¿Qué estás comiendo?


Mosca de la salmuera (Ephydra hians) con la burbuja protectora que le permite bucear en el Lago Mono. Crédito: Floris van Breugel / Caltech.

La nutrición es una de esas funciones que todo ser vivo que se precie debe tener en cuenta. Seguir en el tablero de la vida depende de conseguir nutrientes o de evitar nutrir a otros. Si te pregunto de dónde obtendrías energía, puede que me respondas “de un muffin, que tiene mucho azúcar” o “de un potaje de lentejas, que mi abuela decía que eran muy buenas”. Pero eso es porque tú, Homo sapiens, vas a lo fácil. Comer un bistec o una ensalada es de mainstream. Las especies que vienen a continuación se salen de lo normal para ser unos verdaderos gourmet.

La primera protagonista es la mosca del petróleo (Helaeomyia petrolei). Petróleo y vida parece un romance del que nada bueno puede salir… o tal vez no. La casa de este díptero se encuentra en California, en una balsa de petróleo al aire libre en el Rancho La Brea. Aquí sus larvas se bañan en el oro negro. Nadan lentamente sobre la superficie para poder respirar, aunque no dudan en zambullirse de vez en cuando. ¿Y qué comen? Son carnívoras, se dan un festín con los insectos que quedan atrapados en su piscina. Vivir en semejante entorno implica que irremediablemente tragues un poco del medio al abrir la boca. Se podría decir que las larvas de H. petrolei son pequeños saquitos de petróleo. No está claro cómo evitan que estas sustancias afecten a su fisiología. Sin embargo, dentro de su digestivo guardan un ecosistema donde viven bacterias como Providencia rettgeri y especies del género Acinetobacter. La larva les ofrece nutrientes nitrogenados y un pH de 6,5 para que se sientan a gusto. Tal vez la clave se encuentre en el gran repertorio de enzimas para disolver compuestos orgánicos que tienen estas inquilinas.

Sigamos en California para conocer a la segunda protagonista. Otro díptero: la mosca de la salmuera (Ephydra hians). El hogar de este insecto es el Lago Mono. Analicemos este sitio: en sus aguas tiene 280 millones de toneladas de sal disueltas. Es decir, 50 g de sal por litro de agua. La media de los océanos es de 31,5 g/l. También está lleno de carbonato de sodio y bórax, compuestos usados en la fabricación de jabones y detergentes. Además este agua, de una textura resbaladiza y aceitosa, tiene un pH de 10. Sin embargo, en el lago Mono hay vida con su cadena trófica y todo. Los productores primarios están representados por algas unicelulares. Las artemias serían los consumidores primarios y éstas a su vez son el sustento de aves acuáticas. Las moscas de la salmuera se congregan a millones en las orillas del lago. El secreto de estas pequeñas es llegar donde otros insectos no pueden. Para sentarse a la mesa, E. hians se sumerge en las saladas aguas del lago, vistiéndose para la ocasión: una burbuja de aire que les recubre todo el cuerpo (menos los ojos) como un traje de neopreno. Esta habilidad es posible porque su exoesqueleto está cubierto de multitud de pelos y ceras, que les permiten repeler al agua mediante un fenómeno llamado superhidrofobicidad. Bajo el agua, aferradas a las rocas, se disponen a degustar las algas ¡Intenso sabor a mar! Cerrando la cadena trófica encontramos a una tribu nativa. Ellos conocen a E. hians como kutsavi y se alimentan de sus larvas. Esta fuente de alimentación es tan importante que le da nombre a la tribu: Kutzadika’a, que viene a significar “comedores de larvas de moscas”.

Gusanos comehuesos (de color rosáceo) viviendo en un trozo de hueso de ballena. Crédito: MBARI.

