Matemáticas para detectar camelos: el contraste de hipótesis [1/2]

Imagine por un momento que usted sufre de algún tipo de dolencia crónica no muy grave pero fastidiosa, como por ejemplo jaquecas, dolores de espalda, insomnio o afición a programas de televisión presentados por Jordi González.

¿Hay algún modo de averiguar si este señor nos está timando?

Imagine también que un día un amigo de mucha confianza le comenta que una tía suya a la que le pasaba lo mismo se tomó unas perlitas, se puso una pulsera o incluso durmió con una pirámide debajo de su cama, y que desde entonces ha notado una ostensible mejoría. Usted, que ya ha ido en varias ocasiones al médico sin mucho éxito, piensa que no tiene nada que perder y decide probar suerte. Y resulta que le funciona.

Su cabeza o su espalda dejan de dolerle, duerme mejor o deja de ver telebasura. Y todo gracias a un “método de curación” (que a partir de ahora llamaremos el método) que no sólo no está avalado por la medicina, sino que además es objeto de ataque continuo por parte de científicos, escépticos y demás.

Ante una situación así, la mayor parte de las personas suelen adoptar alguna de estas dos posturas:

· Opción A: El método funciona y la “ciencia oficial” se equivoca.

 · Opción B: Si no tiene respaldo científico es porque no se puede afirmar que el método funcione, lo que lo convierte en un fraude.

Para defender su postura, los defensores de la opción A suelen afirmar por ejemplo que existen aspectos de la naturaleza que la ciencia aún no comprende, o que se trata de remedios milenarios que llevan usándose mucho tiempo; y suelen explicar la no aprobación oficial defendiendo que desde ciertos grupos de poder se impide que los “métodos de curación alternativa” lleguen al público.

Por otro lado, los defensores de la opción B argumentan que si el método es rechazado por la comunidad científica es porque ha sido puesto a prueba y se ha concluido que no hay manera de saber si lo sucedido se debe simplemente al azar o a un efecto placebo, o bien ni siquiera se ha intentado probar su valía.

Sea cual sea la opción escogida por usted, estaremos de acuerdo en que cualquier argumento a favor de una determinada hipótesis no puede basarse en cosas como “hace mil años que lo sabemos, y por tanto debe ser cierto”, ya que estos argumentos son fácilmente rebatibles (por ejemplo, durante más de mil años los europeos occidentales “sabíamos” que la Tierra era plana y sin embargo es redonda). Así que, tanto si usted defiende la postura A como la B, está obligado a aportar alguna prueba que todos aceptemos como válida para apoyar sus argumentaciones si no quiere que éstas sean consideradas meras opiniones, respetables pero sin mayor valor.

Pero ¿es esto posible? ¿existe alguna manera de encontrar argumentos sólidos, que cualquiera pueda comprobar, y que nos indiquen si la postura correcta ante una situación como la descrita es la A o la B? O, para ser más concretos, ¿hay alguna forma de averiguar si nuestro método es un fraude, o si por el contrario es útil y aun así se rechaza? La respuesta es sí.

Por suerte, existe toda una colección de procedimientos y de herramientas matemáticas que nos ayudan a resolver este problema. Una de estas herramientas, desarrollada durante el segundo cuarto del siglo XX primero por Fisher y después por Neyman y Pearson, se llama contraste de hipótesis y nos ayuda a decidir cuestiones como si un tratamiento realmente sirve para curar o no.

La idea básica del contraste de hipótesis se puede esbozar con el siguiente ejemplo: imaginemos que tenemos un dado, y que pensamos que está cargado de tal forma que el 5 sale en más ocasiones de las que debería. Entonces enunciamos nuestra hipótesis que dice “el dado no está cargado a favor del 5″ (aunque parezca un poco raro enunciar la hipótesis de esta manera, no es una elección caprichosa, como veremos más adelante).

Gracias a la estadística podemos saber si los dados están cargados

Para comprobar si la hipótesis es cierta debemos partir de algún dato objetivo a partir del cual podamos contrastar si nuestra afirmación tiene sentido o no. En este caso el dato adecuado es bien conocido: si un dado no está cargado, cada cara saldrá por término medio 1 de cada 6 veces que sea lanzado.

Por tanto, si lanzamos el dado un número de veces lo suficientemente alto (este número de lanzamientos se llama tamaño muestral y se puede calcular) y comprobamos cuántas veces ha salido cada resultado, observando la frecuencia con la que aparece el 5 podremos comprobar si el comportamiento del dado es distinto al que cabe esperar de un dado equilibrado.

