Venenos en el jardín

Recreo de curiosidades: venenos en el jardín

En el recreo anterior nos encontramos con el cadáver de Sam. El caso se presentaba complicado, parecía haber sido víctima de algún veneno, pero ¿cuál? Y ¿en qué circunstancias? Esta semana tratamos de los venenos en el jardín.

Cartel del recreo de curiosidades para Hablando de Ciencia

Hipótesis de investigación: venenos en el jardín

Mis recreistas han tenido tiempo de investigar y de valorar el caso. Les he pedido que me dieran sus hipótesis de trabajo. La mayoría recordaban el viaje de Sam a Sudamérica y han pensado en alguna enfermedad, pero su viaje había sido tiempo atrás, así que quedaba descartado. Otras líneas de investigación estaban encaminadas a buscar culpables, alguno incluso me culpaba a mí. ¿Yo? Pero si soy más buena que el pan y solo uso veneno para que mis recreistas aprendan. 

Les he puesto de nuevo en situación con las averiguaciones que había hecho. Tras analizar las pruebas y junto al análisis forense, quedaba claro que la muerte de Sam se debía a un fallo multiorgánico. La forense sospechaba que había veneno en su organismo, pero antes de lanzarse a pedir una analítica y buscar a lo loco, prefería indagar un poco más y descartar aquellos que no encajaran con los datos.

De ayudante: Agatha Christie

Pensando en venenos, crímenes o muertes accidentales, pero sospechosas, hay una persona que me viene a la mente. De hecho, es en la que confiaría para decidir sobre el caso, Agatha Christie. Sí, además de matar, en la ficción, a casi mil personas, era una gran aficionada al uso de veneno en sus crímenes novelísticos.

Sus novelas están llenas de venenos y, de su mano, hemos hecho un repaso de los que utilizó en algunas de ellas. Eso sí, botánicos, todos y cada uno de ellos proceden de vegetales. Teníamos que averiguar si, tal vez de forma accidental, Sam había ingerido alguno.

A mis recreistas les sonaba Agatha Christie, incluso habían visto películas basadas en sus novelas y leído alguno de sus libros, sin embargo, no están muy al tanto de los venenos. Me ha dado la impresión de que el “arsénico por compasión” se les escapa. 

Agatha Christie, amante de los venenos en el jardín. 
Imagen de Wikimedia Commons

Venenos en el jardín

Me venía de perlas el repaso para que entraran en contacto con el mundo de la botánica, sus maravillas y, en especial, con la nomenclatura. Como os digo siempre, se trata de dar pinceladas y unos breves detalles son suficiente.

Los venenos no se esconden, de hecho, los podemos encontrar en el jardín y Agatha Christie era una experta en el asunto, así que, ¡vamos con la lista!

  • Estricnina, procede del Strycchnus nux vomica y del Strycchnus ignatii
  • Ricina, se encuentra en las semillas del Ricinus communis
  • Digitalina, su origen está en la Digitalis purpurea
  • Cianuro, se extrae de las semillas de muchos frutos como el melocotón, las ciruelas, los albaricoques, las manzanas y las peras, así como de la yuca, las almendras y las nueces. Eso sí, hacen falta muchas, muchas semillas para obtenerlo.
  • Belladona, está en todas las partes de la Atropa belladonna
  • Cicuta, conocido veneno que ingirió Socrates, se encuentra en el Conium maculatum
  • Aconitina, que se extrae del Aconitum napellus
  • Fisostigmina, que se encuentra en las habas de la Physostigma venenosum


De entrada, hemos descartado todos aquellos que producían fallo cardiaco o pulmonar, porque no era la causa de la muerte de Sam. Les ha llamado la atención la estricnina que produce contracciones musculares tan fuertes que, en una de las novelas de Agatha Christie, El misterioso caso de Styles, la víctima aparece arqueada, únicamente, apoyada en los talones y la cabeza. 

Otros quedaban descartados porque el efecto era muy rápido y Sam había dicho, un par de días antes de su muerte, que estaba enfermo. 

Han sido mis recreistas los que han ido descartando los venenos, Sam no tenía jardín y, aunque la ricina parecía una buena candidata, nos faltaba algo para que el caso encajara. Todos los venenos de la lista requieren de preparación, premeditación y un móvil, lo que no parecía que fueran las circunstancias en nuestro caso.

