocablos griegos o en su mitología. En las obras de Homero, Ευρώπη (Europa) es una princesa mitológica de Creta y no una definición geográfica. Más tarde, la palabra pasó a significar Grecia Continental, en oposición al Peloponeso y a las islas;  desde el año 500 a. C. su significado contiene toda la tierra al norte del mar Mediterráneo. Sigue leyendo y te enterarás de la historia mitológica que origino el nombre y de otros “Europas” interesantes.

Europa, la más bella entre todas las ninfas, hija del poderoso rey fenicio Agenot, corre por la playa danzando y lanzando pétalos de flores hacia sus compañeras. Súbitamente aparece un toro blanco, susto general, gritos de miedo; fugas despavoridas al abrigo de los arbustos. La joven Europa en cambio no tiene temor, mira al animal y sonríe; curiosa se aproxima al extraño visitante, que mansamente su acuesta a sus pies. Con guirnaldas de flores, la doncella adorna las patas y las orejas del animal. Lo corona con flores mientras acaricia su suave y blanco pelo. A la distancia sus compañeras observan y poco a poco van perdiendo el miedo. «¡No hay nada que temer!» las tranquiliza Europa, el albino animal es tierno y cariñoso; para asegurarlo, con gracia y ligereza, cabalga sobre su lomo. En ese momento el toro se levanta presuroso sobre sus cuatro patas y corre hacia el mar alejándose a nado veloz.

Traspone el mar con su preciosa carga y llega a la isla de creta. Allí en una playa encantada se arrodilla para que la doncella baje. En el rostro de Europa no hay miedo y en sus carnosos labios rosados brilla confiada una amorosa sonrisa. Ella había entendido, Zeus, con su habitual astucia para el engaño, adoptó la forma del apacible animal. Sobre las blancas arenas en plena luz del sol y bajo el abrigo de la sombra de los árboles, escuchando el suave murmullo de las olas, ambos se amaron…

«El rapto de Europa» Fernando Botero

Entre las mal llamadas tierras raras, pues no son tierras sino metales, y no son raras sino difíciles de separar, se encuentra un metal que lleva el nombre de todo un continente; tal como ya lo supusiste se trata del europio, elemento de la tabla periódica número 63. El europio es tan blando como el plomo y debe almacenarse en aceite para evitar que combustione violentamente (explote) en el aire. Es el metal más reactivo de las tierras raras, debido a esta propiedad puede enlazarse fuertemente con otros elementos, motivo por el cual fue una de las tierras raras que más demoraron en descubrirse. Según se cree fue descubierto en 1890, sin embargo fue finalmente aislado, lo que permitió determinar sus propiedades y aceptarlo definitivamente, por un perfumista francés transformado en espectroscopista. La palabra espectro en química significa una imagen o un registro de la energía que absorbe o emite un objeto (puede ser una estrella, un gas, una molécula o un átomo). Los espectros químicos son como la huella dactilar de los elementos, y así como las personas se diferencian por sus huellas dactilares, los elementos se diferencian por sus espectros. Si alguna vez te preguntaste como hacen los científicos para saber de qué elementos está conformada una muestra de algo, la respuesta está en su espectro; por supuesto un espectroscopista es aquella persona que puede interpretar, sacar la información, de los espectros químicos de los elementos. En nuestra historia esta persona es el Parisino Eugène-Anatole Demarçay, quien a decir de sus contemporáneos podía leer un espectro como un músico la partitura de una ópera. Demarçay demoró cinco años en separar el metal mediante sucesivas y muy cuidadosas cristalizaciones. En 1901 por fin tuvo las pruebas suficientes para confirmar que se trataba de un nuevo elemento. Al parecer en una especie de rebeldía (o de visión futurista, pensando en la unión europea) hacia la tendencia claramente nacionalista de nombrar los nuevos elementos en honor al país del descubrimiento – Germanio, por Alemania; Galio, por Francia; Polonio, por Polonia – Demarçay decidió agrupar a los países en una sola élite y denominó a su elemento como Europio, en clara representación para todo el continente. En una suerte de afortunada coincidencia, o tal vez una decisión política no muy discutida, la tinta fluorescente de color rojo, hoy utilizada para evitar la falsificación del Euro, moneda usada por la comunidad europea, está elaborada con compuestos complejos de europio y moléculas orgánicas.

De hecho las aplicaciones del europio están centradas precisamente en la luminosidad; el color rojo brillante que podíamos mirar en las pantallas de los todavía no muy antiguos televisores con tubos, degradados a museo debido al avance tecnológico, se debía a un compuesto de europio, las pinturas fosforescentes que brillan con suave intensidad contienen europio. No obstante, la mayor aplicación del europio la tenemos en las bombillas fluorescentes de luz de día que han remplazado a las muy ineficientes de filamento incandescente que nos entregaban un triste (ahora lo sabemos) luz amarillenta.