En concreto, si la frecuencia con la que aparece cada resultado es de 1 de cada 6 tiradas, podemos inferir que el dado no está cargado ya que es el resultado a esperar; y si por el contrario vemos que el 5 sale 3 de cada 6 veces y el resto de resultados sale 1 de cada 10, parece obvio que el dado está cargado a favor del 5 y nuestra hipótesis es falsa. En el primer caso diremos que se acepta la hipótesis, mientras que en el segundo se dice que se rechaza.

Vamos a aplicar este razonamiento a nuestro método. La situación es que nos encontramos ante un método que se supone cura una determinada dolencia, y que ésta ha desaparecido tras la aplicación del método. Obviando el efecto placebo para no complicar demasiado la explicación, nos planteamos la siguiente pregunta:

 ¿La dolencia ha remitido por azar o realmente el método la ha curado?

En la pregunta se identifican con facilidad dos afirmaciones contrapuestas, la primera dice “el método no cura la dolencia”, mientras que la segunda afirma, con otras palabras, que “el método cura la dolencia”. A la primera afirmación la llamaremos hipótesis nula o cero, mientras que la segunda, que obviamente será cierta si la primera no lo es, se conoce como hipótesis alternativa. Como hemos mencionado ya, esta elección en el orden de las hipótesis no es casual.

La hipótesis cero es el resultado que ya se conoce a partir del cual vamos a contrastar la hipótesis alternativa, que realmente es la que hay que comprobar. Recuerden que antes utilizábamos el comportamiento de un dado equilibrado para contrastar la hipótesis “el dado está equilibrado”. Ahora la cuestión, aunque es análoga, no es tan sencilla, ya que lo que necesitamos saber es el número medio de personas con la misma dolencia que experimentan una mejoría sólo por azar. Por suerte, la estadística matemática y un buen equipo de trabajo pueden dar respuesta a esta pregunta si se realiza un estudio adecuado, así que supongamos que lo realizamos y concluimos, por ejemplo, que 10 de cada 100 personas experimenta una sensible mejoría sin recibir tratamiento.

Lo siguiente será estudiar, por supuesto siguiendo de nuevo los procedimientos adecuados, la evolución de una muestra aleatoria de personas a las que se aplica el método. Si el número medio de mejorías es sensiblemente mayor al 10%, parece razonable pensar que el método funciona, mientras que si es del 10% es evidente que no existe diferencia alguna entre aplicar el método o no aplicarlo.



Éste podría ser un buen laboratorio de pruebas

¿Pasaría la Piramicama un test de hipótesis?

En definitiva, básicamente lo que hay que hacer es poner a gente con insomnio a dormir, unas con una pirámide de cuarzo bajo la cama y otras sin nada, y comprobar si hay más gente que se recupera del insomnio entre los primeros que entre los segundos. Si hacemos bien el estudio, podremos estar razonablemente seguros de que el resultado es correcto. Y más importante aún, cualquier otra persona podrá repetir el mismo estudio y comprobar si nuestros resultados están bien o si nos hemos equivocado.

Javier Oribe

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8 Comentarios
  • Bitacoras.com
    Publicado el 10:02h, 11 octubre Responder

    Información Bitacoras.com…
    Valora en Bitacoras.com: Imagine por un momento que usted sufre de algún tipo de dolencia crónica no muy grave pero fastidiosa, como por ejemplo jaquecas, dolores de espalda, insomnio o afición a programas de televisión presentados por Jordi González…..

  • Pingback:Matemáticas para detectar camelos: el contraste de hipótesis
    Publicado el 14:25h, 11 octubre Responder

    […] Matemáticas para detectar camelos: el contraste de hipótesis http://www.hablandodeciencia.com/articulos/2011/10/11/matematica…  por Phoenix-ALX hace nada […]

  • Diplotaxis
    Publicado el 14:50h, 11 octubre Responder

    Un buen artículo, y bien explicado. Aunque quizás no sea yo el más válido para asegurar que es muy claro, ya que ya conocía todo esto y el hecho de que lo entienda no es indicativo de nada, creo que sí será accesible para profanos.
    Saludos.

  • Ty Grodi
    Publicado el 05:03h, 22 octubre Responder

    Muy buenos consejos estimado.