Después del repaso y de un breve silencio, en el que las mentes pensantes de mis recreistas buscaban alguna pista, hemos decidido volver a la escena del supuesto crimen.

Repaso del caso

Si recordáis había un collar que, por no tener relevancia, se descartó como prueba. Sin embargo, a la forense, algo no le encajaba. Una llamada a la morgue, le confirmó lo que imaginaba, Sam se mordía las uñas. Solo quedaba una cosa por hacer, volver a hablar con María y Antonio, los vecinos de Sam. 

La mayoría de los venenos, aunque estén en el jardín, no están en un tarro en la cocina y, tal y como sabíamos, la casa de Sam no había sido forzada y nadie le visitó los días anteriores a su muerte.

María y Antonio recordaban que Sam había empezado una relación con alguien y que la noche anterior a encontrarse mal salió con esa persona, era su segunda cita. Una pregunta era la clave: “Sam, ¿llevaba el collar esa noche?” La respuesta firme y clara, sí. Lo recordaban porque Sam les había traído de su viaje el mismo collar. ¡Todo encajaba con la hipótesis de la forense!

Semillas de Ormossia coccinea y de Abrus precatorius en Wikimedia Commons

¿Crimen o accidente?

La noche que salió, antes de su muerte, Sam llevaba el collar. Era su segunda cita con esa persona especial y, teniendo en cuenta que se mordía las uñas, era muy probable que también hubiera mordido en algún momento el collar. 

El collar estaba hecho de unas pequeñas semillas rojas y negras, aparentemente inocuas, sin embargo, por el tamaño se correspondían con las que proceden del Abrus precatorius que resultan muy tóxicas si están rotas. Sam llevado por su nerviosismo, pudo morder el collar, romper una de las semillas e ingerir una pequeña cantidad de abrina, el tóxico presente en las semillas del Abrus precatorius. Hay que tener cuidado, ya que estas semillas se pueden confundir con las de la Ormosia coccinea, que son de mayor tamaño e inocuas.

¡Pobre Sam! Había acabado con su vida de forma accidental. No hubo crimen, nadie lo mató. 

Por supuesto, había que verificar la hipótesis y una llamada al laboratorio forense nos lo ha confirmado. ¡Caso resuelto! 

Hoy, mis recreistas, se han sorprendido, creo que esperaban que el asesino fuera el mayordomo y no una pequeña semilla, en apariencia, inocua. Les ha llamado la atención la cantidad de venenos que podría haber en un jardín. Lo mejor de todo ha sido cuando les he contado que el caso se basa en uno real. Me lo contó el botánico Eduardo Bazo y lo he utilizado para matar al pobre Sam. 

Hasta aquí el último recreo del año. Volveremos en enero con más curiosidades, hasta entonces que la curiosidad os acompañe, siempre.

Recomendaciones:

Si os apetece conocer la apariencia de las plantas mencionadas os recomiendo que uséis:

GIBF (Sistema Global de Información sobre Biodiversidad)

Leed algún libro de Agatha Christie

La película Misterio en Venecia

La vida secreta de las plantas de Eduardo Bazo

Con mucho gusto de Eduardo Bazo

¿Qué es el Recreo de curiosidades?

Se trata de una actividad donde estudiantes y docentes nos reunimos para charlar, jugar o hacer algún experimento relacionado con la ciencia, la cultura, el arte o cualquier cosa que nos interese. La idea es fomentar la curiosidad y que esté alejado de la rigidez del aula.

La intención es dar pinceladas sobre temas diversos y poder explicar cosas que no se explican en clase, que motiven y que fomenten las ganas de aprender, pensar y tener un espíritu crítico. 

No se trata de apabullarles con grandes conocimientos y conceptos complejos, no. Son pinceladas que les guíen para buscar más, preguntar, interesarse por diferentes áreas y curiosear.

El recreo de curiosidades se realiza en el colegio El Carmen Indautxu (Bilbao) con la colaboración del Hablando de Ciencia.

En recreos anteriores:

Asociación de ideas, sinestesia y pareidolia

Venom, microbiota y trasplante fecal

Vampiros, confusiones y una receta de sangre

¿Algo raro en el cielo?

Apocalipsis zombi

Ciencia forense

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