Desde un punto de vista diferente, y regresando hacia el pasado, ya en 1610 Galileo logró mirar hacia el cielo con ayuda de su telescopio. En aquella magnifica observación miró los cuatro satélites más grandes alrededor de Júpiter, entre ellos se encontraba Europa. Hoy esta luna adquiere relevancia nuevamente en vista de sus particulares propiedades, específicamente la posibilidad de vida extraterrestre.

Hace algún tiempo se estableció la denominada zona de habitabilidad o “zona de ricitos de oro” por su similitud al cuento de la niña de los risos y la familia de osos. En esta zona, se plantea que la posibilidad de hallar vida se encuentra en proporciones importantes; la distancia del planeta hacia su estrella es la adecuada para que el agua (componente fundamental) se encuentre en estado líquido, lo que permitiría el sitio adecuado para que los átomos (el carbono es la base) adquieran configuraciones complejas que resulten en moléculas que sean capaces de guardar información y replicarla, algo así como la sopa primordial, llena de moléculas similares a nuestro ARN y ADN. Además se supone necesario una barrera protectora hacia las radiaciones cósmicas que “freirían” todo intento por generar vida; nuevamente el agua es el lugar adecuado y en el caso de nuestro planeta, la barrera conformada por su escudo magnético es la encargada de proteger la vida, también se puede nombrar la capa de ozono en la atmósfera que es la que se encarga de filtrar los rayos UV. Todo este conjunto de parámetros están considerados en la zona de habitabilidad, y son los que tomamos en cuenta al buscar exoplanetas. La sonda Kepler ha sido excepcionalmente exitosa en esta tarea, encontrando mundos lejanos con buenas probabilidades de considerarse “hermanos terrestres” que posiblemente alberguen vida. No obstante, ahora sabemos que una estrella no es la única fuente de energía existente en el universo y la atmósfera o un escudo magnético tampoco son las únicas barreras protectoras. Si consideramos a Júpiter y sus lunas, especialmente Europa las posibilidades se tornan interesantes. La gruesa capa de hielo de Europa es una magnifica defensa contra las radiaciones, y la gravedad del gigante gaseoso genera tensión (estira y contrae) sobre Europa a través de las denominadas fuerzas de marea, que son una fuente energética excepcional para que se funda parte del hielo, creando un océano estable de agua líquida bajo una gruesa capa de hielo, dando posibilidades a una incubadora de vida. Hoy sabemos que efectivamente existe un océano bajo la helada superficie, y considerando que la única vida que conocemos es en base a carbono y que necesita de un fluido para desarrollarse, Europa se transforma en una gran posibilidad para el refugio de vida en nuestro propio sistema solar. Donde hay energía, podría haber vida, y nada más cerca, considerando que la posible vida en marte se extinguió hace mucho.

Imagen tomada en 1996 por la nave espacial Galileo de la NASA

Si es verdad lo que creemos cada vez con mayor vehemencia, y la vida puede iniciarse de manera relativamente sencilla cuando existe la materia prima necesaria, entonces Europa podría ser considerada seriamente como el caldo de cultivo. Las formas de vida que podremos encontrar seguramente serán del tipo bacterial, pero si la evolución se ha tomado el tiempo necesario podríamos especular en criaturas nadadoras que usan sonar (ondas de sonido) en lugar de la luz para poder navegar en un inmenso, y oscuro, océano bajo “un cielo de hielo”.

El futuro cercano nos brindará la respuesta pues la NASA está preparando dos misiones para explorar este enigmático mundo. La primera, que probablemente partirá en 2022, es una misión de reconocimiento llamada Europa Clipper. La segunda pondrá un pie en Europa y tendrá lugar unos años más tarde. Clipper cuenta con nueve instrumentos entre los que se encuentran una cámara que tomará imágenes de casi toda la superficie, espectrómetros para entender su composición, un radar para mapear la plataforma de hielo en tres dimensiones y encontrar agua que esté debajo y una sonda para caracterizar el océano; se trata de investigar la potencial habitabilidad de Europa y sus ingredientes: agua, las moléculas complejas y la energía necesaria para generar vida. Solo el tiempo y la ciencia lo dirán.

Alexis Hidrobo P.

 
Para Saber más:

  • Mitología. Ediciones Abril S.A. Volumen Primero. Sao Paulo. Brasil.
  • National Geographic. Espacio – frontera del pasado y el futuro – Edición especial. México. 2009.
  • Muy interesante. Edición de junio 2017.
  • Sergio de Régules. Las orejas de Saturno. Editorial Paidós. México. 2003.
  • Michio Kaku. La física del futuro. Grupo Editorial Random House S.A. Colombia 2012.
  • Theodore Gray. Los Elementos.  Siver Dolphin en español. 2011.
  • Hugh Aldersey-Williams. La Tabla Periódica. Editorial planeta S.A. 2013.
  • Mapa de Europa obtenido de : https://www.pinterest.com/pin/818036719785421000/

 

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