  • Jose David
    Publicado el 12:38h, 18 febrero Responder

    Hola.
    Me ha gustado mucho, pero hay una cosa con la que no estoy de acuerdo, y es la siguiente:
    dices que «Ante una situación así, la mayor parte de las personas suelen adoptar alguna de estas dos posturas….»
    Opción A: El método funciona y la “ciencia oficial” se equivoca.
    · Opción B: Si no tiene respaldo científico es porque no se puede afirmar que el método funcione, lo que lo convierte en un fraude.
    Estoy en completo desacuerdo con esto, no creo que la mayoria de la gente, como dices, llegue a una de esas dos conclusiones, creo que hay mas.
    Por experiencia, conozco gente que llega a la conclusion de que «le da igual», le funciona y ya esta. No se plantea nada en contra ni a favor de la ciencia oficial, le da igual, le funciona (o no, y lo desecha).
    Otra opcion es que, si le funciona, no cuestionar la ciencia real e investigar las causas de por que le funciona, porque un hecho del que partes es claro, le funciona. Entonces puede que sea psicologico…o no…habra que investigarlo. Es otra opcion.
    Personalmente, cuando he probado algo de esto, nunca me ha funcionado, por lo que no hay mas que hablar, como cuando me duele la cabeza, me tomo una aspirina y no me funciona, no cuestiono nada, me tomo otra cosa.
    El articulo, como siempre que escribes, es excelente, pero en este caso no estoy de acuerdo, partes del hecho de que la mayoria de las personas cuestionarian la ciencia oficial, y no creo que sea asi.
    Saludos.

  • Jose David
    Publicado el 12:41h, 18 febrero Responder

    Eso en cuanto a la Opcion A.
    En cuanto a la opcion B, no creo que la mayoria de la gente piense que si no tiene respaldo cientifico entonces es un fraude. Mas aun, no creo que una vez probado algo se piense si ese algo tiene o no respaldo cientifico, eso se haria antes, no?.
    Vamos, en este caso partes de un supuesto que no se corresponde de la realidad, pero es una opinion.
    Un saludo, maestro,

  • padrejerome
    Publicado el 22:15h, 09 septiembre Responder

    La verdad es que está muy bien que los métodos científicos demuestren hasta que punto nos engañan o no.
    Lo que no me parece correcto es que por sólo el mero hecho de ser científico, de probar las cosas con números ya todo lo demás sea «un camelo y un timo».
    No señores. Habrá un porcentaje elevado de timos, pero también la sabiduría popular tiene algo que decir (y a veces, no se equivoca).
    Ya sabemos que las personas «de carrera» tienden a tratar a los que solo conciben el saber por otros medios como «populacho»,»incultos» y demás adjetivos despectivos y parece (pero no es cierto) que todo lo que se aprende en la universidad es lo único que vale, incluso honradez y la honestidad, cosa que, lo vemos todos los días, es completamente falso.
    En fin, los científicos pueden demostrar muchas cosas, la universidad será fuente de saber importantísima, pero desde luego no se aprende mucha humildad tampoco en ella, en frecuentes ocasiones.
    Saludos.

    • Víctor Pascual del Olmo
      Publicado el 09:51h, 10 septiembre Responder

      Buenas,
      Este artículo no dice aquello de «culpable hasta que se demuestre lo contrario», recomiendo que relea el artículo para ver que no se está diciendo eso y que su crítica no tiene base. La sabiduría popular es válida hasta cierto punto y muchas técnicas han sobrevivido debido a su utilidad, y otras porque están asociadas a las que son útiles pero realmente no lo son. Por ejemplo, consumir un leche caliente por la noche ayuda a conciliar el sueño. Esto es conocimiento popular que está respaldado, sabemos que consumir un líquido caliente antes de dormir nos relaja, da igual que sea leche, manzanilla o simplemente agua. Pero parte de este conocimiento popular es erróneo al considerar la leche como tal un buen conciliador del sueño inmediato (algunos compuestos sí pueden ayudar a conciliar el sueño pero tienen que pasar antes por el sistema digestivo y ser almacenados, así que la leche de hoy te dará sueño mañana).
      Poner una pirámide de cuarzo debajo de la cama no es sabiduría popular ni se lleva haciendo miles de años por mucho que digan aquellos que la defienden. Hay pocas cosas que la ciencia no ha refutado aún sobre el conocimiento popular.
      Es falaz por su parte decir que «la gente de carrera» tiene esas inclinaciones. ¡Ni mucho menos! Siempre te puedes encontrar algún capullo que lo piense, pero también te lo puedes encontrar en personas que no han sido formadas y que piensas que los «de carrera» no tienen ni idea de nada, que pierden el tiempo y gastan el dinero.
      El objetivo de la Universidad no es enseñar humildad, tampoco lo es el de la educación reglada. La humildad se aprende en el día a día, palo tras palo. Pero eso si eres listo, porque si eres un borrego no aprenderás humildad ni tras cuatro carreras ni pasando toda la vida cuidando cabras.
      Eso sí, la pasión por el conocimiento te puede ayudar a ser humilde cuando aprendes lo pequeño que eres, lo grande y complejo que es el universo, y cuando más aprendes, más consciente eres de tu propia ignorancia. Y si eres listo, esa será una lección de humildad que te marcará para siempre.
      Saludos,

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