Vale, si vives en un ambiente raro es normal que tu cocina sea rara. Sin embargo, en las sitios donde más abunda la vida también podemos encontrar especies con platos exclusivos. La razón es simple: en estos lugares hay mucha competencia por los nutrientes. Una solución puede ser volverse más competitivo. Aunque también puedes pasar del resto y mascar otras cosas. En los ecosistemas tropicales habitan unas 50 especies de peces comedores de escamas. Algunas sólo lo hacen de pequeños, otras lo hacen toda su vida. El caso es que son capaces de digerirlas enteras, quizás para extraer nutrientes de los revestimientos mucosos internos de las escamas. Una de estas especies es Catoprion mento, un tipo de piraña. Para cazar, nada detrás de su presa, abre bien la mandíbula y les arranca las escamas de los costados. Aquí tenéis un vídeo de este comportamiento. Otra especie, Roeboides affinis, se lanza sobre sus víctimas, dientes por delante, impacta y devora las escamas que se desprenden por el choque.

La escasez de alimento pone en marcha la selección natural y da origen a extrañas estrategias. El género Osedax corresponde a un tipo de anélido marino, conocidos como gusanos comehuesos. En concreto, se alimentan de los huesos de vertebrados hundidos en el mar. Los podemos encontrar en el océano Pacífico, en el Atlántico Norte, Mediterráneo o en la Antártida. Hace poco se descubrieron 14 nuevas especies en aguas de California. Viven a ciertas profundidades, donde deja de haber bufés y la aparición de una ballena muerta puede ser un verdadero festín. Los gusanos Osedax crean tubos dentro de los huesos y viven de los nutrientes que les puedan sacar. Pero no lo hacen ellas, ya que no tienen sistema digestivo ni rastro de boca. La tarea se la dejan a unas bacterias simbiontes, de las cuales sacan alimentos las hembras. ¿Y los machos? Son microscópicos, de 100 a 500 micras, y viven de okupas en los túneles, sólo con el propósito de reproducirse.

Pepitas de oro generadas por deposición biológica. Crédito: Technical University of Munich (TUM).

A veces la escasez de alimento lleva a echar mano de lo primero que puedes. Las hembras del calamar sureño cola de botella (Sepiadarium austrinum) llegan a comerse los espermatóforos que los machos les dan durante la cópula. Los sacos de esperma suponen un importante aporte de energía, por lo que las hembras más pequeñas prefieren comérselos para crecer en vez de usarlos para la reproducción. En contrapartida, los machos han desarrollado una tendencia a reproducirse con las hembras más grandes para garantizar su descendencia.

Vamos con el último gourmet. Os presento al Lannister de las bacterias: Cupriavidus metillidurans. Este microorganismo vive en suelos enriquecidos con metales pesados. Allí no suele haber competencia, pero tienes que hacer frente a elementos tóxicos. El cobre es esencial para hacer su metabolismo, por ello lo capturan y meten en el interior celular. El problema es que el exceso de cobre les mata. Para evitarlo, cuentan con la enzima CupA que elimina el exceso del metal. Pero otro elemento, el oro, puede entrar en ellas en forma ion e inhibir el funcionamiento de CupA. C. metillidurans cuenta con un as en la manga: otra enzima llamada CopA. Esta molécula transforma el oro en una forma no perjudicial para la bacteria. Este paso de tóxico a inofensivo tiene la consecuencia de producir la deposición biológica del oro. ¿Hay algo más cool que dejar la servilleta manchada con pepitas de oro?

Ángel León

Referencias
Microbiology of the oil fly, Helaeomyia petrolei.
The strange case of the scuba-diving fly
Scale-eating fish adopt clever parasitic methods to survive
Un nuevo gusano comehuesos aparece por primera vez en el Mediterráneo
Sexual selection in the sea
These bacteria produce gold by digesting toxic metals

Os recordamos que los días 13, 14 y 15 diciembre de 2018 tendremos nuestra quinta edición de Desgranando Ciencia. Para más información, seguid leyendo el blog.

2 Comentarios
  • Francisco Castro
    Publicado el 07:01h, 24 marzo Responder

    Extraordinario. En el diario vivir pasamos por alto estas maravillas, estrategias que a la corta o a larga el ser humano también tendrá que emplearlas

  • Susanna Cuesta Ureña
    Publicado el 12:46h, 11 julio Responder

    Un artículo muy interesante y bien expuesto. Yo aún siendo bióloga no domino mucho de estos temas que tratas y me has aportado información nueva y útil.

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